Polémica en las redes. La intensidad de los cuidados en Twitter
Si estamos viviendo una época intensa, en las redes esa intensidad se da al cuadrado. Siendo un espacio que magnifica las discusiones y las preocupaciones públicas, este estado de excepción –y la posibilidad de estar más tiempo dando vueltas por Internet—hace que se puedan leer las cosas más extremas. Uno de los tópicos muy propenso a la exageración es el de los cuidados que deben practicarse al contactarse con el mundo exterior durante la cuarentena.
Cuando rompes la cuarentena para ir a comprar cosas básicas y ahora vives 14 días con la zozobra de saber si te contagiaste de coronavirus o no. pic.twitter.com/emlq5HT4Yh&— Sir WereDrunk (@TheWereDrunk) April 21, 2020
Una nota del New York Times reproducida en LA NACION hace unos días ponía un poco en cuestión todas esas exageraciones y se convertía en un llamado al sentido común. Como tal, fue recibido en las redes con cierta frialdad. Cuando uno se expresa en la tuitósfera, el sentido común es el menos común de los sentidos (Bueno, en el mundo real también).
La nota explica con claridad y fundamentos que no vale la pena cambiarse la ropa ni bañarse una vez que alguien haya salido de la casa (a menos de que una persona infectada le haya estornudado encima, por supuesto), que sería muy raro que el virus llegue en una carta, en un paquete o en el diario y que los cuidados tradicionales –distancia, lavado de manos y ahora tapabocas—alcanzan y sobran para cubrir la enorme mayoría de las eventualidades que pueden ocurrir cuando se interactúa con el temido mundo exterior.
La pandemia ha entronizado inesperadamente a la pregnante lavandina como reina de muchos de los hogares. Miles de esforzados y temerosos internautas cumplen con el imperativo higiénico usando este poderoso –y oloroso—disolvente de sustancias orgánicas. Claro, entre las sustancias orgánicas que puede disolver la lavandina se encuentran la comida que se quiere desinfectar, los billetes con que la pagamos, la ropa y hasta la propia piel de los ultraprecavidos.
por favor en mi casa hay un olor a lavandina que te tumba a nosotros no nos va a matar el coronavirus nos va a matar ayudin&— TITA en cuarentena (@MartuPerez_) April 17, 2020
Llamen locos a mis padres pero me hacen poner la plata que voy recibiendo en agua con lavandina pic.twitter.com/Fv5poSSNlz&— florS. (@florrsanchezok) April 12, 2020
la verdad en lo ultimo que pienso AHORA es en los partidos politicos, estoy ocupadisima manchandome toda la ropa con lavandina&— sofia (@GalaCastiglione) April 21, 2020
El lavado frecuente de manos, el alcohol gel y la limpieza con lavandina me provocaron pequeñas grietas dolorosas en las manos. Me estoy poniendo 3 veces al dia aceite de almendras y mejoraron notablemente. Les dejo el dato por si les sirve. Se consigue en farmacias y es barato.&— [R]Florencia[R] (@fetcheves) April 12, 2020
Por suerte, algunos tuiteros recuerdan que el remedio puede ser peor que la enfermedad, como quien avisa que comer algo embebido en lavandina quizás no sea la mejor defensa contra el coronavirus.
Dejen la verdura en remojo con agua y vinagre si tienen tanto miedo de la peste, pero no coman cosas con lavandina. Recuerden que no son chimpancés, son seres humanos&— Ziberial (@ziberiaI) April 20, 2020
En mi puta vida hubiese pensado que en 2020 iba a terminar pasándole agua con lavandina a un salamín.&— Diego Dance (@diegoanibal8) April 16, 2020
Ahora bien, si la salida a la verdulería o al supermercado es un inquietante viaje a La Otredad, el encuentro con el delivery es otra prueba de fuego, en la que se juegan dos amenazas. La primera es que el muchacho que viene a traer la pizza, las empanadas o algún capricho del momento –enfundado en barbijo, guantes y sosteniendo la bolsita con la última falange del dedo índice— puede ser tranquilamente el coronavirus mismo, dispuesto a avalanzarse sobre tu sistema respiratorio. ¿Qué puede hacer uno ante semejante Chernobyl con patas sino despojarse de todo y rezar porque el contacto no haya sido letal?
Salí a recibir al delivery de cosas ricas. Él con guantes. Yo con miedo. Me mostró el QR a lo lejos desde su teléfono para que yo lo captara desde el mío. Limpié todo afuera con lavandina y me desnudé en la puerta. Somos personajes de ficción.&— Natalia Volosin [R] (@nataliavolosin) March 23, 2020
La otra es la del moralismo imperante, que ve con malos ojos hacer mover la rueda de la economía desde la comodidad y seguridad del hogar para satisfacer deseos menores:
Estoy encargando Delivery de vino y chocolate. No me juzguen.&— Natalia Volosin [R] (@nataliavolosin) March 23, 2020
Como señala el economista Lucas Llach en una buena síntesis "la paranoia es menos peligrosa que la subestimación pero más peligrosa que la verdad". Es cierto que cuanto más cuidados tomemos, menor va a ser la posibilidad del contagio. Sin embargo habría que hacer un cálculo de costos y beneficios y quizás verifiquemos que con algunas de las medidas más extremas estemos corriendo apenas unas centésimas una posibilidad de por sí muy baja a un costo emocional demasiado alto. Y con el riesgo de disolver las grandes directivas fundamentales en un mar de miles de cuidados imposibles de abarcar sistemáticamente.
En mi opinión, la paranoia es menos peligrosa que la subestimación pero más peligrosa que la verdad. Existe tal cosa como recomendaciones "excesivas", porque el cansancio con su exigencia termina deslegitimando también las prevenciones razonables. https://t.co/O2B44etEGN&— [R][R] lucas llach [R][R] [R][R] (@lucasllach) April 20, 2020
En definitiva, la mejor aproximación a la epidemiología siempre es probabilístico. Los contagios se producen con una determinada probabilidad y esa probabilidad depende de las condiciones en que se desarrollan los acontecimientos. Si nos tose en la cara una persona portadora del virus la probabilidad de ser contagiado es considerable (aunque ni siquiera alta y la de enfermar aun menor). Cualquier otra situación es muchísimo más improbable y se soluciona lavándose las manos, el último vector antes de llegar a nuestras mucosas. Llevar esa probabilidad a cero es una pretensión insensata y no se condice con el manejo que hacemos de esos cálculos en la vida normal, en donde viajamos en auto, cruzamos calles, comemos salame picado grueso o le ponemos sal a la carne. En ninguno de esos casos nos preocupa que la probabilidad de que esas actitudes nos hagan daño sea distinta de cero. Entendemos de manera intuitiva que vivir implica convivir con la enfermedad y la muerte y aprendemos a balancear cuidados con riesgos, de manera de no quedar encerrados en una manía paralizante. Quizás sea hora de reaprender esa práctica con el coronavirus mismo.
Lean esto y relájense un poco. El 90 % de los cuidados que toman que leí en twitter son exagerados. https://t.co/FhTYUoTTRQ&— Gustavo Noriega (@Gus_Noriega) April 20, 2020
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