¿Por qué irrita tanto el veganismo?
En la última exposición de La Rural que se realizó días atrás, se produjo un enfrentamiento entre lo que podríamos entender como dos modos de pensar que caracterizan a distintas generaciones. Una más tradicional,la de los gauchos de La Rural, frente a otra más actual, los veganos y Greenpeace defendiendo su modo de ver las cosas.
En este enfrentamiento existen distintos tipos de intereses como los de la industria ganadera, los de las organizaciones que cuidan el trato a los animales y al medio ambiente, junto a cuestiones de elección personal de un modo de alimentarse y vivir.
Si pensamos en el deseo, este es tan individual como personas existen y será una construcción personal la de elegir cómo queremos vivir, y en esa elección cada individuo optará por distintos modos, todos igual de válidos, y así habrá veganos, vegetarianos, carnívoros y muchas variedades más.
Podemos observar que las nuevas generaciones tienen miramientos sobre el medio ambiente, la salud y el cuidado de los animales que no eran tenidos en cuenta en las generaciones anteriores, por lo cual probablemente estemos frente a un cambio gradual hacia una nueva manera de vivir.
Nos encontramos en la era de la comunicación, era digital, era de consumo, pero también podemos decir la era del veganismo y el cuidado (o el intento) del medio ambiente.
Más allá de las características particulares de cada postura, tradicional vs. actual, pudimos observar un enfrentamiento áspero que ocupó el interés general de los últimos días.
¿Por qué molesta tanto el veganismo?, ¿por qué los veganos actúan de modo irritante para el grupo opuesto manifestándose de modo extremo y la postura tradicional hace lo suyo en su defensa?, ¿por qué pancartas irrumpiendo un festejo y por qué caballos y rebencazos para ahuyentar la protesta?
Porque se trata de pensamientos opuestos, éticas diferentes, y porque no resulta fácil reflexionar adecuadamente frente a lo completamente distinto. Porque frente a lo contrario se suele actuar violentamente, de modo pasivo o activo, pancartas o rebencazos, pero violento al fin. Somos seres sociales y por naturaleza la hostilidad forma parte de nosotros. En este tipo de enfrentamientos puede observarse con claridad el sadismo que nos caracteriza (en mayor o menor medida). El mismo que nos lleva a las guerras, a las peleas con la hinchada del equipo de fútbol contrario, al ataque a grupos distintos a los que elegimos pertenecer.
Toda postura que se plantea rígida, extrema, tiene su opuesto. Es la idea de "grieta" que podemos observar en la política, en el fútbol, en la elección de ciertos grupos musicales, y hasta en el pensamiento religioso. En este tipo de ideologías no queda mucho espacio para reflexionar y elegir libremente. Se plantean dos pensamientos opuestos y pareciera que hay que elegir uno de los dos con todo lo que esa ideología implica, sin concesiones para diagramar un pensamiento personal. La idea así planteada funciona como pensamiento colectivo, como el "alma colectiva" de una masa que arrasa con el pensamiento individual. Este es probablemente el factor esencial que genera un enfrentamiento caracterizado por la más clara irritabilidad de ambas partes del "duelo".
Algo similar sucede en la discusión sobre la legalización del aborto, que está planteada en estos términos de estar "a favor" o "en contra", sin lugar para intermedios o ideas nuevas que se diferencien de las opciones contradictorias propuestas. Claro que para votar una ley así serán las cosas, pero me refiero al pensamiento de la sociedad, que podría hacer concesiones a lo particular pero que suele elegir grupos representativos de pertenencia.
El individuo funcionando en masa se convierte en un ser sin razón, violento, incivilizado, que defiende una idea más allá y por encima de sí mismo. Como si se debiera a la masa. Y se caracteriza por un comportamiento instintivo por el cual cree tener que defenderse de modo irracional de otras ideas que no representen a su grupo de pertenencia. En este tipo de pensamiento no hay oportunidades para el cuestionamiento, para la repregunta, para las ideas propias. Se trata de un modo de pensar estandarizado por el grupo y su o sus líderes, que necesita de la aceptación "ciega" para funcionar como masa.
La idea contraria atenta contra el narcisismo, contra aquello que nos da identidad, que nos representa. Por ello es tan difícil encontrar sociedades en las que estos fenómenos no sucedan habitualmente, que respeten las diferencias, las acepten y convivan tranquilamente en ellas. Es más común observar el rechazo a lo diferente y la búsqueda de lo que nos unifica, como si eso nos diera cierta seguridad.
Más allá de la consideración del "alma colectiva" que representa a cada grupo, esta nueva mirada del veganismo toca de lleno ideas establecidas desde la prehistoria. Cuestiona costumbres que jamás pensamos sino que heredamos de generación en generación. Pone el acento en un modo de alimentación que nunca tuvimos que elegir, que se nos enseñó, que aceptamos y continuamos transmitiendo a nuestros hijos. Y que deja a quienes pertenecen al grupo tradicional como "egoístas" que no respetan la vida animal, entre otras cosas.
Esta acusación parece injusta si tenemos en cuenta que nunca nos dieron la posibilidad de pensar en los animales que se comen como seres "sintientes". Tan injusta como descalificar a quienes más allá de la educación que recibieron modificaron sus ideas y plantean un cuidado animal antes impensado.
Ambas posturas bien opuestas y por lo tanto difíciles de aceptar por el grupo contrario. Ojalá esta nueva consideración del "otro" que manifiesta la nueva generación, transforme el modo vigente de pensar las diferencias tanto en el grupo tradicional como en el propio, construyendo una sociedad "thoughts-friendly" o "ideology-friendly", que tolere y acepte los distintos tipos de pensar, de actuar, de vivir y de desear.
La redactora es licenciada en Psicología
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