Pola Oloixarac. “Antes que la victimización, prefiero una poética de la dignidad”
En un bar situado en lo que ella denomina "Palermo Tel Aviv", la escritora Pola Oloixarac (Buenos Aires, 1977) responde con entusiasmo las preguntas de LA NACION, sobre todo aquellas que, podría decirse, hubieran podido fastidiarla. Artista de la incomodidad, la autora de Las teorías salvajes teje sus propias doctrinas sobre usos y costumbres de la izquierda argentina, el rol de los intelectuales, el feminismo y la política de Cambiemos. Después de publicar una segunda novela y de pasar una temporada en la costa oeste de Estados Unidos, Oloixarac regresó a la escena local con Mona (Literatura Random House), novela protagonizada por una escritora peruana. Inquietante y sensual, la voz de Mona seduce a los lectores.
Mientras trabaja en su cuarto libro y prepara con Victoria Liendo un curso sobre escritoras argentinas pioneras, publica una columna semanal en Perfil. Nada le resulta ajeno: Game of Thrones, el "presidente Mau", Moria Casán, Juan Grabois y Judith Butler comparten cartel en los textos de esta intrépida semióloga "acusada" de macrista por algunos críticos. "Nunca pensé que firmar una solicitada en apoyo de Cambiemos iba a generar una reacción así", dice con una sonrisa. Su tercera novela está dedicada a Asia, su hija, "por Asia Lacis, el amor de Walter Benjamin", aclara.
–¿Ya eras madre cuando escribiste la novela?
–En realidad había tenido la idea antes y había escrito un poco. Había empezado a escribirla en inglés y después la dejé porque me había dado cuenta de que el inglés no iba. Yo necesitaba la lujuria del español. Medio que me reencontré con el español y la traduje y la terminé.
–¿La empezaste en Estados Unidos y la terminaste acá?
–Sí, la empecé en un viaje y la terminé en Estados Unidos, pero pensando en español y con la cabeza, allá, desenamorada del mundo sajón. La terminé toda con la beba. Porque tiene dos años. Cuando estaba embarazada y después con la beba, me sentía mucho más enfocada en lo que tenía que hacer.
–Respecto de tus dos novelas anteriores, hay un cambio muy evidente en tu escritura.
–El lenguaje es distinto porque es más concentrado, menos maximalista. Quería efectos de humor diferentes y otra elegancia. Me ayudó pensarla primero en inglés. Encontré otra manera de escribir pasando primero por el inglés.
–¿Cómo sería esa otra manera?
–Hay una fantasía del inglés, que viene de Borges, que tiene que ver con que el inglés representa un esquema de concisión, una gramática de cuidado. Pero me topé con las cosas que para mí le faltaban al inglés, y que no necesariamente le faltaban a mi inglés. El español te puede marear, podés verlo como un bosque infinito y podés perderte. Por ahí me tengo que agarrar a un eje como el que planteaba Borges, un método para no perderse en el bosque. Es decir, mis adjetivos van a ser estos. Cuando él dice "dolorosa y húmeda Eco", usa un adjetivo moral y un adjetivo físico. Él va encontrando un sistema. Eso es lo más divertido de Borges. Tenía que hacer el mío para poder navegar el bosque y no terminar en las frondas.
–Mona habla un español que no es rioplatense. La protagonista es limeña.
–Me gustaba jugar al español neutro, que no tuviera que ver con una lengua materna o la lengua de la juventud. Más una invención de mi neutro, porque tampoco es el español ibérico. No es el español con el que escribe un mexicano. Me gustaba fantasear eso. Tenemos un continente muy rico. El español tiene algo muy corporal, muy asociado al ritmo. Es un sueño latino en ese sentido puro de la idea del amante latino. Eso me encanta y me gustaba que la protagonista pudiese tener un viaje erótico a través de esas formas de hablar.
–Además del erotismo, Mona puede ser leída como una novela de terror.
–Sí, me gustaba la idea del terror moral que atraviesa una mujer, que todas atravesamos. A todas nos pasan cosas y, sin embargo, una va. Es la novela de una sobreviviente, pero yo no la trato como a una víctima. No está capitalizando esa moneda de víctima, si bien lo es. Eso no sé cómo manejarlo. Porque siento que si uno dice que es víctima leés la novela de otra manera.
–¿Temías caer en la victimología?
–No temía para nada. Pero esa es la discusión que me interesa con el feminismo. Creo que hay mucha gente pensando en esta cuestión de la víctima. Tenés a Rita Segato, que dice que poner todo el tiempo la cuestión de la víctima en primer plano no es "empoderante", porque termina empoderando a todos los tipos; incluso los que no son victimarios tienden a sentirse victimarios. Esa es una manera de pensarlo, y es interesante. Yo prefiero una poética de la dignidad. De la mujer a la que no la para nadie. Que vive con su angustia y no la tira para afuera diciendo "el Estado es responsable".
–¿Y creés que las discusiones sobre el feminismo se están desarrollando de manera interesante?
–La verdad que no. Me parece que hay un miedo sobreactuado. Hay gente que dice: "Ay, no puedo decir nada porque me van a tirar con todo". Por otro lado, parece que hay gente a la que sí le tiran con todo. "Nos están violando", "¿Dónde estaba el Estado cuando le pasó algo atroz a alguien?"; esos discursos son difíciles porque no podés despegarte de esa posición en que le estás pidiendo al Estado que sea tu mamá y tu papá al mismo tiempo. Me parece más interesante pensar cómo creamos sentidos de responsabilidad para cuidarnos, pero sin sobreactuar esas posiciones que nos terminan desempoderando. Veo que hay un discurso muy tendiente a eso, y me parece erróneo. Me gustaría que se pudiera discutir más. Hay tantas cuestiones con el feminismo. La idea de que el feminismo tiene un solo color político no me cierra para nada. Esa idea de la apropiación de la causa feminista en un color politizado me parece errónea. Es espectacular que Macri haya permitido la discusión del aborto, lo que me parece un horror es que sus senadores se hayan opuesto. La única cosa de la que este gobierno podía jactarse de haber hecho se perdió gracias a ellos.
–En un momento, y aún hoy, te describen como una intelectual de Cambiemos.
–Me parece muy exagerado. Los de Cambiemos me habían invitado a firmar una carta. Como yo firmé ese apoyo, quedé asociada a esa idea. Y bueno, sí, los voté, pero no tengo ninguna participación en el gobierno. Desde que volví a Buenos Aires, desde antes también, estuve como observadora de lo que pasaba.
–¿Qué te pareció y qué te parece lo que ves? En el campo intelectual, el político, el social.
–Para mí, la Argentina es espectacular. Cuando estaba en Estados Unidos veía gente muriéndose de hambre en la calle. Si iba al centro, contaba cuarenta homeless por cuadra. A esas personas les pasaba cualquier cosa, desde doblarse un dedo hasta tener apendicitis, y se morían ahí. Si ves los reclamos en Estados Unidos, muchos tienen que ver con la universal healthcare, que es lo que nosotros tenemos y damos por sentado. O no tener una deuda por estudiar en la universidad. Ahora en algunos estados empezaron a prohibir el aborto, así que tampoco tienen ese derecho. A nosotros nos cuesta la libertad, pero no nos damos cuenta del nivel de riqueza que manejamos. Me parece terrible que un chico pida plata por la calle. Desearía que no hubiera pobreza, pero a ese nene lo atienden acá en el Hospital Fernández. No hay países perfectos. Vivir en un lugar donde cualquier persona es un ser humano me hace sentir muy bien.
Otras noticias de Mesa para dos
Más leídas de Lifestyle
No falla. El método para eliminar las chinches con ingredientes naturales
No fallan. Los siete trucos de un neurólogo para fortalecer y cuidar la memoria
La última entrevista. Cuando Roberto Giordano habló sobre sus problemas de salud: “Ya tengo tres bypass”
Fin del misterio. La ciencia reveló dónde se encuentra el centro del universo