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En la provincia de Buenos Aires, esta localidad balnearia es un paraíso natural dueño de la única albúfera de la Argentina, de la primera escuela sustentable del país, de la reserva de talas más austral de la provincia y de una playa donde es posible disfrutar de un mar casi planchado.
"Para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás", cantaba Atahualpa Yupanqui y algo así sucede con el Balneario Parque Mar Chiquita. Se llama igual que la localidad cordobesa, también conocida como Anzenuza, pero esta queda en la provincia Buenos Aires. Cada verano, la Ruta Provincial 11 se transforma en una horda de autos que viajan kilómetros en busca del mar. Pero pocos advierten que en el Km 483, más allá de encontrar una postal de médanos y mar calmo, suceden cosas mágicas. Allí existe una laguna que se besa con el mar bajo un cielo donde sobrevuelan flamencos, garzas y chorlitos. Esa laguna no es como cualquier otra: se trata de la única albúfera que existe en la Argentina, declarada Reserva Mundial de Biosfera por Unesco en 1996. Ese nombre que suena poco chic y demasiado técnico es, en realidad, el responsable de la magia.
Una albúfera es una laguna de agua salobre paralela al mar, separada de éste por cordones arenosos pero en contacto con él. Al ser un ecotono (una franja intermedia entre dos ecosistemas distintos) es una zona que rebosa de vida: da hogar a 32 especies de peces, entre las que se destacan la corvina negra, el lenguado y la lisa; 10 especies de anfibios, 17 de reptiles, 28 de mamíferos, y es una suerte de estación de servicio donde más de 168 especies de aves registradas se detienen para anidar, alimentarse o descansar, y seguir su ruta.
Esta tierra es un libro abierto que narra historias de vidas aladas para oídos atentos, como la del Chorlo Ártico, que recorre 30 mil kilómetros sólo para llegar hasta aquí, o la del albatros real del norte o del sur, que viaja desde Nueva Zelanda en sólo 12 días para buscar comida para su cría y regresar a casa. Son relatos de héroes silenciosos, que esconden proezas bajo su plumaje.
Este destino es mucho más que un balneario de espíritu familiar. Mar Chiquita es una sinfonía donde la naturaleza vive en estado puro a pocas horas de la capital. Una suerte de zoológico a cielo abierto para descubrir con los sentidos despiertos, idealmente en compañía de un guía que nos ayude a descubrir la maravilla que hay a nuestro alrededor. Aquí, hay que aprender a esperar, a respetar los tiempos de la naturaleza, hay que comprender que, a diferencia de lo que estamos acostumbrados, lo que queremos ver no se paga y se obtiene al instante como en Netflix, sino que se logra con el ejercicio de la paciencia y dejándonos sorprender por lo que la naturaleza quiera mostrarnos.
Una escuela en la Reserva de Biósfera
Vivir en una Reserva de Biósfera no es igual que transcurrir en Callao y Santa Fe. Habitar un santuario natural como éste implica aprender ciertos comportamientos y manejos que son imprescindibles para su preservación.
Más allá de lo que las familias puedan transmitirles a sus hijos, la escuela pública tomó aquí un rol esencial desde la más temprana edad. Los ojos y la boca se abren al máximo tras hacer la visita guiada de la Escuela Nº 12, la primera escuela pública sustentable de la Argentina y la segunda de América latina después de la que se levantó en la localidad uruguaya de Jaureguiberry, en 2016. Esta ola verde nació en el país vecino impulsada por la ONG Tagma, que se propuso construir una escuela de este tipo en cada país de Latinoamérica en asociación con Earthship Biotecture, la empresa de construcción del arquitecto norteamericano Michael Reynolds, más conocido como el "guerrero de la basura", y con la ONG Amartya, en el caso de la Argentina.
¿Por qué en Mar Chiquita? Por su condición de Reserva de Biósfera de la Unesco. Esta asombrosa construcción de 300 m2 se hizo realidad en sólo 45 días con más de 2 mil cubiertas usadas, 4 mil botellas plásticas y 8 mil latas. Increíblemente bella, increíblemente respetuosa del medioambiente, aquí estudian unos 72 chicos (tiene capacidad para cien alumnos) que aprenden desde matemáticas hasta a hacer una identificación y conteo de aves; que se lavan las manos con agua de lluvia y con el jabón neutro que ellos mismos elaboran para que, esa misma agua, riegue a la huerta que crece en una galería vidriada con techos de paneles solares. Si la visita le hará un favor, porque para ser sustentable la escuela debe estar siempre en funcionamiento, con el agua en circulación. Todas las visitas, gratuitas, son organizadas a través del Centro de Interpretación de la Naturaleza (CAV) ubicado en el Balneario Parque Mar Chiquita.
Avistaje embarcado en la albúfera
No hace falta alejarse demasiado de la Capital para practicar avistaje de aves del bueno. Eduardo Lizundia es personal del servicio de Guardaparques en la Reserva Natural Provincial Mar Chiquita y, en sus días libres, se convierte en un guía privado de avistaje de aves. Un gran plan es hacer la versión embarcada, para disfrutar de las aves y también, recorrer la albúfera de punta a punta en la lancha del guía geográfico y de pesca Marcelo Pons.
La embarcación avanza entre lisas saltarinas y garzas brujas que parecen estatuas en una fuente. Él sabe dónde están los bancos donde las bandadas de biguás, rayadores, gaviotines sudamericanos, y otras especies, se detienen a descansar; Eduardo es experto en detectar cuándo están por remontar vuelo. De repente, el cielo se estampa con cientos de aves que despliegan sus alas creado figuras como las de un caleidoscopio. Son tantas que asombra, son tan hermosas que hipnotizan. Si uno mira con atención, entre los pastizales de la pampa que surca las aguas, es posible ver cómo se asoma un hurón, un carpincho, un zorro, gatos salvajes, peludos, mulitas, cuises y, con suerte, un ñandú.
El mejor momento para hacer el avistaje es la primera hora de la mañana y la última de la tarde en cualquier época del año. Conviene elegir un día de semana, cuando hay menos gente, en que haya poco viento (si sopla demasiado ni las aves vuelan), con marea baja para que se descubran los bancos donde reposan.
La reserva de talas más austral de la provincia
Sumergirse en un monte de 30 hectáreas donde crecen talas, sobrevuelan mariposas (del 15 de febrero al 15 de marzo se pueden ver las zafiro), bailan las libélulas y cantan los zorzales es una experiencia posible en la Estancia Nahuel Rucá, en el Km 469 de la Ruta 11. Comandada por Pedro Urrutia, es dueña del monte nativo de talas (Celtis spinosa) más austral que existe en la provincia de Buenos Aires (en realidad ese puesto lo ocupa el monte de Laguna de los Padres, pero allí esta especie convive con otras exóticas).
El monte es un imán para las aves y fauna asociadas con el único árbol pampeano, como los naranjeros y el coludito copetón, y si al paisaje le sumamos la presencia del junco espinoso (juncus acutus) y otros pastizales por los que andan carpinchos, zorros, podemos ser testigos de una postal de la pampa original. En estas tierras también pastan toros y caballos, que aquí se montan sin recado, condición de Pedro para aprender a montar de verdad. Nahuel Rucá es también la única oportunidad para acceder a la laguna homónima, que se despliega en 300 hectáreas y se puede recorrer a bordo de una canoa canadiense (el paseo dura unas dos horas). Si van en invierno, la yapa es la presencia de los flamencos.
Avistaje pelágicos en el mar
Este paseo en alta mar no se parece a ningún otro. Las salidas embarcadas que organiza Claudio Rodríguez -un apasionado por las aves y casi biólogo que anduvo por la Antártida a bordo del Irizar y trabajó para el INIDEP (Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero)- junto con sus hijos Sol, Tomás y Lautaro, congregan a birdwatchers de todo el mundo que llegan hasta aquí para avistar especies nuevas (o hacer un "lifer", como dicen en la jerga al momento en alguien ve un tipo de ave por primera vez en su vida).
Aquí, en particular, se trata de avistar aves pelágicas, aquellas que viven en el mar y son muy difíciles de ver desde la costa porque sólo vuelven a tierra para anidar cuando llegan a su maduración, que puede tomarles 10 años. Este es el caso de, por ejemplo, los petreles de las tormentas, que sólo vuelven al nido en noches de luna nueva, para evitar que los predadores vean donde se meten; o del petrel de anteojos, que nidifica en la Isla Inaccesible, donde se encuentra la población humana más alejada de la población humana, entre Brasil y África. Sólo hay 4 mil parejas. Las aves pelágicas son el grupo más amenazado de aves del planeta por las condiciones extremas que viven y cualquier alteración puede llevarlas a la extinción. La única manera de avistarlas es embarcado.
En Sudamérica hay sólo 3 operadores que hacen lo mismo, dos en Chile y uno en Brasil. Las salidas son muy costosas, por eso organiza sólo 4 o 5 en el año. Parten desde el puerto de Mar del Plata y muchos recorridos incluyen las aguas de Mar Chiquita porque esconde gemas para el avistador, como el Albatros Corona Blanca, que sólo pueden verse allí. Cada salida demanda unas diez horas en alta mar con la posibilidad de ver no sólo aves, sino también lobos marinos y, en ocasiones, orcas, ballenas y delfines. Como las aves migran cada época trae sus sorpresas. "En las salidas a la naturaleza, hay que ir a lo que ella te regale, estar abierto y saber apreciar que ese animal que viste, está libre", asegura Claudio. La próxima oportunidad de vivir esta experiencia es el 7 de abril.
SI TENÉS PENSADO VIAJAR...
DÓNDE DORMIR
Posada de los sueños. Fray Luis Beltrán 1190. T: (+54 223) 469-1254. + info Es el único hotel tres estrellas del Partido de Mar Chiquita. Un clásico de este destino, desde el año 66, cuenta con 16 habitaciones fue completamente remodelado en 2015 y este año se sumaron dos piscinas. Equipadas con aire acondicionado, LED, sommier y balcón privado. Todo el año.
DÓNDE COMER
El Parador Mor. Rivera del Sol 1350, Frente a la laguna. T: (+54 223) 469-1202. + info En esta cabaña totalmente construida en madera con amplios ventanales que miran hacia la albúfera se sirven delicias caseras que van desde las pastas hasta los alfajores, las mentitas, conitos de dulce de leche y las bananitas bañadas con chocolate. Las tortas son exquisitas. Después de Semana Santa, sólo fines de semana.
PASEOS Y EXCURSIONES
Centro de Atención al Visitante de Mar Chiquita. Av Fernando Soler 1424. T: (+54 223) 469-1158. Lunes a domingos y feriados, 10 a 17. + info
Avistaje de avifauna y safaris fotográficos. Eduardo Lizundia es parte del servicio de Guardaparques, guía y fotógrafo naturalista. Organiza avistajes de avifauna y safaris fotográficos en tierra o embarcados. + info
Circo Fish. Fernando Soler y Beltrán. T: (+54 223) 687-9084. Marcelo Pons ofrece los servicios de cruce de la laguna, pesca embarcada de lenguado y corvina negra en la albúfera y en el mar, paseos fotográficos y alquiler de kayaks.
Estancia Nahuel Ruca. RP 11 Km 469. Visitas guiadas por la reserva de talas, cabalgatas y paseos en canoa canadiense por la laguna Nahuel Ruca. + info
Avistajes pelágicos. Organiza 4 o 5 salidas anuales con mucha anticipación que parten desde el puerto de Mar del Plata. Los grupos son de unas 32 personas. + info
* Agradecemos a Eduardo Lizundia por su colaboración para la realización de esta nota.
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