En el archipiélago viven poco más de 3300 personas y sus residentes son de, al menos, 60 nacionalidades diferentes
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“¡Poocha che!” Podrías pensar que estas dos palabras juntas -una expresión de sorpresa o disgusto (poocha o pucha) hacia una persona (che)- solo las escucharías en rincones de Argentina o Uruguay. Pero no. También las podés oír o leer mezcladas en un tipo de inglés del hemisferio sur: el de las islas Malvinas.
Como en esta publicación del museo local Falkland Islands Museum & National Trust: “Bueno che, íbamos al campo para el evento de celebración de dos días cuando el auto se hundió en el lodo, así que nos detuvimos para tomar un refrigerio a media mañana y tomamos dos Budweisers de la caja, ahí fue cuando todo terminó mal. ¡Pucha, che!”
Desde la ocupación inglesa en 1833, las islas -que en 1982 fueron escenario de una guerra entre la Argentina y Reino Unido por su soberanía- estuvieron continuamente habitadas por hablantes de inglés.
Eso hizo que este territorio en el Atlántico Sur tenga su propia variante de inglés denominada Falkland Islands English (FIE). Lo curioso del inglés del archipiélago es que está profundamente e históricamente influenciado por el idioma español.
¿Por qué sucedió esto?, ¿y cuán presente está el español en las islas hoy? “Hay una curiosidad [de los locales] por el idioma español”, afirma a BBC Mundo Kenyo Kalu, un joven venezolano-peruano que trabaja en un bar de las islas.
Interacción
Los desarrollos de los últimos siglos convirtieron al español y al inglés en los dos idiomas poscoloniales más hablados actualmente en todo el mundo, señala el libro English and Spanish, World languages in interaction ( “Inglés y español, lenguas mundiales en interacción”) de 2022 de la editorial Cambridge University Press.
Y curiosamente la interacción entre ambos se da en Malvinas. “Montura”, “asado” y “vino” son algunas de las 168 palabras en español y sus adaptaciones que existen en el inglés, según recoge una reciente investigación de la lingüista uruguaya Yliana Rodríguez.
“No hay un español de las islas, pero llama la atención las palabras que el inglés de las islas ha tomado del español”, le dice a BBC Mundo la profesora de la Universidad de la República, de Uruguay.
La experta asegura que el español colaboró en la configuración de la cultura y la lengua oficial del archipiélago. Pero el inglés de las islas no solo tomó prestadas palabras del español, sino que también las transformó y las hizo propias.
Un ejemplo típico de este préstamo léxico es la palabra para referirse a la zona rural, a la que se conoce como camp y que deriva del español campo, en vez de usar countryside en inglés.
¿Cómo llegó el idioma español a las islas?
Cerca del 20% de las entradas del diccionario del FIE son préstamos del español, estiman investigadores lingüísticos. Y muchas tienen que ver con la permanencia de los gauchos en las islas.
Ellos eran hombres con grandes habilidades y experiencia en las tareas de manejo del ganado que habitaron Argentina, Uruguay y Rio Grande do Sul (Brasil) en los siglos XVIII y XIX.
En la actualidad, en Uruguay y Argentina, a los campesinos experimentados en ganadería se les llama gauchos. Durante el siglo XIX, varios gauchos de la zona del Río de la Plata viajaron a las islas para trabajar con el ganado. Esto generó un contacto estrecho entre el idioma español e inglés.
Así lo detalla el sacerdote uruguayo Mario Luis Migone, quien vivió en las islas por más de 30 años a principio de siglo XX, y que Yliana Rodríguez destaca en su estudio.
“Todos los aperos del caballo, así como los colores de su pelo, son designados en castellano y pronunciados por todos los kelpers [nombre que se les da a los isleños debido a las grandes algas marinas llamadas kelp -quelpo en español- que rodean las islas], así como por los dueños y administradores de estancias, en la misma forma que en la Argentina”, escribió Migone.
“Los nombres equivalentes en inglés son enteramente desconocidos aquí, donde solo se dice freno, recao, bozal, manea, cojinillo, cincha, sobrecincha, etc.; así como se usan las palabras zaino, manchao, ovejuno, gateao, tostao, etc., para designar a los caballos según el color de su pelo”, añadió.
En la actualidad, el Historic Dockyard Museum de las islas tiene una sección dedicada a la herencia gaucha. Los préstamos del español están adaptados a la fonología inglesa, lo cual es razonable ya que pasaron casi 200 años desde el inicio del contacto entre los dos idiomas.
Un ejemplo es palenkey, que surge de la palabra palenque. A finales del siglo XIX, la ganadería fue reemplazada por ovejas, haciendo que el trabajo del gaucho fuera innecesario en las islas. Entonces los caballos fueron reemplazados por camionetas 4x4. Como consecuencia, el uso de esas palabras del idioma español se fue debilitando con el tiempo.
La huella de los gauchos
La influencia de los gauchos en las islas dejó una huella en el idioma inglés e incluso en el territorio. Muchos de los lugares de las islas llevan nombres en español.
Principalmente son lugares del interior de las islas con más presencia en el este que en el oeste y pueden reflejar la orientación, delimitación y ordenación de terrenos con fines de práctica ganadera, señala Rodríguez en su investigación.
“Boca”, “Dos Lomas”, “Rincón de los indios”, “Piedra Sola”, “Los Cerritos”, “Campito” y “Bombilla” (pronunciado con la ‘ye’ rioplatense) son algunos de ellos. Incluso el nombre “Cerro Montevideo” hace clara referencia a la presencia de gauchos uruguayos.
También, están aquellos que resultaron en nombres híbridos como Poncho Hill, Malo Creek y Chancho point. A mediados del siglo XIX se fundó un establecimiento en las islas para producir carne salada bajo el nombre Hope Place. Sin embargo, localmente es conocido como “Saladero”y hasta los carteles de las carreteras así lo indican.
Durante sus dos visitas a las islas Malvinas en 1833 y 1834, el naturalista Charles Darwin describió a los gauchos en sus registros y escribió sobre “Rincón del Toro”, que luego sería reemplazado por el nombre de Port Darwin en honor al científico.
“Guerra lingüística”
Existen dos principales subgrupos de topónimos en el español en las islas, según la clasificación de la profesora Yliana Rodríguez.
Por un lado, los que resultaron de la influencia de los gauchos y aparecen en los mapas locales de las Malvinas, que son unos 222. Y por otro, los acuñados y utilizados por los sucesivos gobiernos argentinos, que son unos 686, pero que son rechazados en gran medida por los habitantes de las islas.
Los nombres de lugares suelen jugar un papel crucial cuando se trata de la construcción e identidad nacional. Para Rodríguez existe una “guerra lingüística sobre el nombre del archipiélago” y habla de la M Word (la palabra M que no se debe pronunciar) en referencia a “Malvinas”.
“La mayoría de los isleños son conscientes de que el topónimo Malvinas es utilizado en toda América del Sur para Falklands; sin embargo, el nombre aún provoca malestar en la comunidad”, por el reclamo de soberanía de Argentina, señala.
Incluso reproduce las recomendaciones del gobierno local al pisar suelo isleño de no usar Malvinas para referirse a las islas ya que “no es la traducción en español o portugués” del archipiélago.
Vale decir que “el nombre Islas Malvinas proviene del topónimo îles Malouines, el nombre que el almirante y explorador francés Louis Antoine de Bougainville dio a las islas en 1764″.
“Es sorprendente que la palabra Malvinas siga siendo tan conflictiva 40 años después” de la guerra, opina Rodríguez. Quizás lo más llamativo es el uso de la palabra “che” y sus derivados en el inglés de las islas.
“Chay/Chey/Ché: originario de la Patagonia, ché es la palabra indígena sudamericana para amigo u hombre. El significado local es muy similar, como en See you later, chay (”Hasta luego chay”)”, define el Diccionario del Vocabulario de Falklands.
“El caso de chei lo que tiene además de colorido es que ellos lo identifican como algo propio, un indicador de localía y de reconocimiento. Si alguien te dice: how are you doing chei? (‘¿Cómo estás, che?’), te está tratando de isleño”, describe Rodríguez a BBC Mundo.
Qué se habla en las islas hoy
En la actualidad, en las islas Malvinas viven poco más de 3.300 personas, según el censo de 2016, la mayor cantidad de habitantes en toda su historia.
Sus residentes son de al menos 60 nacionalidades diferentes y el 12 de marzo celebran el Día de la Multiculturalidad. Los inmigrantes de habla hispana, en su mayoría chilenos, son una parte importante de la población de las islas.
“Si bien el inglés es la lengua oficial, el español es la segunda lengua más hablada en términos numéricos en las islas”, afirma Rodríguez a BBC Mundo.
El español lo habla el 42% de la población y el 11% de los isleños lo practica en sus hogares, según el censo de 2016. “Podríamos decir que es la lengua no oficial más hablada. Pero mis observaciones indican que uno no va a oír español caminando por allí. Hay una condena social, según los hablantes del español, al hablante de español en público”, asegura Rodríguez.
“Ellos oyen el español y ven que se materializa el conflicto”, asegura. Según analiza Rodríguez, el contacto actual con los hispanohablantes no parece haber prestado al inglés muchas palabras como sí sucedió antes con los gauchos.
Esto puede responder al hecho de que la mayoría de los hablantes del español dominan el inglés y no se necesita el español en público. Kenyo Kalu observa que, mientras atiende en un bar de las ilas, aparece el interés de muchas personas locales por hablar el español.
“Me he dado cuenta que a los isleños les llama la atención el lenguaje, entonces pasa mucho que vienen algunos y te hablan en español, quizás un español un poco forzado, pero lo quieren hablar”, describe este venezolano-peruano a BBC Mundo.
El idioma de la pesca
Las industrias más importantes de las islas Malvinas son el turismo y la pesca. Curiosamente, el idioma común en la pesca es el español. Esto se debe a que la explotación pesquera está en manos de capitales españoles en conjunto con ingleses.
“El español es muy necesario. Los propios isleños lo reconocen como una ventaja sobre todo para aquellos que quieren trabajar en turismo y en la pesca”, dice la lingüista Rodríguez.
Verónica Iriarte es bióloga marina y trabaja en el Departamento de Pesquerías del gobierno de las islas específicamente en la mitigación de la mortalidad de aves y mamíferos marinos.
Esta uruguaya cuenta que se mudó a Malvinas en 2016 para trabajar como observadora en los barcos pesqueros y que “saber español fue clave” porque “el idioma oficial de los barcos es el español”.
“Lo más interesante de la flota pesquera es que la mitad son españoles entonces el capitán, los oficiales y los cargos de mando hablan español. Y la tripulación que es de Perú, Indonesia o de partes de África, termina aprendiendo español”, describe Iriarte a BBC Mundo.
Aprender español
El idioma español se enseña en las islas tanto en la escuela como particularmente. Los isleños consideran al español esencial para sus futuras vidas laborales, particularmente aquellos interesados en el turismo y la pesca.
Así lo confirma el traductor y profesor de español particular Miguel Barrientos. Él llegó a las islas en 2004 para trabajar en un pequeño instituto de idiomas y nunca más regresó a vivir a su Chile natal.
“Tengo alumnos que van desde los 20 a los 50 años y varios de ellos trabajan en la industria del turismo y la pesca”, le cuenta a BBC Mundo.
Barrientos relata que, además de sus trabajos como profesor y traductor, también oficia de intérprete para la policía o la justicia local cuando se necesita. Y afirma que nunca tuvo problemas en hablar su lengua materna en las islas.
“La mayoría de la gente sabe que soy chileno y que mi trabajo es hablar en español. Entonces sería ridículo que alguien me diga algo”, afirma. Pero “también es verdad que hay gente que vivió el conflicto con Argentina y escuchar el español les molesta cuando ellos están en medio de la conversación”, apunta.
La bióloga Iriarte coincide en parte con Barrientos. “Jamás tuve problemas en hablar en español”, dice. “Nunca valoré tanto el español como cuando empecé a trabajar acá. Si yo no hablara español, no sé qué haría”, asegura.
*Por Analía Llorente
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