¿Por qué los atletas muerden las medallas?
La imagen es tan repetida que hasta los deportistas de fin de semana muerden hoy la medalla al terminar una carrera o, incluso, un partido de fútbol de solteros contra casados. La costumbre, no obstante, se popularizó hace relativamente poco en los Juegos Olímpicos. El año que "dejó marca" fue 2010. En aquellos Juegos Olímpicos de Invierno en Vancouver, Canadá, se registró la primera víctima de esta moda. Un alemán bajó del podio con un diente roto.
Cuando ya llevamos varias jornadas de los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018, la gran pregunta que se hace la humanidad es: ¿Por qué los atletas muerden o simulan que muerden las medallas al momento de la premiación?
Al parecer todo empezó por un reclamo a gritos de los fotógrafos para que los deportistas hicieran morisquetas o algo divertido. La idea era, simplemente, obtener una imagen original.
Original, claro, fue la primera foto, y vaya a saber uno cuál fue. A partir de ahí, todos se copiaron. Digamos que, a esta altura, es casi una obligación que los deportistas le hinquen el diente a la presea, ya sea de oro, plata, bronce o cualquier dudosa aleación en un torneo de tejo.
En los Juegos Olímpicos de Londres 2012 se produjo la explosión de bocas que aparentan tragarse la medalla cual alfajor aplastado. En aquel momento, la CNN consultó sobre el tema a David Wallechinsky, presidente de la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos. El experto les echó la culpa a los fotógrafos y agregó: "No creo que sea algo que los atletas quisieran hacer por su propia cuenta".
En Río de Janeiro 2016, la tasa de medallas mordidas fue en aumento, y no olvidemos que el fenómeno excede al olimpismo. El gran tenista Rafael Nadal muerde los trofeos que gana desde 2005 (lo que se dice un adelantado español). Aquella vez, en Montecarlo, le entró a la copa como si fuera un choripán de pura excitación juvenil, por hacer una gracia.
Hasta entonces, lo normal, en el tenis y en muchos otros deportes (incluyendo los Mundiales de Fútbol), era que los deportistas besaran el trofeo.
En términos simbólicos, antropológicos y de sentido común, morder algo es el anticipo de comerlo. Morder significaría adueñarse, apropiarse, alimentarse de eso tan deseado. Dicho sea de paso, morder una medalla siempre es mejor que morder el polvo.
Históricamente, la práctica de morder el metal se relaciona con una antigua forma de evitar la moneda falsa, en especial la de oro.
Como el oro es un metal relativamente blando (se endurece en aleación con otros elementos), una buena mordida dejaba marcas en la moneda legítima. En cambio, no quedaban mellas si la pieza estaba hecha, por ejemplo, de pirita. Cualquiera que haya visto un capítulo de "La Familia Ingalls" donde la pequeña Laura cree haber encontrado oro sabe que la pirita es llamada "el oro de los tontos".
Durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver 2010, David Moeller, un piloto alemán de luge (ese pequeño trineo donde el deportista va acostado boca arriba con los pies por delante y la cabeza atrás), pudo haber perdido la dentadura completa 500 veces en su descenso. Sin embargo, se rompió un diente al morder la medalla. Y ni siquiera era la de oro, sino la de plata.
"Los fotógrafos querían una foto con la medalla entre los dientes y así lo hice. Más tarde, durante la cena me di cuenta de que había perdido parte de un diente", declaró Moeller al diario alemán Bild.
Digamos la verdad. A esta altura, la imagen de un campeón mordiendo la medalla no es noticia. Ya cansa. La verdadera noticia sería que se la tragara.
¿Alguien quiere salir en primera plana?
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