¿Podemos vivir sin plástico?
No hace tanto tiempo atrás, era una ilustre desconocida. Fue en un abrir y cerrar de ojos que conquistó el mundo. Hoy se consumen cinco billones por año. Diez millones por minuto. El polietileno ya se había creado por accidente en una planta química en Northwich, Inglaterra. Pero la bolsa de plástico –de ella hablamos–, fue patentada recién en 1965 por un ingeniero sueco.
Hasta entonces, todos usaban bolsas de papel o de tela para hacer las compras. Gracias a su innovadora resistencia y su innegable comodidad, hacia la década del noventa ya era un producto omnipresente en los supermercados del mundo.
Las cosas iban de maravillas para la bolsa de plástico. Hasta que alguien descubrió que en medio del Océano Pacífico se había formado una isla de basura plástica del tamaño de Francia, España y Alemania juntos. Y que si sumábamos la cantidad de bolsitas, sorbetes y demás plásticos descartables, estábamos arrojando 8 millones de toneladas de plásticos por año al océano.
De hecho, todavía lo hacemos. Pero algunos hábitos están empezando a cambiar: hoy la otrora todopoderosa bolsa de plástico parece estar en peligro de extinción. Cada vez son más las ciudades –Buenos Aires, sin ir más lejos– y los países –Estados Unidos, China, pero también Chile– que con sus legislaciones le declaran la guerra. El objetivo de fondo: ponerle fin a la hegemonía del plástico.
"Los plásticos llamados single use son productos que tenemos apenas unos minutos en nuestras manos pero que tardan cientos de años en degradarse en el océano. Esto representa un gran problema", dice Agustina Besada. Sabe de lo que habla: esta argentina experta en sustentabilidad cruzó el Atlántico en un velero para registrar las altas concentraciones de plástico en el mar. "Creo que la mayoría de la gente no se da cuenta de la cantidad de plástico que los rodea en su vida cotidiana. Es una relación excesiva y fuera de control", dice la actual directora de Unplastify, una iniciativa que busca educar sobre la contaminación por plásticos.
Datos para sacudir conciencias no faltan: un grupo de científicos de la Universidad de California, en EE.UU, calculó la cantidad de plástico generada en el planeta desde los inicios de su producción industrial. Según las cifras, hay suficientes restos de plástico en el mundo para cubrir un país entero del tamaño de la Argentina. Y en esta era del plástico, el océano se convirtió en el gran basural del planeta. De seguir así, la ONU pronostica que para 2050 habrá más plásticos que peces en el mar.
Dieta plástica
Al respecto, una noticia se digirió con pasmosa facilidad semanas atrás: resulta que podríamos estar comiendo 5 gramos de microplásticos por semana sin darnos cuenta. Es el equivalente al peso de una tarjeta de crédito. O de una birome, para los que prefieran un invento nacional para comparar.
Las cifras surgen de un exhaustivo estudio de la Universidad de Newcastle, en Australia, encargado por la World Wildlife Foundation (WWF), que recopiló información de más de 50 trabajos a nivel mundial sobre la ingesta humana de plásticos.
"Los microplásticos son partículas plásticas de menos de cinco milímetros que, debido a la acción del mar y el sol, se van fraccionando en pedazos cada vez más chicos", explica Verónica García, bióloga y coordinadora del proyecto de basura marina de la Fundación Vida Silvestre. Y advierte: "El plástico que desechamos no desaparece: está volviendo a través del agua y de la comida que ingerimos. De hecho, ya hay evidencias de microplásticos en el tubo digestivo de peces del Río de la Plata".
¿Cómo nos impacta esta dieta plástica? La ciencia todavía evalúa el efecto de los microplásticos en la salud humana. Algo es seguro: nadie en su sano juicio elegiría comerse una tarjeta de crédito por semana. O una birome.
Mientras tanto, cada vez son más los que buscan dejar de ser parte del problema y piensan soluciones posibles para detener la contaminación por plástico.
Quién quiera sumarse a la causa, debe saber que estamos en el momento ideal del calendario. El movimiento #PlasticFreeJuly propone rechazar el consumo de plásticos de un solo uso durante todo el mes. La iniciativa ya suma millones de seguidores en todo el mundo y busca difundir experiencias alternativas de consumo que luego puedan convertirse en hábitos. ¿Por ejemplo? Tener a mano siempre una botellita de agua reutilizable, no usar sorbete al pedir un trago, o simplemente decirle que no a la bolsita de plástico que nos ofrece el verdulero.
"La idea es mostrar que se puede vivir un mes sin plásticos y así sumar algunos hábitos de consumo más conscientes. Es un desafío global y es genial que se esté empezando a difundir en Argentina, donde existe un uso desmedido del plástico", sostiene Ivan Pavelic, un joven emprendedor platense que creó Swahili, una marca de mochilas y fundas que se destaca por su materia prima: reutiliza desechos plásticos de los banners de publicidad. Esos mismos carteles que alguna vez ayudaron a instalar un reinado del plástico que hoy parece estar llegando a su fin.
El autor eseditor de Aconcagua.lat