En Lanús, un gran predio, perteneciente a los talleres de la línea Roca, cobija locomotoras a vapor que aún funcionan y lujosos coches que recorrieron las vías de todo el país y que pueden ser visitados los fines de semana
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A metros de la estación Remedios de Escalada, en el sur del Conurbano bonaerense, la postal se vuelve alucinada. Locomotoras a vapor exhalan imponentes mientras el típico silbido les abre camino en el entretejido de rieles. En el siglo XXl, en el partido de Lanús, se respira nostalgia y el más desprevenido ante la foto inusual puede pensar que se trata de ensoñaciones en la propia vigilia.
Ingresar al Ferroclub Argentino Escalada, abierto a todo público, es toparse con la historia viva del ferrocarril. “Nuestro objetivo es preservar el material histórico y mostrarle a la gente lo que fue la familia ferroviaria”, define Pablo Virgili, Secretario de la comisión interna de este espacio que forma parte del Ferroclub Argentino, institución que también agrupa a las sedes de Tolosa y Villa Lynch. En tiempos de empoderamiento, la simpática y valiosa institución tiene a una mujer al frente de la presidencia: Marina Brumatti lidera Ferroclub de Remedios de Escalada, trabajando codo a codo con los socios y socias impulsados por el amor al tren.
Una colección inusitada de vagones, coches y locomotoras que formaron parte del acervo rodante que surcó los rieles del país pueblan el predio lindante con la línea eléctrica del Roca. La visita es ilustrativa y deja más de un aprendizaje. A segundos de comenzar el paseo, este neófito visitante mete la pata y generaliza con la palabra vagón a un ejemplar imponente de categoría pullman. A no confundirse, los vagones no conducen pasajeros. “Los vagones llevan carga y los coches transportan pasajeros”, aclara Virgili, un especialista del medio de transporte que realizó su primer viaje en el país el 30 de Agosto de 1857, con un trayecto que vinculaba la actual Plaza Lavalle de Buenos Aires con la estación La Floresta, formación impulsada por la locomotora La Porteña.
Acervo
A poco de caminar, rápidamente se percibe un movimiento incesante de colaboradores que van y vienen luciendo overol de trabajo. Algunos están reunidos debatiendo proyectos, mientras otros se encuentran trepados a los laterales del casco principal de una locomotora lijándola antes de la sesión de pintura, un buen lifting para devolverle los brillos naturales. Se sabe, material rodante que ingresa al ferroclub es puesto en valor con minuciosidad, siguiendo los lineamientos de planos y fotografías de época, aunque no siempre se cuenta con los repuestos necesarios cuando la tarea implica un arduo trabajo en los motores.
La sede cuenta con 60 vehículos entre vagones, coches de madera y metálicos y locomotoras diésel y a vapor, que son celosamente resguardados. El predio de dos hectáreas y media se encuentra dentro de los talleres de la Línea Roca y el material exhibido pertenece al Estado Nacional. “El Estado nos permite trabajar aquí, ya que era una zona en desuso. En 1987 nos donaron una locomotora a vapor y así comenzamos. El material lo tenemos en comodato, una custodia que hacemos a través de un contrato. Obviamente, no existe ningún inconveniente en transportarlo para que el público lo conozca, pero no queremos que nadie se aproveche de nuestro trabajo, porque la restauración del material es responsabilidad del Ferroclub”, sostiene Virgili.
La decisión de la institución es no recibir subsidios para manejarse de manera independiente, aunque el Estado Nacional, como propietario de los trenes, puede disponer de los mismos: “El Estado puede hacer uso. De hecho, en Tecnópolis hay una máquina a vapor que estaba funcionando en el club, pero de un día para otro se la llevaron y nunca más volvió, a pesar que nosotros pusimos muchas horas de trabajo y dinero”, dice algo molesto el Secretario de la institución, aunque, lógicamente, el material rodante es patrimonio público, razón por la cual se puede disponer del mismo.
Con todo, unas cinco unidades son propiedad privada del Ferroclub ya que fueron adquiridas a través de un remate. Tal es el caso de un coche pagador con vidrios blindados que se utilizaba para recoger la recaudación de las boleterías y abonar el sueldo de los empleados, uno de los atractivos que descansa a la vista del público que puede visitar el lugar los fines de semana.
Revivir el pasado
Si el paseo es atractivo para cualquier visitante, a quienes trabajaron en los Ferrocarriles Argentinos la recorrida conlleva una emoción extrema. “Se viven momentos muy emotivos, vienen trabajadores ferroviarios jubilados y cuando ven una máquina a vapor se ponen a llorar. Además, mucha gente viene con los nietos para explicarles la historia del ferrocarril”, dice Virgili, uno de los responsables de mantener viva la tradición sobre rieles.
Para celebrar el 25 de Mayo y el Día del Niño, el ferroclub organiza eventos especiales. En esas ocasiones, se encienden las máquinas de vapor y las diésel, y se hace funcionar el guinche, es muy hermoso”, se emociona Virgili, recordando esos hitos de la agenda anual que llegan a congregar a más de 3000 personas.
Como se camina a nivel del suelo, el tamaño de los vehículos es realmente imponente, haciendo sentir al transeúnte en notable inferioridad de condiciones. Impactan sobremanera el guinche cuando hay que levantar algún coche o locomotora. El aparato a vapor es de 1925, levanta 45 toneladas.
Joyas
El ferroclub cuenta con dos locomotoras a vapor funcionando que hacen las delicias de los visitantes. En ocasiones especiales, tanto las máquinas como algunos coches son transportados por las vías de la Línea Roca, como sucede cuando se lleva a cabo La noche de los Museos, fecha en la que la institución luce sus encantos en uno de los andenes de la estación Plaza Constitución.
En el galpón principal, cuyo techo tiene la altura de un edificio de varios pisos, descansa un coche pullman Wesport de 1953, con capacidad para 52 pasajeros, cuyo exterior de estricto marrón recuerda cómo se pintaban los trenes argentinos durante buena parte de su historia. Este coche, que estaba abandonado en Liniers, formaba parte de la formación bautizada como El Libertador, que vinculaba Retiro con Mendoza en la Línea San Martín.
Todo llama la atención, pero el coche dormitorio, el coche comedor y el trencito a vapor se llevan las palmas. “El coche comedor es de 1927, cuenta con su mobiliario original, aunque la cocina y los tapizados de los asientos fueron remodelados”, explica Virgili. Las mesas invitan al brunch y, en un exhibidor refrigerado, las tortas que preparó la presidenta de la institución esperan ser probadas por los visitantes. Degustando un café humeante, hasta se puede soñar con estar surcando la ruta a Mar del Plata, Bahía Blanca, Tandil o Bariloche, los destinos a los que llegó este coche comedor.
El trencito a vapor fue construido especialmente por un galés de nombre Roger Davis, quien diseñó el Ferrocarril Económico Sud y varios servicios turísticos del país. “Es un mecánico apasionado y tuvo el deseo de hacerlo y donarlo”, sostiene el Secretario del club. Con una trocha de solo 26 centímetros, la formación reproduce un sistema ferroviario real. Estaciones, señales luminosas, desvíos y señalética generan gran atracción en los chicos que juegan a ser grandes en este viajecito emancipado de los mayores que recorre parte del lugar. Aunque, nobleza obliga decirlo, no son pocos los adultos que también se suman al paseo. “A este tipo de trencitos se los utilizaba mucho en los campos para transportar la cosecha, ya que son sencillos de montar y muy económicos en su uso”.
La historia del coche dormitorio parece de ficción. Al igual que el coche comedor, también funcionó en la línea Roca, pero su uso era exclusivo para familias adineradas que podían alquilarlo. Cuenta con cinco camarotes con dos cuchetas cada uno, una bacha para la higiene personal y exquisita boiserie en sus paredes. En el baño principal, revestido en mármol de carrara, una gran bañadera permitía una inmersión relajante. Uno de los extremos del coche está totalmente vidriado, un diseño pensado para que los pasajeros pudieran apreciar las vistas que ofrecían las rutas. Los ventiladores, la calefacción en cada camarote y el hogar a leña del comedor con mesa de roble de Eslavonia explica que se trataba de una unidad muy moderna para la primera mitad del siglo pasado.
“Lo alquilaba la aristocracia para viajar con comodidad. Si el viaje llegaba a destino de madrugada, los huéspedes podían quedarse hasta la mañana, desayunar en el coche y luego partir. En cierta medida, cumplía con las funciones de un hotel”, reflexiona Virgili. La cocina, algo modernizada y el baño secundario conforman el área de servicio utilizada por el personal con notables diferencias en su ambientación. El agua fría y caliente que despedían las canillas de los baños era otra de las exquisiteces de este servicio que incluía mozo y camarero.
Sustento
El Ferroclub Argentino Escalada se mantiene con la cuota mensual de quinientos pesos que abonan sus casi 200 socios. Al no recibir subsidios, los materiales para reparar los trenes salen del bolsillo de los socios, del ingreso que generan los tickets que abona el público visitante y el alquiler del material para filmaciones de películas, clips de músicas y producciones fotográficas de casamientos o cumpleaños de quince. Algunas de las unidades pueden verse en los films Evita, protagonizado por Madonna, y Siete años en el Tíbet, con la actuación de Brad Pitt. También el cantante Alejandro Sanz utilizó uno de los coches para presentar su disco El tren de los momentos. Cuando se trata de proyectos con producción internacional, la paga es en dólares, algo que alivia las finanzas de la institución.
“Algunos socios trabajan activamente y aportan su profesión para arreglar el material. Se trata de disfrutar y que cada uno haga lo que le guste”, sostiene el Secretario de la sede. La materia prima para realizar las tareas de reparación y puesta a punto es adquirida por el propio ferroclub.
Otra de las fuentes de ingreso está dada por las consumiciones en el coche comedor y por la venta de souvenir, almanaques, revistas y hasta rompecabezas que se exhiben en una tienda pegada a la biblioteca y a una nutrida sala que oficia como museo. Allí pueden apreciarse uniformes históricos de guarda, boleteras y boletos, planos, señalética, fotografías y objetos de estación, la mayoría donados por ex integrantes del ferrocarril.
En el edificio, también funciona una biblioteca especializada en temática ferroviaria. En este caso, solo los socios pueden acceder a un préstamo de ejemplares, mientras que el público general puede consultar los volúmenes en el lugar. “Todo lo recaudado se vuelca al mantenimiento de los predios, aquí nadie cobra un sueldo”, recalca Virgili.
Aunque aún faltan algunos minutos para que se abran las puertas al público, el tránsito de gente es incesante. Los colaboradores del Ferroclub Argentino Escalada, que dedican gran parte de su tiempo a esa loable tarea de preservar la historia física de los ferrocarriles y ofrendársela a la población, trabajan desde muy temprano en la sede de Remedios de Escalada. “Nosotros le dedicamos mucho tiempo y trabajo. Es una pasión que excede al hobbie, ya que Tenemos una responsabilidad más grande”, finaliza Pablo Virgili, consciente de lo que significa mantener viva la historia del ferrocarril argentino.
Data.
Ferroclub Argentino Escalada: Avenida 29 de Septiembre 3675, Lanús, Provincia de Buenos Aires.
Tickets: Mayores de 12 años: $300, 4 a 12 años y jubilados: $200. Menores de 4 años gratis. Estacionamiento gratuito
Abierto los sábados y domingos abierto desde las 15.30 horas.
Se realizan visitas guiadas.
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