Se equivocaron. Y lo entendieron mientras el fracaso se apoderaba de sus sueños. Con mucho esfuerzo e ilusiones, ese verano habían logrado montar un resto bar en Uruguay. Se entusiasmaron, vieron un negocio rentable donde no había y, aunque pensaban mantenerlo en funcionamiento, la realidad les mostró que estaban transitando el camino equivocado. "Fue uno de los grandes fracasos de nuestra sociedad pero, como todo fracaso, nos dejó importantes enseñanzas y moralejas".
Roberto Cantoli y Gastón Luque se definen como amigos de la vida. Criados en San Isidro, en la provincia de Buenos Aires, el destino quiso que compartieran viajes, proyectos y diferente tipo de emprendimientos a lo largo de su adolescencia y juventud. Alejados de lo industrial, cuando se conocieron, cada uno se desempeñaba en ámbitos que, en apariencia, eran totalmente opuestos. Mientras uno se desenvolvía en el mundo de las finanzas, el otro tenía su profesión como relacionista público. Sin embargo, en aquel bar de Uruguay encontraron un punto de encuentro.
Y, aunque fue un verdadero fracaso, marcó un antes y un después en sus vidas. Además, tuvo mucho que ver en la transición que hicieron hacia un estilo de vida y alimentación consciente y responsable, libre de crueldad animal. "Fue el puntapié inicial. Era febrero de 2013, la temporada había terminado, los planes se habían estrellado. Ya no teníamos ni luz en el establecimiento. Mucha cantidad de la comida que se servía en el restaurante se había podrido. Y ese fue un click: tener que tirar tanta comida -animales muertos innecesariamente- por un fracaso con malos cálculos de dos pibes idiotas. Nos dio muchísima culpa. Todavía recuerdo esa sensación de disconformidad y desazón. No era justo que tiráramos comida podrida. Algo se desencadenó ese día, no sé si fue un renacer o un despertar pero nunca mas fuimos los mismos", recuerda Roberto Cantoli.
Leches vegetales, el comienzo
Ese mismo año se propusieron remediar, de alguna forma, lo sucedido y abrieron una dietética en el barrio de Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires. Se llamaba Felices las Vacas y en el local solo comercializaban productos veganos. "Además nos interesaba mucho realizar leches vegetales, ya que en esa época no había tantas opciones como hoy". De forma amateur, a prueba y error, comenzaron a obtener muy buenos productos y se enamoraron del proceso de fabricación más que de la venta al público. Por eso decidieron adquirir unas máquinas para poder elaborar las leches de forma industrial, aunque todavía a baja escala.
Y así nació Felices las Vacas, una marca con un objetivo claro: brindar una opción alternativa rica y saludable para los productos lácteos y desestigmatizar el veganismo como forma de vida. Arrancaron desde cero en la casa de la abuela de Gastón Luque, que era un jardín de infantes. La reacondicionaron, la habitamos y empezaron ellos dos más algunos amigos a trabajar en el producto estrella, las leches vegetales. Luego surgió la posibilidad de montar una distribuidora con otros amigos. "Todos aportamos y empujábamos con muchas pilas y pasión hacia el mismo lugar: derribar la industria láctea. Ese era y sigue siendo el objetivo. Lo paradójico de eso es que este año nos quisieron comprar, nos hicieron una excelente oferta desde una multinacional láctea, que obviamente desistimos. Sentíamos que si lo hacíamos era como venderle el alma al diablo".
Desde que la fabrica fue habilitada Roberto y Gastón se dedicaron 100 por ciento a su proyecto. Hoy, siete años después y con un portfolio de productos que asciende a 40 opciones de fabricación propia, reconocen que, si bien el éxito los acompaña, son conscientes de que la realidad del país no es la mejor. Leches, quesos, yogures, untables y helados, hamburguesas, dulce de leche, provoleta y alfajores a base de frutos secos, como castañas de cajú o de almendras conforman la oferta de la marca. "Damos nuestro mejor esfuerzo para que la empresa siga creciendo, y aportando desde nuestro lugar a favorecer al cambio positivo que queremos ver en el mundo".
A las leches del comienzo le siguieron los smoothies (yogures bebibles con probióticos, con sabor a banana, frutos rojos y mango-maracuyá) y una segunda marca propia, Questaña, bajo la que comenzaron a elaborar quesos veganos sobre la base de castañas de cajú. Para los quesos y los yogures, fermentan probióticos veganos. Y, aunque ese camino resultó complejo y costoso en todo sentido, ya que tuvieron que invertir en máquinas nuevas y procesos que ya no resultaban tan simples, reconocen que lograron un resultado más que satisfactorio y, ¡y no piensan parar!
Fue así como arrancaron con una propuesta de lácteos alternativos y dieron un salto hacia una alimentación alternativa. El último lanzamiento fue Karnevil, una hamburguesa símil carne con el mismo sabor y textura, 100% veganas, sin TACC ni soja y con proteína de arvejas. Todo un desafío para el mercado pero con muy buena recepción por parte del público. "No vimos una demanda clara del mercado que se satisfacía, por ende decidimos hacerlo nosotros. Alejado de nuestra línea de producción, montamos toda una fábrica nueva para la realización de los sustitutos cárnicos. Confiamos en que se irá expandiendo sin dudas día a día ese segmento. Es una realidad que nos complace atestiguar".
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