Por qué el pop coreano es un fenómeno mundial
El K-pop despierta pasiones inesperadas y, más allá de la música y las coreografías, traza un puente cultural en las relaciones exteriores
Bien lejos estamos de Corea, una península rodeada de mar en tres de sus límites territoriales, montañosa con escasas superficies llanas y cuyos habitantes [en Corea del Sur viven 50 millones de personas] tienen un año más que en Occidente, porque se considera que cada persona nace con un año y no con un cero. Lejos estamos de aquella tierra cuyo número de mala suerte no es el 13 sino el 4, porque al pronunciarlo suena parecido a la palabra muerte. Algo de aquel país se hace presente en el barrio de Balvanera. Apenas pasaron unos minutos de las 10 en esta mañana de junio y el Konex ya está copado por chicos y chicas que corren de un lado para otro, que acomodan sus valijas y sus bolsos y tienden sus ropas en la gran sala que sirve de back al escenario del primer piso.
“Cinco horas. Faltan cinco horas”, grita una voz que alienta al resto. Todos comienzan a aplaudir, a darse ánimos y a poner la energía en los últimos ensayos de lo que mostrarán en escena en las categorías Baile y Canto de la octava edición de la final del Concurso K-pop latinoamericano. Hay argentinos, mexicanos, peruanos, venezolanos, ecuatorianos, salvadoreños, brasileños, bolivianos y chilenos, todos unidos por una misma pasión: el K-pop [Korean popular music, en inglés], un fenómeno que traspasó fronteras para irrumpir con un mix de sonidos que fusionan el hip hop, el rap, el rock, el dance electrónico y el rhythm and blues en un cóctel compuesto por perfectas coreografías, una puesta en escena de moda, estilo, mucho color y actitud.
Los que saben de K-pop dicen que 2012 fue el año clave para el fenómeno que nació en Corea del Sur y que desde hace tiempo viene pujando para instalarse de una vez por todas en el mercado y ser reconocido como un género en sí mismo. El baile del caballo, el Gangnan Style, de la mano de PSY es la razón. Su megaviralizado video rompió todos los récords posibles para un artista coreano de este lado del continente y consiguió la bendición de la reina del pop en el mítico Madison Square Garden. Allí y tal como explica Genaro Press en su libro K-pop Manía (Planeta), Madonna al ritmo del mash up entre Give It 2 Me y Gangman Style unió el pop occidental con el oriental. “Generó que los ojos del mundo se posaran en el pop coreano –destaca el autor–. Hecho raro, porque PSY no es, precisamente, un ícono K-pop, pero consiguió que los videos vinculados al género consiguieran en esos doce meses siete mil millones de visitas.”
El también periodista y especialista en música Mark James Russel explica en su libro K-pop Now! La revolución musical coreana –disponible en la Argentina sólo en e-book– que cuando llegó a la isla, en 1996, comenzaba a sonar H.O.T, uno de los primeros grupos de K-pop, desencadenando una ola de furor imposible de comparar con nada que hubiese visto él en los Estados Unidos y Europa. “Al poco tiempo comencé a publicar en diversos medios occidentales, tales como Billboard, acerca de la música coreana, presentando a los grupos más populares y a los sellos discográficos más importantes –recuerda en las páginas de su libro–. Poco a poco se hizo evidente que el K-pop tenía seguidores más allá de Corea y de Asia. Con frecuencia, algunas personas dentro de la industria musical coreana me preguntaban: ¿cuándo cobrará importancia en los Estados Unidos algún grupo coreano? En aquel momento la pregunta parecía absurda. Cuando llegué a planteárselas a ciertos ejecutivos de la industria musical de Occidente, siempre respondían lo mismo: «¿por qué querríamos un Destiny’s Child coreano cuando tenemos a Destiny’s Child? También tenemos a Beyoncé y a Justin Timberlake». En definitiva el K-pop tendría que esperar. El problema era que el K-pop no quería esperar; siguió creciendo y empujando, conquistando más y más seguidores.”
Joyce golpea sus manos sobre sus rodillas, gira y coordina con el resto de sus compañeras. Ellas son las BangerZ, de El Salvador, y bailan de memoria Boombayah, de Blackpink. En la mesa de ping pong la pelota rebota de un lado y del otro; en otro de los rincones de la sala se armó campeonato de metegol. Algunos descansan en los sillones y hay quienes repasan cada uno de sus movimientos frente al espejo. Con los auriculares puestos, Lulú (Lucía Gioiosa, 18) repasa la letra de Toy, de Block B. Ella es argentina y compite en la categoría Canto. “Comencé a cantar por fonética, pero después empecé a estudiar coreano. Todo se dio por casualidad, por un video que nos pasó una amiga de mi hermana. Me dio mucha curiosidad y empecé a meterme cada vez más, no sólo en la música, sino en la cultura que es totalmente distinta, tienen otras costumbres, otras comidas.”
“Esto es casi una olimpíada –dice Jin Yi Hwang, locutora y abogada coreana que por quinto año consecutivo es jurado de la Final del Concurso K-pop Latinoamérica–. Cada uno siente que representa a su país; está presente la antorcha. Como coreana, estoy superagradecida, porque ellos promocionan la cultura de mi país, de alguna forma estimulan que nosotros la valoremos. Son un verdadero puente.”
El puente al que hace referencia Jin Yi se conoce como Hallyu, popularmente llamado la ola coreana, que apareció por primera vez a mediados de los 90, después de que Corea estableciera relaciones diplomáticas con China (en 1992). Como bien explican desde el Centro Cultural Coreano, la ola se vio reflejada en la popularidad que poco a poco los dramas de TV y la música pop ganaron entre la comunidad de habla china. Uno de esos programas de gran éxito, ¿Qué es el amor?’, fue televisado por CCTV de China en 1997 y lo vieron más de 150 millones de personas. Ese mismo año, la Academia Seúl de música en Pekín comenzó a ganar popularidad entre los jóvenes y en febrero de 2000 la presentación de H.O.T, el grupo K-pop, estableció el término Hallyu, que aún hoy se mantiene. Los analistas políticos consideran que el puente es una estrategia en relaciones exteriores, una buena manera de estrechar lazos. “Hablamos de un fenómeno mundial –reconoce Jong-Youn Choo, embajador de Corea del Sur en Buenos Aires–, es un canal más para profundizar la cultura coreana. Como lo es también el cine, las series, las telenovelas y la comida. Para estos jóvenes, el K-pop es una puerta de entrada a nuestra cultura. Creo que la atracción por Corea o Asia para los argentinos está relacionada con ese mundo lejano, que para muchos aún resulta muy exótico. También les atrae nuestra filosofía de vida. Corea es un país muy chiquito que económicamente floreció en muy corto plazo. Eso también genera cierta curiosidad.”
A finales de la década del 90, con la nominada ola coreana y el nuevo modelo económico basado en las exportaciones de los chabeols (conglomerados empresariales como Samsung y Hyundai, que están en la base del espectacular desarrollo económico de esta nación) empujó a que Corea expandiera sus búsquedas, incluidas las productoras de entretenimiento como SM Entertainment, hacia un público que estuviese fuera de la isla.
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Todos corren hacia el escenario. Falta poco para que se abran las puertas y el público haga su entrada a la sala del primer piso. Los participantes deben improvisar todos juntos una coreo para que el público los vea por primera vez. Están los que bailan, los que cantan. Se prueban luces, micrófonos. A pesar de que se trata de una competencia, los chicos se apoyan unos a otros, reconocen las cualidades y el esfuerzo de lo que cada uno tiene para mostrar. “Se agotaron las entradas, la sala va a estar a full”, dice una de las voluntarias que trabaja junto al equipo de organización. Las ecuatorianas del grupo Adolls se emocionan ante la noticia y se apuran a dar los últimos retoques a la coreografía de la canción Russian Roulette, de Red Velvet, frente al espejo. “Después hay que peinarse, maquillarse, cambiarnos y calmar los nervios”, enumera Astrid, quien sigue al pie de la letra los consejos para lograr un estilo de maquillaje bien K-pop conocido como ulzzang.
Dentro del K-Pop hay grupos conformados sólo por chicos, conocidos como las boybands; otros, por chicas (girlsbands), y cantantes solistas. Los principales videos, los mismos que los concursantes estudian con detenimiento y copian en cada uno de sus pasos y estilos, reciben unos treinta millones de visitas, y las canciones –mezclan por lo general el idioma coreano con el inglés– más populares pueden superar los cincuenta millones. “Un lanzamiento importante de una estrella K-pop puede escalar hasta los primeros lugares de ventas de las tiendas iTunes de todo el mundo, al menos durante los dos días que siguen a su aparición –analiza Russell–. Los sitios web de Occidente publican con frecuencia artículos sobre la música coreana y, cuando se enfrentan los artistas pop de Corea con las principales estrellas de los Estados Unidos, en las encuestas en línea, los asiáticos ganan de calle. Quizá el K-pop no domine las ventas tradicionales, pero sus seguidores son incontables.” Una gran muestra de esta tendencia se vio reflejada en la última entrega de los premios Billboard. Los surcoreanos BTS se quedaron con el trofeo Mejor Artista en Redes Sociales, tras imponerse a figuras como Justin Bieber, Ariana Grande y Selena Gómez. Los BTS son una de las bandas más influyentes y tienen más de 5 millones de seguidores sólo en Twitter.
“Internet es la razón de este fenómeno –asegura Chang Sung Kim, el actor coreano que bailó el Gangnam Style en Graduados y que oficia como uno de los presentadores del encuentro, junto a la periodista Eleonora Pérez Caressi, una de las primeras en difundir bandas coreanas en la televisión abierta–. Muchos de los chicos llegaron a esto por los videos de YouTube. Como coreano no deja de sorprenderme toda esta movida, toda esta pasión.”
Este fenómeno de exportación que primero conquistó Asia, luego a Europa y desde hace unos pocos años América debe su expansión a las redes sociales. Muchos se sumergen en este universo por recomendaciones de los propios canales, sugerencias de videos de gran producción que impactan entre los adolescentes, y de las canciones pegadizas, muchas de las que alguna vez hicieron saltar a buena parte de una generación con el juego Pump It Up y que hoy tienen su propio apartado en Spotify.
En la Argentina se estima que hay más de 30 mil seguidores del género, número que se supera día tras día y que genera encuentros en los más disímiles lugares y provincias del país que encuentran su espacio de difusión en la radio online Vegaradio y en una productora de eventos culturales y de entretenimiento, Lollipop. El primer encuentro multitudinario en el país se realizó a mediados de 2011 en el Planetario porteño y el 23 de abril de 2013, con la llegada de Super Junior al Luna Park, con entradas agotadas, el K-pop dio su gran golpe. Atento a esto, Marcelo Tinelli presentó el género de forma masiva en ShowMatch en noviembre de 2014, como una de las galas de la competencia, y la repitió un año más tarde. Para ambas ocasiones los ganadores de la sexta edición del Concurso K-pop latinoamericano, los argentinos Secret Weapon, hicieron muestra de su capacidad para las exigentes coreografías. La banda que representó al país en el K-pop World Festival en Seúl y que actualmente suele hacer presentaciones por todo el país y en el exterior reconoce que todavía quedan muchos prejuicios frente a grupos que bailan. “Cuesta mucho instalarse –asegura Emiliano–. Fueron muy pocos los grupos de varones con coreos que funcionaron, el último fue Mambrú.”
Para que el Hallyu hiciera su entrada triunfal en la Argentina sólo faltaba instalar el drama coreano entre el público local y Telefé lo hizo posible en 2016, con dos exitosas telenovelas: Escalera al cielo, que superó las expectativas (alcanzó un promedio cercano a los 10 puntos de rating) y Mi amor de las estrellas. Netflix, por su parte, también hace su aporte. Disponible en Asia desde 2015, la plataforma se enriquece de la gran producción audiovisual de Corea del Sur, la más importante de la región, y ofrece en su menú un variado popurrí que incluye comedias, novelas, series, cine catástrofe, ciencia ficción y policiales. Entre su gran oferta se incluye Okja, del director Bong Joo-ho, producción original de Netflix que fue presentada en el último Festival de Cannes, donde generó una ávida polémica
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Con una camarita en mano aparece entre los chicos Jin Yi. Todos enloquecen, quieren sacarse fotos con ella, la saludan. “Desde hace siete meses tengo un canal en YouTube [JiniChannel]. ¿Sabés qué es lo más visto? –pregunta–: Las columnas en las que enseñamos idioma coreano. Al comienzo pensé que no iba a tener tanto interés, pero los chicos que aman el K-pop y las novelas coreanas quieren entenderlo todo, se toman el tiempo para analizar las letras de las canciones, algunas las traducen y las cantan en castellano. Pero no sólo se trata del idioma, sino que buscan entender y descubrir la cultura. Todos los días me llegan preguntas, quieren que les cuente sobre las relaciones entre padres e hijos, nueras, suegras. En Corea hay diferentes formas para llamar a alguien si es mayor, menor, si es una autoridad. Se le da mucha importancia a los valores y los chicos se fascinan con todo esto porque es muy diferente a las costumbres de América latina. Quieren entenderlo todo genuinamente y lo más interesante es que comienzan a adoptar cosas, posturas. ¿Viste que algunos me saludaron con una reverencia? Es increíble.”
Desde su primera edición, el músico y productor argentino Christian Basso está al frente del jurado. Su relación con la cultura coreana se inició hace tiempo y el punto de partida puntual de esta alianza se dio con el film Milyang, del realizador coreano Lee Chang Dong, en 2007, para el que compuso la música y que tuvo muy buena repercusión en diversos festivales internacionales. “Soy un apasionado de esta cultura, que fui descubriendo a través de los años y de la música –destaca el ex integrante de La Porturaria–. Admiro mucho los valores que transmite esta sociedad.” Basso reconoce que le divierte estar nuevamente en la mesa del jurado junto a Jin Yi y Soledad Silveyra, quien se hizo fan tras su paso por Showmatch. “El K-pop se acerca más a la música mainstream, podría ser hecha en Los Ángeles, la diferencia está en sus letras, en su estilo, en la estética, en sus videos de gran producción –agrega Basso–. El impacto es tan fuerte en que muchas de las grandes bandas, sobre todo estadounidenses, adoptaron estéticas y coreografías del K-pop.”
Llegó la hora. Decenas de varillas con luces se mueven. Todos se muestran eufóricos. Los primeros en salir al escenario son los mexicanos Clue, quienes ya mostraron lo suyo en Corea. Los cinco chicos están en posición y comienza a sonar Boomboom, de Seventeen. Todos cantan. Si uno cierra los ojos puede imaginarse en otro país, no hay duda. Cada participante tiene su hinchada propia, como es el caso del venezolano Kairo Mouse, que como un verdadero rockstar logra un delirio masivo con Press Your Number, de Teamin. “Me enamoré de este mundo –dirá después de consagrarse en la categoría Canto–. Por suerte en Venezuela se hacen muchos encuentros K-pop, cada vez somos más.”
Cinco primos y hermanos de entre 15 y 23 años ocupan el escenario. Son LFB-K, de Bolivia, que con la coreografía de Monster, del grupo Exo, enloquecen a todos. Perfección en cada uno de los movimientos. Con el antecedente de ser tetracampeones en su país, Keny, Brandon, Leandro, Mauro y Fabricio sueñan con llegar a Corea. “Nos gusta esto de lookearnos, de mostrarnos góticos, vampirescos y, por qué no, casi monstruosos”, confiesan casi a coro con los ojos delineados y unos lentes de contacto que los transforman en seres fantásticos. La decisión fue unánime, la categoría Baile fue para ellos. Los argentinos que resultaron seleccionados fueron las chicas de Double K [Baile] y Luxen, en Canto.
Todos sueñan con llegar a Corea, con ser parte de ese universo que dio nombres, que para muchos pueden resultar hasta extraños, pero que hoy son claros referentes de una movida que va más allá de los pasos de baile.