Por qué nunca despacho valija cuando viajo y cuáles son mis máximas
¿Vieron ese cruce peatonal de Tokio que siempre se muestra donde cientos de personas caminan sin chocarse aunque la senda parezca un laberinto? Bueno, abajo de esas esquinas, en la estación de Shibuya, hay un mundo todavía más masivo. Es la segunda estación con más tráfico humano de Japón por la que pasan 1.163.469 de pasajeros y pasajeras al día. Hace un año y medio, una de esas fui yo.
Después de unos días de viaje por trabajo, donde me llevaban de la mano a todos lados, me quedé sola. Bah, con mi valija dura de 20 kilos y casi 80 cm de altura. Casi lo mismo que pesa y mide una nena de 5 años. Mi Airbnb quedaba a pocas cuadras de Shibuya así que ahí me tocaba bajarme. El recorrido era fácil por tierra pero ese no iba a ser un problema.
Estuve no menos de una hora intentando salir de la estación donde confluyen 10 líneas y no siempre hay escaleras mecánicas. Me equivoqué de dirección un par de veces, caminé varias cuadras hacia el lado opuesto y pasé mal por los molinetes. Para que pueda salir sana y salva, me ayudaron no menos de cinco personas. Para colmo, las pocas cuadras hasta el departamento eran en subida y yo estaba demasiado abrigada para la ocasión. Cuando llegué, me acosté en el piso casi en llanto y decidí que nunca más iba a viajar con una valija así de grande.
Antes
Hasta ese momento, fuera a la playa o a la nieve, siempre llevaba ropa y espacio de más. Por si me compraba, por si refrescaba, por si me tenía que vestir arreglada, y la lista sigue. Siempre, sin excepción, volvía con pantalones sin usar, libros sin leer y remeras baratas que, o me dejaban de gustar a los pocos meses o se me rompían. Desde la crisis en mi departamento de Shibuya, viajé tres semanas a Europa con una mochila más chica que la de mochilero, 10 días al frío extremo con un carry on y dos semanas de luna de miel a destinos de 2 y de 30 grados, también con una valijita de 12 kilos.
Una vez tuve que despachar por el peso de mi valija, porque hay aerolíneas más estrictas que otras y llevaba abrigo para -15°, pero todas las otras veces experimenté la hermosa sensación de bajarse del avión, hacer migraciones y salir libre sin pasar por el dramático momento de perseguir la cinta de equipaje rogando porque el propio aparezca (un pánico poco racional ya que no pasa tan seguido como creemos).
El peso que me saqué de encima fue literal y espiritual. Nunca me preocupa si voy a poder o no hacer trasbordos complicados para llegar a un destino, si voy a perder un brazo intentando subir escaleras infinitas de esas que hay en los subtes del primer mundo o si tendré dónde meter la valija los días que el check out sea más temprano que mi vuelo. Todo lo que llevo siempre entra en cualquier locker y abajo de mis pies. ¿Dudas? Quizás se responden acá abajo.
"¿Y las cremas?"
Sin despachar, se pueden llevar a bordo envases de no más de 100ml (importante: si el envase es más grande y le quedan 99 ml, igual no se puede). Si no te convencí con el relato anterior, recomiendo de todos modos que reduzcas tus productos a este tamaño para no cargar con kilos y kilos de líquidos que seguro no vas a consumir en tu estadía. En farmacias o por Mercado Libre venden kits con los pomitos vacíos si no encontrás las versiones mini de tus productos. Si vas a la playa, comprate el protector solar en el Duty Free.
"¿Qué pasa si te querés comprar cosas?"
Como hacía antes, dejo algo de espacio o me llevo una mochila que se hace un bollito (como las camperas infladas de Uniqlo). Ahí me suele entrar todo lo nuevo. De todos modos, esto me ayuda a pensar mucho más antes de comprar. Prefiero invertir en algo de calidad antes que traer mucha ropa. La filosofía Marie Kondo y todo eso.
"¿Cómo sabés qué vas a usar?"
No me armo el vestuario para cada día, pero casi. Sé qué ropa me gusta, qué pulóveres me abrigan en serio y cuál es mi short preferido para ir a la playa. Así que me sincero con eso y no innovo. Si una bikini me queda incómoda, mejor que se quede en casa y si ese pantalón genial no me combina con nada, lo mismo. Siempre trato de llevar cosas que amo y que funcionan juntas. En general empaco prendas lisas o negras y lavo (a mano o en el lavarropas si estoy en un Airbnb).
"¿Qué hacés con las cosas que no se pueden llevar?"
Más allá de explosivos, armas y otros delirios que todos sabemos que están prohibidos, hay mucha ignorancia. Pinza de depilar, alicate de uñas, afeitadoras con el filo cubierto y hasta desodorante en aerosol están permitidos en el equipaje de mano. La única vez que tuve un problema fue cuando volví a Ezeiza con medio kilo de especias sin rotular: tuve que verlas morir en un tacho inmenso del Senasa.
Por último: recomiendo siempre entrar a la página de la aerolínea para saber qué tipo de equipajes y qué peso aceptan en la cabina. Las reglas cambian en cada una.
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