Forman parte de un universo más pequeño, pero su función para la vitalidad de los ecosistemas es inmensa. Creemos que no están, pero nos acompañan entre edificios y arbustos. Colaboran en los procesos de producción de nuestra alimentación sin pedirnos nada a cambio; pero algo cambió. Son insectos y hoy necesitan nuestra ayuda. Más del 40% de las especies de insectos alrededor del mundo ha visto reducida su cantidad a tal punto que podría extinguirse en las próximas décadas.
Así de simple y complejo. Así de triste y alarmante. Las cifras "hablan" para comprender la situación. Realizado por las universidades australianas de Sidney y Queensland, publicado en la revista científica Biological Conservation y difundido por el diario británico The Guardian, el estudio reunió 73 informes sobre la temática, convirtiéndose en el primero con tal descripción.
Mientras que sabemos que quedan pocos rinocerontes en el mundo y que los chimpancés corren peligro, ¿nos preguntamos alguna vez qué pasa con las hormigas, las abejas, esos pequeños seres a nuestro alrededor? Su condición es más alarmante que la del resto de los animales: la tasa de extinción de los insectos es ocho veces más rápida que la de mamíferos, aves y reptiles. Las cifras hablan para comprender cómo llegamos a esta terrible situación.
Los insectos representan el 70% de todas las especies animales del mundo. Su extinción generaría un efecto en cadena.
La principal causa del problema radica en la pérdida y alteración del hábitat, producto de la expansión de la agricultura intensiva, según evidencia el informe. A ello se suma la contaminación por el uso de agroquímicos y pesticidas sintéticos, en un contexto general de cambio climático que afecta a más o menos especies según la región.
Mariposas. Abejas. Hormigas. Escarabajos. Los insectos son vitalidad pura en ese equilibrio perfecto, armónico y complementario llamado naturaleza. Representan el 70% de las especies animales de toda la Tierra. Son parte invisible, pero esencial, de cada uno de los contenidos de estas páginas. Su disminución y, más aún, su extinción tendrían un efecto catastrófico para los ecosistemas y la cadena alimenticia -incluyendo lo que llega a nuestro plato-. Las cifran hablan para promover un cambio de acción.
Hay algo que está claro: debemos repensar la forma en la que se producen los alimentos que comemos. ¿Cómo? Mejorando las prácticas agrícolas, fomentando la responsabilidad en todas las etapas del proceso, reduciendo el uso de productos químicos y empleando técnicas de remediación en los ambientes ya afectados.Estas acciones exigen un compromiso, mayormente del sector público y privado. Pero ¡cuidado! Que cada uno de nosotros también tiene su cuota de responsabilidad en el problema.
Cada compra que hacemos es una suerte de voto, de elección por determinado tipo de producción. Y ese el poder más magnífico que podemos tener: el de ser consumidores conscientes y responsables. Conocer a los productores, optar por alimentos elaborados localmente, elegir frutas y verduras de producción orgánica; todo esto es clave para involucrarse. ¿Listos?
Seguramente, la próxima vez que veamos una mosca en el interior de la casa, una hormiga en el patio, una abeja en el balcón, ni vos ni yo reaccionemos como antes. Seguramente, las contemplemos, reflexionemos sobre su situación y las disfrutemos. Porque deseamos que sigan habitando en este bello mundo. Porque las necesitan otras especies animales. Porque nosotros mismos necesitamos de ellas. Desde su pequeñez, los insectos dieron una enorme alerta. ¿Somos capaces de verlo?
El Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO) trabaja desde hace más de 20 años para promover el desarrollo de la producción orgánica en el país. Podés conocer más en www.mapo.org.ar
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