Polémica: bienvenido el VAR a las redes
En algún momento, la FIFA pensó: "hay demasiadas discusiones sobre los fallos arbitrales, habría que utilizar ayuda tecnológica para que las decisiones sean indiscutibles y se acaben las disputas". Y la FIFA creó un dispositivo y lo llamó VAR (Video Assist Referee). Y las discusiones se multiplicaron como los panes y los peces por orden del Señor.
La situación ha escalado a un siguiente nivel: ya no se discute solamente el fallo del referí sino también el del referí asistido por el uso de cámaras de video. Si el hincha de fútbol siempre ha sido propenso a quejarse de la mala fortuna y de la malintencionada administración de justicia, el VAR ha multiplicado sus suspicacias. Se maldice al réferi, al asistente, a la cámara, a la repetición y al recurso en general
Todo este rezongo se daba hasta hace algunos años, a solas, frente al televisor, como el Tano Pasman, o eventualmente vociferando presencialmente en la cancha. El descargo más brutal era el lunes en la oficina. Con el cambio de los tiempos, ¿cuál es el foro perfecto para discutir la continua sucesión de partidos, penales y offsides? ¡Las redes!
Yo pensando que le podemos ganar a boca //// En el Var va a estar un árbitro argentino pic.twitter.com/QJnOcCwQbn&— Fernández (@GonzaFern14) December 12, 2020
"Vení a mirar el aparato porque no entendemos un pomo"
El VAR ha generado dos o tres imágenes nuevas, ya incorporadas al acervo futbolero. Una, cuando al árbitro le avisan de una jugada que no advirtió o le dan el resultado de una revisión. El juez se aprieta el audífono al oído mientras un enjambre de jugadores que se imagina lo que está por venir trata de influenciar un proceso que está tan alejado de sus voluntades como el de Kafka. El rostro del magistrado es imperturbable, concentrado en el hilo de voz que le llega de la "cucaracha". "Fue afuera del área", "Le tocó en la mano antes de meterla", "Vení a mirar el aparato porque no entendemos un pomo".
Allí, el juez se para delante de un televisor claramente de menos pulgadas del que está en nuestro living o habitación y luego de unas idas y vueltas, retorna al campo, hace el rectángulo imaginario –la segunda imagen memorable que regala el dispositivo-- y marca lo que corresponde.
Llaman al VAR y.... HAY PENAL PARA RIVER!!! Fuerza desmedida del índice menor (?) pic.twitter.com/XXpxlxsxvD&— Eduardo Paladini (@EduardoPaladini) December 12, 2020
Las lineas del VAR para favorecer a River. pic.twitter.com/1PBv3asFAX&— Diego (@Diegoalfok1) December 11, 2020
y var tercero, el que más nos benefició. pic.twitter.com/cAkopwwaw1&— luciano dolber (@luchio) December 11, 2020
El show mientras se espera el resultado
En ese pequeño e interminable drama se resume el disparate. El VAR en el fútbol no es un software sofisticado que toma información de varias cámaras y la reconvierte en un único veredicto, como el Ojo de Halcón en el tenis, sino que es la misma repetición de siempre, con las alteraciones de la cámara lenta y la dificultad de ver el momento exacto en que se produce el hecho, visto en un televisor mientras una turba enardecida de jugadores espera el fallo.
Es importante la comparación con el Ojo de Halcón. La principal diferencia es que el tenis no es un deporte de contacto y prácticamente lo único que importa es dónde pica la pelota. El Ojo de Halcón, como todo aparato de medición, tiene asociado un margen de error. De todas maneras, a los tenistas no les importa, porque el mundo de ese deporte ha delegado a un mecanismo automatizado para que resuelva los diferendos. No hay subjetividades.
El fútbol podría haber adoptado el mismo criterio y usar el VAR sólo para determinar la posición de la pelota: si entró y es gol o la sacaron en la línea o algún córner disputado. En todas las demás instancias hay un mar de subjetividades imposibles de medir. La delegación al mecanismo automático no es posible y lo que termina haciendo el dispositivo es transferir la incertidumbre previa a una instancia posterior.
El tiempo extra
Incluso suponiendo que el el VAR es una instancia de justicia mejor que la decisión solitaria del juez en el campo, implica una transacción entre eliminar el error con el costo de una cierta pérdida de tiempo. En el límite de esta función se llega a un partido de duración infinita totalmente desprovisto de errores. Imaginemos, para avanzar en la argumentación teórica, que para demostrar que una cierta jugada es falta haya que hacer un análisis técnico (una cromatografía o un ADN, por ejemplo) que tarde una semana. Ese análisis descartaría el error de manera definitiva pero haría que el partido perdiera su razón de ser.
YO: OJALA EL VAR NO FRENE TANTO EL JUEGOEL VAR: pic.twitter.com/7tv5HHENeW&— lucas (@LucasMarchetta1) December 9, 2020
El sistema de VAR de Bahía-Defensa pic.twitter.com/aPWwnlNtjh&— Emma (@EmmaSpkT) December 9, 2020
El error es parte del fútbol
Como es la fluidez y la explosión orgásmica del momento del gol. Esta última experiencia es una de las víctimas principales del dispositivo. Los jugadores gritan desaforados, se sacan la camiseta, se abrazan, hacen la mímica de acunar a un bebé o se paran como gladiadores. Luego de toda esa puesta en escena están tres o cuatro minutos parados en el centro del campo esperando que la revisión valide el gol. La confirmación –o su contrario, la invalidación del tanto-- es siempre anticlimática. Están convirtiendo al fútbol en una serie episódica de convulsiones cada vez más aisladas. Las redes estarán ahí para oponerse.
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