¿Es terapéutica? Por qué es mejor dejar la venganza para las películas de Hollywood
Hollywood necesita de la venganza para existir. Sin ella de por medio, miles de películas jamás habrían sido filmadas o siquiera imaginadas, ya que su trama requería del afán vengador como motor para poder desarrollarse.
El vengador anónimo, Con V de vendetta, El vengador del futuro, Kill Bill, y miles de otras películas, además de otros tantos miles de capítulos de series de TV, forman parte de esa venganza que pone fuego a la pantalla. Haga memoria, estimado lector, y recordará ese crimen inicial en el que muere uno o varios seres queridos del protagonista de turno (desde Batman a El Patriota, por ejemplo). Tras ese crimen, el resto del desarrollo del filme pasa por ver lo que hace el susodicho para vengarse y así restaurar su equilibrio emocional, a través, por supuesto, de aquello del ojo por ojo, diente por diente.
Vaya uno a saber si es realmente tan terapéutica la venganza. Verdad es que, por lo que dicen los sabios, santos, psicólogos y especialistas en Derecho, pareciera que no es una conducta aconsejable, más allá de la promoción que de ella hacen desde siempre los guiones que nutren la antes señalada filmografía.
A uno le hacen daño, ese daño duele, y a partir de ese dolor la tendencia es la de retribuir, de manera simétrica, la energía dañina antes sufrida, usando ese mecanismo como intento de descarga. Esa es la venganza.
Pero todo parece indicar que esa conducta no descarga tanto como pareciera. De hecho, frente a un daño determinado, el intento de “devolver” de manera similar dicho daño, además de sumergir al dañado en una zona oscura, lleva un tiempo a veces tan largo como la vida misma, por lo que podríamos decir que no es negocio abundar en la venganza como forma de existencia.
Por suerte a alguien se le ocurrió inventar la justicia, que es una instancia a veces fallida en el plano práctico, pero siempre útil en el plano ético y conceptual. Es una forma de reparar, saliendo de la venganza y sus laberintos. Nobleza obliga: también la filmografía abunda en juicios y más juicios, al punto que cualquier consumidor de series policiales conoce más del sistema legal norteamericano que el de nuestro país.
La justicia, entre otras atribuciones, rompe el elemento reflejo que la venganza tiene, e incorpora la mediación de la reflexión en el esfuerzo reparatorio. En la venganza el vengador está preso de su afán. Con la justicia, en cambio, el que sufrió daño no se ensucia en el mismo barro que el ofensor.
Sabemos diferenciar al vengador del justiciero a través de los frutos anímicos de ambas actitudes. El vengador suele transformar su dolor o enojo en resentimiento. El hecho de buscar fallidamente sanarse con lo vengativo lo intoxica y de allí el resentir rumiante.
El que busca justicia puede estar enojado, dolorido, angustiado, pero no resentido. No se mimetiza con el que lo dañó al buscar una instancia superadora. Claro… puede fallar. Una cosa es la idea de justicia y otra es lo que ocurre en el sistema judicial. Pero, pensándolo bien, lo que surge como pregunta es si será real que la venganza mueve tanto la conducta humana, o es un invento de los guionistas de Hollywood.
Quizás solamente se trate de que la idea de gente "jugada" y que ya lo perdió todo menos el deseo de vengarse sea muy atrapante por lo que significa como catarsis.
De cualquier forma, vengarse no es como en las películas. Sépalo, señor lector. Mejor dejar la venganza para las pantallas, y dedicar la vida a cosas más saludables, que tiendan a liberar y no a generar un círculo sin salida, de esos que marchitan la vida.
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