¿Por qué leer a Freud?
Mucho pasó desde que el padre del psicoanálisis cambiara para siempre el modo en que los seres humanos se ven a sí mismos. En pleno siglo XXI sus textos, además, son una fuente de lectura apasionante tanto para los partidarios del diván como para quienes prefieren esquivarlo
Fue el que miró al piso. Ahí estaban los restos a los que nadie prestaba atención, lo descartado, lo intrascendente, los errores. Lapsus, sueños, actos fallidos. Aún siendo él médico –neurólogo–. Más de un siglo después lo que escribió está vigente y, encima, escribía lindo. Y eso lo pensaban los alemanes ya en 1930, cuando le dieron el premio Goethe. Sus casos clínicos se leían –leen– como una nouvelle; en sus escritos sociales y en las conferencias introductorias plantea un diálogo, se dirige al otro.
"Es un heredero de su época (fines del siglo XIX, principios del XX), pero el psicoanálisis y los primeros interrogantes de Freud impregnaron y ayudaron a formar la cultura que compartimos hoy –dice la doctora Clara Nemas, secretaria científica de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (Apdeba)–. Los grandes interrogantes acerca de la realidad humana, la certeza de que no es sólo fáctica (ligada a hechos externos), sino que hay una realidad psíquica que tiene una fuerza y que tiene consecuencias que influyen en la realidad externa. Que hay una división del ser humano, de la cual conocemos la punta del iceberg (nuestra conciencia) y nuestras continuaciones conscientes, pero que están apoyadas en una base que no conocemos, que es inconsciente. Las motivaciones, los deseos, la búsqueda de la verdad acerca de nuestras propias emociones son grandes interrogantes que siguen vigentes y de los que el psicoanálisis da cuenta como ningún otro. Por eso tiene una fuerza y una vida muy propia, con una continuidad que incluye sus orígenes."
A la Argentina le encanta el psicoanálisis. En América latina es el bastión psi más importante y está a la altura de Francia y los Estados Unidos en los estudios que hablan sobre la cantidad de profesionales por persona. Renato Canovi –ex vicepresidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y miembro de la International Psychoanalytical Association (IPA)– rescata un relevamiento a nivel nacional realizado en 2009 por TNS Gallup que decía que el 32% de la población había consultado alguna vez a un psicoanalista. Y que esa cifra subía al 50% en CABA.
Dato que suma al mapa de divanes es que desde 2005, por la Ley 448 de salud mental porteña, los hospitales generales de agudos –que son 13– tienen en sus guardias psiquiatra, asistente social y psicólogo (la gran mayoría con orientación psicoanalítica, según Osvaldo Delgado, titular de la cátedra Psicoanálisis Freud I, en la UBA). Hasta entonces había en el Fernández y, claro, en los hospitales monovalentes.
El último censo de la UBA da a Psicología como la sexta carrera con más alumnos: arriba están Ciencias Económicas, Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Medicina, Derecho y Ciencias Sociales.
Pero la cosa empezó, como muchas, desde el barco. Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial llegaron a la Argentina pioneros apasionados dedicados al psicoanálisis. Delgado habla de las corrientes inmigratorias y refiere al conventillo, al sainete criollo. "Estaba el judío polaco, el sirio libanés, el santiagueño, el italiano. Las comidas y los olores. Los chicos jugaban juntos. Es un país que ha respetado en general las diferencias. Es el país más psicoanalizado y siempre fue un poquito menos latinoamericano que los otros, no digo que sea una virtud, sino que miró más hacia Europa que hacia América latina."
Hay dos Freud en castellano: los tomos verdes de la editorial Amorrortu, a cargo de José Luis Etcheverry, y la primera traducción, hecha por Luis López-Ballesteros. Ésta, que es la que publica la nacion (ver recuadro) y los psicoanalistas concuerdan en que tiene un estilo literario más agradable y legible, recibió la felicitación de…. Freud. El buen Sigmund le envió una carta a Luis, en la que le contaba que había aprendido el castellano movido por el deseo de leer Don Quijote y que eso le permitió comprobar el acierto de la traducción.
Por dónde empezar a leerlo
Abel Fainstein, presidente de la Federación Psicoanalítica de América latina (Fepal), sugiere debutar con "los artículos donde él da cuenta de que existe el inconsciente. El más simple, Psicopatología de la vida cotidiana: ahí habla de los lapsus; luego, Interpretación de los sueños". Si de lapsus y gustos argentinos y psi hablamos, viene muy a cuento recordar el éxito de Las patas de la mentira (1990), la serie de actos fallidos de declaraciones de políticos en programas de TV. El director fue el documentalista Miguel Rodríguez Arias. Sí, además psicoanalista. Piense, de allí en adelante, cuántos programas televisivos se nutren de este tipo de errores. Y en su rating. Hola, psi fan telespectador. También piense en cuánto nos gusta Woody Allen, cuya experiencia de análisis está muy presente en todas sus películas.
Sobre el Freud sociocultural: ¿Por qué la guerra? y Psicología de las masas y análisis del yo. Nemas recomienda las conferencias introductorias ("es como participar de una de sus clases, pero dirigidas a público lego"), El malestar en la cultura, Moisés y la religión monoteísta, El chiste y su relación con lo inconsciente. Otra lectura es su análisis desde una perspectiva psicoanalítica de un texto literario, Gradiva, de Wilhelm Jensen. "Es infinitamente más rico el estudio de Freud que la novela de Jensen", cuenta el dr. Miguel Leivi, presidente de Apdeba.
Fainstein marca como central el artículo Duelo y melancolía, en un momento en el que "se psicopatologiza y medica todo. Es muy diferente una persona que está en duelo a una persona que está melancólica. Hoy se tiende a pensar que el duelo es una enfermedad; la gente está triste porque se le murió un familiar y le dan antidepresivos. El duelo es un estado normal de una persona. A veces se transforma en melancolía. Pero los duelos son duelos; alguien que está en duelo tiene que estar triste. Es normal".
Aunque algunas librerías pretenden hacer tomar el té en la misma mesa a los textos de autoayuda y a los psicoanalíticos, el trago es diferente. "No es sólo la autoayuda, aparecen otro tipo de abordajes que prometen la supresión sintomática. Se propone algo así como minimizar, anular el sufrimiento. Finalmente lo que a la gente la mueve es el sufrimiento, tome la forma que tome. El psicoanálisis se propone trabajarlo, no suprimirlo. En un conflicto que hace sufrir hay algo valioso de uno mismo que debería ser recuperado. Dentro de lo posible, creativamente. Los grandes creadores en las artes han sido personas muy conflictuadas, que han sacado potencial creativo de su propio sufrimiento. Aquello que puedo resolver por mis propios medios, lo resuelvo. Si algo me mueve es porque encuentro un límite, algo con loque no puedo. Ahí sí el psicoanálisis pivota sobre la necesaria alteridad del ser humano: nadie se arregla solo", dice Leivi.
Y llegamos a Freud y arte. Fainstein se va al surrealismo. "La cultura empezó a estar atravesada por el inconsciente. Sería muy difícil entender la obra de Dalí sin los aportes de Freud." Para Delgado, "alguien que tenga preocupaciones por la pasión del ser humano, alguien que se pregunte por el amor, el deseo, el odio, la angustia, que quiera saber cómo eso se juega en las masas o cómo se da el debate contemporáneo, no puede no leer a Freud. Es como prescindir de Darwin. O como si un argentino dedicado a la literatura no leyera a Borges porque no coincide ideológicamente con él".
Lejos de la muerte del psicoanálisis –aventurada muchas veces–, para los entrevistados Freud tiene las dimensiones de un clásico del pensamiento. Su intercambio epistolar con personajes de la época, como Albert Einstein, por ejemplo, lo posiciona mano a mano con la grandeza de sus contemporáneos. Leivi sostiene: "Los conocimientos en medicina se vuelven obsoletos con gran velocidad y quedan los grandes nombres a cuya obra se recurre con un sentido histórico. No es el caso de Freud, que sigue siendo un autor actual. Además del valor que tiene para nosotros [profesionales], ha revolucionado la manera de entender las problemáticas del ser humano. A los grandes filósofos de la antigüedad se los sigue estudiando como si hubieran escrito ahora. Dan cuenta de aspectos estructurales de la situación del ser humano en el mundo. Freud entra en esa categoría de pensadores". Para Leticia Glocer Fiorini, presidente de APA, cuando Freud plantea la existencia del inconsciente está planteando una revolución en el plano de la compresión del sujeto humano: "Porque ya hay fuerzas más oscuras, desconocidas, que aparecen en los sueños, en los lapsus, en los síntomas. Ése es el gran descubrimiento freudiano, que todavía no ha sido superado".
En su belleza discursiva Freud dice y se desdice, avanza hacia una conclusión y luego la descarta y explica por qué. No, no aburre. Delgado considera que en esto se ve al clínico con todos sus inconvenientes. "Lo que ocurría con sus pacientes –analizantes, en términos de Lacan– lo obligaba a revisar sus conceptos. Decía que con un solo elemento que se presentara distinto de la elaboración teórica, él estaba dispuesto a tirar abajo todo lo que había hecho hasta entonces y redefinir lo escrito."
¿Qué hizo este muchacho? En palabras de Mónica Wons, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), "inventó un modo de tratar el dolor, el sufrimiento humano –en el cuerpo, en la mente– a través de un recurso hasta ese momento inédito: la palabra".
Lapsus. Fue inconsciente. Un acto fallido. Sos un reprimido. Tiene el complejo de Edipo. Esos fragmentos de diálogos argentinos empiezan con F, de Freud. Sigmund está en nuestra charla hace rato.