Marcelo Ezquiaga, junto a un seleccionado latinoamericano, revisita a Gardel. Y Antonio Birabent presenta dos discos: uno en colaboración con figuras del rock nacional y otro con su banda.
Por Alejandro Lingenti
No debe ser fácil animarse con una figura de la relevancia de Carlos Gardel. Pero Marcelo Ezquiaga lo hizo. El año pasado se cumplieron 80 años de la trágica muerte del famoso Zorzal criollo y Ezquiaga sorprendió con un disco impensado: versiones pop de los grandes clásicos con los que Gardel se granjeó su merecida fama, interpretados con la colaboración de un notable grupo de invitados. Entre otros, lo acompañan Chano Charpentier (Tan Biónica), Onda Vaga, Kevin Johansen, Leo García, Rubén Albarrán (Café Tacvba), el uruguayo Martín Buscaglia y su hermana María Ezquiaga (Rosal). Ahora empiezan una gira por Europa y darán un show de presentación oficial en Buenos Aires, el 2 de junio, en La Trastienda. Los próximos pasos de un intrépido acercamiento al mito que nació hace unos cuatro años: "Arranqué viendo algunas películas de Gardel y tocando algunas de sus canciones en mi casa", recuerda Ezquiaga. "Al tiempo, grabé un demo con un amigo que tiene un estudio casero. Hicimos una versión de «Por una cabeza» muy diferente de la original y después terminé reflotando otras canciones. Todo fue de a poco, no estaba planificado de antemano.
Creo que el aporte principal, más allá de la adaptación de los tangos a la canción pop, es mi voz. Es el séptimo disco que grabo; creo que ya encontré un estilo como cantante, y eso me hizo sentir muy seguro". En el singular álbum, titulado Morocho, el socio en «Por una cabeza» es Kevin Johansen. Y hay que decir que la versión, con sutiles detalles electrónicos, es tan osada como para ponerles los pelos de punta a los puristas: "Gardel está desde hace años en una vitrina", opina Ezquiaga. "El sonido del disco de pasta, la imagen intocable... Me saqué de encima todos los pruritos y creo que conseguí un buen resultado. A mí me gusta darles una vuelta de rosca a las cosas. De otro modo, no hubiera hecho este disco. Fui descubriendo las canciones de Gardel durante todo el proceso; me enamoré de la figura y llegué a la conclusión de que fue el primer artista pop. Pero estuve un rato con todo eso, no fue de un día para el otro".
Otro que se armó una imponente lista de invitados para su disco es Antonio Birabent: en el flamante Hijos del rock está otra vez su célebre padre, Moris –con él grabó en 2011 ese bonito álbum, porteño hasta la médula, titulado Familia canción–, pero además se sumaron León Gieco, Lisandro Aristimuño, Manuel Moretti, Gillespi y hasta el poeta de Boedo Fabián Casas, entre otros amigos. Pero eso no fue todo: grabó un disco adicional, titulado O, con Víctor Volpi, Alejandra Moro y Mauro Scaparro como colaboradores. La edición doble, de lujo, viene acompañada de textos en los que sintetiza motivaciones y metodologías de trabajo. "No es un disco doble, sino dos estaciones distintas de un mismo viaje", asegura Birabent para definir el leitmotif del ambicioso proyecto. No es casual que el primer tema de Hijos del rock tenga letra de Gieco: "En los últimos veintipico de años he tenido la alegría de compartir grabaciones y escenarios con León. Pero nunca habíamos escrito una canción juntos. Vencí el inútil y tonto pudor y le pedí alguna letra hace ya más de un año y medio", cuenta el cantautor en el esmerado booklet. "Llevo 20 años grabando y editando discos por mi cuenta", sostiene Birabent, un abonado a la producción independiente.
"Ninguna compañía se interesó lo suficiente ni yo sentí la tranquilidad necesaria para hacerlo de otra manera. El 31 de diciembre fui a caminar solo por la ciudad y tuve una revelación poética, urbana y discográfica: la autogestión se impuso porque tiene que ver con el espíritu de lo que estaba haciendo. No cabía otra. Cada pequeña cosa que logré con este disco de dos tapas es un gran triunfo. Cuando me llegó la caja con los discos, me agarró una emoción que me tuve que sentar. Era un berretín que tenía, un sueño cumplido. En un momento pensé que se me iba de las manos. Me cruzaba con un músico en la calle y lo invitaba... Pero quedó genial. Es un gran panorama del rock nacional y de la música argentina de los arrabales".
LA NACION