Están a punto de cumplirse 225 años de aquella fecha y, a diferencia de los relatos reconocidos, la relación fue conflictiva y difícil desde su inicio.
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Fue el 9 de marzo de 1796 cuando un joven general de brigada del ejército francés sin dinero y, aparentemente, sin mucho futuro se casó con una viuda cinco años mayor que él, con dos hijos de un matrimonio anterior y un largo historial de amantes a sus espaldas.
Él era Napoleón Bonaparte y ella tenía el título de vizcondesa de Beauharnais y se llamaba Rosa Josefina Tascher de la Pagérie, aunque él siempre la llamó Josefina para evitar usar Rosa, nombre que había sido pronunciado por demasiados de sus amantes.
Su matrimonio duró 13 años pero pasó a los libros de la posteridad como una de las grandes historias de amor de todos los tiempos. Pero la realidad es que la suya fue una unión brevemente apasionada que en seguida se convirtió en tormentosa y absolutamente terrible.
Inicios del romance
Todo comenzó en el otoño de 1795, cuando Napoleón fue invitado a una fiesta dada por el miembro con más poder efectivo del Directorio, la forma de gobierno adoptada durante la Revolución francesa: Paul Barras.
“Un personaje hábil, corrupto, libertino y bisexual notorio”, según el erudito Xavier Roca-Ferrer, traductor de “Las guerras privadas del clan Bonaparte” (Arpa), un libro delicioso que recoge las memorias de Madame de Reìmusat, dama de compañía de la emperatriz Josefina y quien se convirtió en la conversadora predilecta de Napoléon.}
Barras quería poner el talento indudable de Napoleón a su servicio. “Por aquel tiempo, Barras tenía entre sus amantes (además de a su joven secretario) a la vizcondesa de Beauharnais, quien ya lo había sido a su vez de otros, entre los cuales cabe destacar al muy prestigioso general Hoche”, revela Roca-Ferrer.
Josefina lo había pasado muy mal durante el Terror, la cruenta etapa que se vivió durante la Revolución francesa, entre los años 1793 y 1794. Su marido fue guillotinado y ella estuvo a punto de serlo también, pero logró salir de la cárcel. Ya libre, muy pronto se convirtió en reina de la sociedad parisina junto a su amiga íntima la española Teresa Cabarrús, más conocida como Madame Tallien.
“Empezaron a crear tendencias de moda en ropa y actitudes y a alardear de su ‘manga ancha’ en materia sexual”, explicó Roca-Ferrer. Napoleón quedó completamente deslumbrado por Josefina en cuanto la vio.
“Barras, apasionado por aquel entonces con un muchachito que acabaría ahogándose en el Sena, quería desembarazarse de su querida para concentrarse en su querido, y regaló a Josephe-Rose de Beauharnais al generalito, quien la aceptó de muy buen grado porque ya la amaba (o le gustaba) hasta la obsesión”, relató el traductor y prologuista de “Las guerras privadas del clan Bonaparte”.
Resultado: solo seis meses después de conocerse, el 9 de marzo de 1796, Napoleón y Josefina contrajeron matrimonio civil. En el acta matrimonial ambos mintieron sobre su edad. Ella se quitó cuatro años y él se sumó uno. La diferencia quedó, pues, en un año.
Cartas de amor
“Al principio Napoléon estaba locamente enamorado de Josefina, de eso no hay duda”, aseguró la historiadora y periodista Ángeles Caso, encargada de traducir al castellano y de recopilar la ingente correspondencia que el matrimonio imperial se intercambió a lo largo de 13 años de relación y que en 2014 publicó en español la editorial Fórcola bajo el título “Napoleón y Josefina. Cartas, en el amor y en la guerra”.
“Las cartas que le escribía tenían un contenido erótico importante, se moría de pasión y de deseo por ella. Pero, pasados los años, esa pasión, esa fascinación no solo terminó sino que Napoleón llegó a tratar muy mal a Josefina”, agregó.
“Respecto de Josefina, yo creo que nunca correspondió a Napoleón, al menos no de la misma manera. Esa pasión absoluta que Napoleón sintió por Josefina ella nunca la vivió”, añadió Caso. La verdad es que ambos eran muy diferentes. El general era un hombre muy culto mientras que, según cuenta en sus memorias Madame de Rémusat, a Josefina (nacida en una familia de colonos en la Martinica) nunca se la vio con un libro en las manos.
“Desde su infancia se había caracterizado por ser una ‘perfecta criolla rica’: perezosa, sensual, caprichosa y profundamente manirrota, algo que acabó desesperando a Bonaparte. Por lo demás, su hábito de comer sirope de caña le había estropeado la dentadura y siempre procuró disimularlo tirando de chales y abanicos y de una media sonrisa muy especial”, subrayó Xavier Roca- Ferrer.
Viajes e infidelidades
A los pocos días de la boda, Napoleón partió a Italia. Profundamente enamorado como estaba, escribía a diario a Josefina, a veces incluso dos veces al día, llenando sus cartas de arrebatadas declaraciones de amor. Pero Josefina pronto volvió a su ajetreada y frívola vida social y siguió teniendo amantes, aunque en las cartas que dirigía a su marido pretendía que lo echaba mucho de menos.
“Para justificar que no iba a Italia a hacerle compañía como él le pedía, Josefina se inventó un embarazo y un aborto mientras seguía ‘pescando’ garañones hambrientos en las fiestas de Barras”, explicó el traductor de “Las guerras privadas del clan Bonaparte”.
“Para controlarla, Bonaparte envió a uno de sus oficiales (Murat, su futuro cuñado) a París con órdenes de vigilarla. Finalmente, plegándose a las exigencias de Barras, Josefina fue a Italia para evitar que el general abandonara el ejército y regresara a Francia, pero se hizo acompañar por su favorito, un joven oficial llamado Hippolyte Charles”.
Acabada la campaña italiana, ambos regresaron a París y a Josefina se dedicó a disimular otra vez. Pero en cuanto empezó la campaña de Egipto y Napoleón volvió a marchar, esta vez a la tierra de los faraones, ella volvió a las andadas volcándose en su adorado Charles. La separación duró 13 meses.
“Un día de julio de 1798, mientras se dirigían a El Cairo bajo un sol de justicia, su amigo y ya general de brigada Junot reveló a Bonaparte las infidelidades públicas de su amada mujercita y le habló del tal Charles”, comentó Roca-Ferrer.
Según contó Bourrienne, secretario particular de Napoleón, este palideció como un moribundo ante la noticia: “Sus facciones sufrieron una convulsión, en sus ojos apareció una mirada salvaje y empezó a golpearse la cabeza con sus puños”.
Lleno de furia, se lanzó contra ambos, Bourrienne y Junot, por no haberle informado antes. La noticia de las infidelidades de Josefina destruyó de una vez por todas la pasión que Bonaparte sintió por ella.
“Josefina además no solo le fue infiel: también le fue desleal. A espaldas de Napoleón, sin que él se enterara, empezó a asociarse en negocios turbios. Entre esos negocios estaba el de vender calzado en muy mal estado al ejército o suministrarle alimentos muy pobres, negocios inmorales en los que Josefina jugaba con la vida de los soldados de su marido y ganaba dinero”, apuntó Ángeles Caso.
Matrimonio por conveniencia
Cuando Josefina se enteró de que su marido lo sabía todo de sus infidelidades y estaba a punto de poner los pies en París entró en pánico.
Fue a recibirlo al puerto en compañía de su hija Hortensia, favorita de Napoleón, pero él llegó por otra ruta, se le anticipó y se encerró en su despacho antes de encontrarse con ellas. “Curiosamente, a partir de aquel momento Josefina empezó a amar a Napoleón y a amarlo profundamente. Pero era demasiado tarde. Hortensia se arrojó a los pies de su padrastro pidiendo perdón para su madre. Para asombro de cuantos le conocían, Napoleón abandonó la idea del divorcio y no castigó a nadie, pero dijo a Josefina que ‘le había matado el corazón y no volvería a amar nunca más’, afirmó Xavier Roca-Ferrer.
“Josefina, a medida que Napoleón se va alejando de ella, se vuelve loca de celos, pero no por amor sino porque ve que se tambalea su posición social”, opinó por su parte Ángeles Caso.
Siguieron comportándose como marido y mujer ante terceros, pero a partir de entonces Napoleón dejó de ser un marido fiel. Se volvieron las tornas y ella pasó a ser una esposa devota y leal mientras él la engañaba. “Y comenzó a maltratarla, verbalmente y también físicamente. Hay testimonios que revelan como al menos una vez la puso la mano encima”, aclaró la traductora de la correspondencia entre Napoleón y Josefina.
El matrimonio no tardó en dormir en cuartos separados, aunque él visitaba a Josefina algunas noches cuando tenía insomnio y “necesitaba sudar”, según contó en sus memorias Madame de Rémusat.
Con todo, cuando en diciembre de 1805 Napoleón se convirtió en emperador de los franceses coronó a Josefina emperatriz en presencia del Papa. Josefina aprovechó además la presencia del pontífice para hacerse casar por la Iglesia, a lo que Napoleón se avino.
“Napoleón siguió con Josefina porque el matrimonio le interesaba desde el punto de vista social, sobre todo después de coronarse emperador”, señaló la historiadora Ángeles Caso. Además, Josefina era una mujer de mundo que sabía hacer de emperatriz.
Sandra Gulland, autora de “Josefina Bonaparte: Sueños y confidencias de la joven Josefina” escribió: “Aunque inteligente (bastante), realmente no tenía un gran intelecto”, subraya. “Pero de alguna manera sabía cómo ser emperatriz. ¿Cómo se aprende eso? No hay libros que lo enseñen, no hay muchas clases que uno pueda tomar. Y aun así ella se deslizó en ese papel fácilmente”.
El divorcio
Pero Napoleón quería un heredero, y Josefina no se lo daba. Así que el 14 de diciembre de 1809 se divorció de ella. Para entonces, la relación entre ambos ya estaba completamente podrida. Pero aun así fue generoso con ella y le dejó el título de emperatriz, cierta corte y unas buenas condiciones de vida.
“En parte, por respeto a la propia dignidad imperial y porque en ese momento final siente cierto cariño hacia ella”, en opinión de Ángeles Caso. En 1810, tras divorciarse de Josefina, Napoleón contrajo matrimonio con María Luisa de Austria, de la que también tendría un hijo, el rey de Roma.
“La leyenda de que el de Napoleón y Josefina fue un amor apasionado desde el principio hasta el final no es cierta, es eso, una leyenda. Él era un psicópata y ella se gastaba fortunas en ropa, en joyas, en la decoración de sus palacios. Tenía un amor desmedido por el boato”, aseguró la traductora y recopiladora de la correspondencia entre la pareja.
“Además fue una mujer sin ninguna ética que construyó su destino en las camas de los hombres. Pero puedo llegar a entenderla porque en aquella época una mujer no tenía posibilidad de desarrollo personal ni profesional, dependía de los hombres”, añadió.
“Josefina fue una mujer que utilizó su físico, su elegancia y su encanto para sobrevivir primero (y tener una posición social después)”. Pero ¿por qué se considera entonces la suya como una de las grandes relaciones de amor de la historia? “Porque el destino de Napoléon parece estar ligado de una manera extraña a su matrimonio con Josefina”, dijo Caso.
“Cuando se casan, él no era más que un general sin destino. Es justo en ese momento cuando empiezan sus grandes victorias. Y nada más divorciarse para casarse con María Luisa de Austria, comienzan sus derrotas”, siguió.
“Es como si Josefina, a pesar de su frivolidad y deslealtad, hubiera sido una especie de amuleto para él. Y además a todo el mundo le gustan las leyendas de amor, aunque sean falsas”, concluyó.
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