A los 27 tenía todo, pero algo en su interior lo llevó a buscar algo más; encontró en el running y en una vida austera las claves de su felicidad.
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Desde muy pequeño sintió el llamado de sus raíces, las familiares y las que lo conectaban con una profunda sensación de bienestar en la que se sentía libre y sin ataduras. Criado en la ciudad de Esperanza, en la provincia de Santa Fe, sus primeros años de vida estuvieron marcados por el contacto con la naturaleza, las tardes en el campo de sus abuelos o los paseos por el monte, que tan adrenalina le generaban.
El movimiento, la necesidad de poner a prueba su cuerpo -pero también su mente- también lo acompañaron desde que era un niño. Probó varios deportes y finalmente se decidió por el básquet, al que se dedicó desde los ocho hasta los 21 años de forma responsable y consistente. Pero fue en una carrera de trail con su primo por el cerro Champaquí, en el oeste de la provincia argentina de Córdoba, y con una pequeña mochila cargada de ilusiones cuando descubrió el placer que le generaba correr por la montaña y disfrutar de la naturaleza. Fue en ese momento que supo que había llegado el momento de abandonar el básquet y darle rienda suelta a sus piernas para que se movieran con libertad por senderos, caminos e infinidad de rutas desconocidas.
Un taller mecánico para concretar un sueño
Proveniente de una familia de “laburantes”, cuando terminó el colegio secundario, Luciano Pilatti (33) comenzó a trabajar con su padre en el taller mecánico que el hombre tenía. Mientras, se formó como Licenciado en administración de empresas y trabajó durante cuatro años en un taller de afluentes, a la intemperie, que usaba a modo de gimnasio para complementar los entrenamientos de running que, poco a poco, se convirtieron en un estilo de vida. Con el sueldo se pagaba los viajes a diferentes carreras que se organizaban en el país y en las que participaba con entusiasmo y alegría.
Hasta que en 2017, a sus 27 años, con 60 empleados a cargo y con un puesto de jefe de producción, cuando todos pensaban que había logrado lo que todo joven desea para su carrera laboral, sintió que había llegado el momento de hacer un cambio en su vida.
Renunció a su trabajo, enfocó sus energías en terminar de construir su casa y comenzó a dar forma a un proyecto laboral personal de venta de paneles solares. “Me di cuenta de que en el trabajo independiente tenía la posibilidad de manejar mis horarios y tiempos. Y eso cambió la perspectiva de cómo hacer las cosas. Mientras seguía entrenando. Pude hacer mi primer viaje a Europa y competir en Francia. Eso me abrió la cabeza, me hizo salir del círculo de confort. Me impulsó al paso siguiente que fue encontrarme con el lugar de donde venía”.
Volver a las raíces
Y así, con ese objetivo en mente, en 2019 decidió ir a Italia para gestionar su ciudadanía. El plan inicial era instalarse allí por tres meses para luego regresar al país y seguir trabajando en su emprendimiento. Pasó por el norte de Italia, conoció a algunos parientes y se sintió tan arraigado a aquellos lugares y las personas que los habitaban que optó por quedarse.
“Quería estar entre montañas para entrenar en el verano. Los primeros meses me mantuve con ahorros, viví muy austeramente. Así pude pasar cuatro o cinco meses. En las zonas montañosas, si bien había servicios de autobuses y movilidad, con un auto propio pensé que todo iba a ser más fácil. Me llamó la atención que los autos usados estaban a buen precio, vi una camioneta a 500 euros. Me cerraba por todos lados: el motor estaba muy bien y decidí comprarla para poder moverme en las montañas. La compré con los ahorros que tenía reservados para los pasajes de regreso a Argentina”.
Mientras tanto, su carrera como atleta seguía en ascenso. Una tarde, en un evento de una marca de zapatillas conoció a un corredor que le dijo que estaban buscando gente en Suiza para la parte de mantenimiento industrial en una escuela. Allí fue. Lo tomaron y comenzó a ganar tres veces más de lo que percibía en Italia. Era el momento de ahorrar y comenzar a pensar en un nuevo sueño.
Un loft sobre ruedas: ¿cómo lograrlo?
La camioneta que había comprado se había convertido en un nuevo objetivo de trabajo. La idea era modificarla para poder vivir en ella y viajar por Europa siguiendo el rastro de las carreras de trail y los espacios únicos que ofrece el continente para entrenar al aire libre y con toda clase de desafíos. “Quería correr y vivir en la Kangoo. Empecé a ver en la web cómo camperizar la camioneta. Mido 1.90, entonces tuve que hacer algunas adaptaciones. Usé material reciclado para amar una estructura metálica, recurrí a la madera, armé el depósito de agua y el espacio para cocinar. Lo que más tuve que pensar fue el tema de la cama y lo encontré después de varios intentos. El diseño quedó funcional. El colchón lo hice con goma espuma de paredes acústicas, usé eso. Cumplió su función sin problemas”.
Con la camioneta en funcionamiento y lista para salir a la ruta, Luciano se dirigió a Chamonix, en Francia. Eran tiempos de pandemia y, cuando abrieron las fronteras, pudo comenzar a viajar con la Kangoo. “Tomé la oportunidad para pensar qué quería para los próximos años, qué era lo que realmente me gustaba, cómo quería vivir la vida. Y quería responder esas preguntas viajando, disfrutando”.
Partió a conocer Los Alpes, pero como la camioneta no tiene ducha y le tocaron 15 días de lluvia, cambió el rumbo y apuntó hacia el mar. Su próximo destino fue Niza, Francia. En la Costa Azul disfrutó de las playas. De aquellos días, confiesa que los mejores recuerdos los tiene en Cinque Terre, cinco pueblos pintorescos que recorrió con paddle surf remando por el mar abierto. La Costa Amalfitana, la Isla de Capri y Nápoles le parecieron espectaculares.
Se desconectó por completo de las redes sociales, fue necesario hacerlo para poder encontrarse consigo mismo. “Hay que saber cómo vivir con la soledad. A mí me enseñó a aislarme para darme cuenta de que no necesito ni de otra persona ni de las montañas, ni de una camioneta para estar bien conmigo mismo. Esa fue la enseñanza que me dejó el viaje en soledad. Además de que pude resolver diez preguntas que me había anotado. Entre las conclusiones a las que llegué, supe que mi pasión es la montaña. La disfruto corriendo, muchos kilómetros, pero es lo que me gusta. Es uno de los lugares donde llego a un estado de meditación activa, me encuentro conmigo, lloro, rio y tengo ideas. También entendí que necesito pocas cosas para estar bien. En la escasez se aprende mucho. El viaje me ayudó a encontrar lo que buscaba”. Mientras se mantiene enfocado en la carrera Amanecer Comechingón, que está prevista para el 9 de julio. Allí buscará la clasificación para representar al país en el Campeonato Sudamericano o en el Mundial de Tailandia.
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