¿Podemos vivir sin mail?
Cada vez se torna más difícil evitar chequear el correo en vacaciones; según los expertos, pesa más el deber de conectarse que el lujo de no hacerlo
Si la típica postal de vacaciones suele mostrar arena, mar y una regia hamaca paraguaya, Mariel Romeo sumaría un elemento más: la bandeja de entrada del mail. Esta publicista de 39 años que veranea en Punta del Este acepta que, entre la brisa marina y el sol de la playa, necesita revisar su correo. "Todo el tiempo lo chequeo, el personal y el laboral. Es más, en el bolso tengo dos celulares y sería raro no tenerlos. Ni siquiera me resisto: uno ya no hace ni en vacaciones un corte con la tecnología, tener el celular a mano hace todo más fácil y siempre estás conectado con Buenos Aires", dice.
Ella viajó equipada con sus BlackBerry, iPad, Galaxy y laptop. La netbook la suele dejar en el hotel en Manantiales en el que está hospedada y el iPad en el auto. "Al parador me acerco para chequear determinados datos que en el celular se complican: avisos e imágenes que me envían", comenta, en referencia al espacio que brinda el parador de la playa Montoya para que los clientes se acerquen a usar las netbooks que tienen ahí. El iPad lo usa para bajar música de iTunes, pero sobre todo es para su hija Rocío, que mira películas ahí. "Ahora antes de irte de vacaciones, primero armás el maletín con todos los cargadores y los dispositivos –dice, entre risas–. Después sí, el del maquillaje y la ropa."
En plena vorágine tecnológica, tener acceso al mail ya es parte de nuestra rutina. El 62% de la población urbana argentina mayor a diez años usa Internet todos los días, desde su computadora personal, la de trabajo o dispositivos móviles, según la Encuesta Nacional sobre Acceso y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación del Indec, difundida el mes anterior. Héctor Dama, director ejecutivo de la consultora de recursos humanos CCN, agrega que la mayoría de los trabajadores continúa chequeando sus mails en vacaciones.
"A mayor responsabilidad jerárquica se acentúa la necesidad de «estar conectado», ya sea por necesidades reales de la actividad, ya sea por necesidades percibidas como críticas por las personas", dice.
Si a eso se suma la enorme oferta de conectividad que ofrecen los lugares de alojamiento, se hace cada vez más difícil hacer efectiva la idea de "desconexión" absoluta que en otra época era sinónimo de relax. Adriana Bustamente, periodista, profesora de Social Media de la Universidad Abierta Interamericana y fundadora de www.digitalinteractivo.com, lo plantea muy claro al citar un informe del diario Le Monde que habla de la posibilidad del "corte total" como una cuestión casi de elite.
"Se pronostica que cada vez habrá más gente pidiendo asistencia para desconectarse. No es un fenómeno de masas, sino una tendencia minoritaria que involucra más bien a los sectores más acomodados", plantea Bustamante. "Lo que dice el sociólogo Francis Jauréguiberry, que investiga el tema, es que algunos tienen el poder para desconectarse, y otros, el deber de permanecer conectados. Los "pobres" de la tecnología son los que no pueden eludir la responsabilidad de responder de inmediato un correo electrónico o un mensaje de texto. Los "nuevos ricos", por el contrario, son los que tienen la posibilidad de filtrar e instaurar distancia respecto a esta interpelación. Carina Sánchez, que también pasa sus vacaciones en Punta del Este, intenta no quedar por debajo de esta "línea de pobreza tecnológica". Pero aunque se esfuerce, no logra escaparle al mail. "Trato de chequear lo menos posible, pero al recibirlos en el celular me es imposible. Por eso dejo el teléfono y la netbook en la casa. Ni loca los traigo a la playa", dice.
Alejandro Melamed, autor del libro ¿Por qué no? Cómo conseguir y desarrollar tu mejor trabajo, plantea por su parte que sí es posible dejar de revisar el correo de trabajo. Más bien, lo ve como algo necesario. "La desconexión puede ser una buena oportunidad para darse cuenta de qué es urgente y qué no", comenta. Así, propone aprovechar la opción de programar una respuesta automática cuando el usuario está de vacaciones. Por supuesto, el mensaje deberá indicar quién puede atender los asuntos en su ausencia. "El período vacacional es un excelente momento para que otros asuman responsabilidades", asegura Melamed. ¿Y si alguien realmente no puede desligarse? Como Carlos Macra, por ejemplo, que dirige una empresa de desarrollo de nuevos negocios y no puede desvincular su tiempo libre de los temas de oficina. "Cuando uno tiene un nivel de responsabilidad alto, siempre tiene la obligación de responder; no a todos, pero sí estar disponible para algunas cuestiones puntuales", señala Macra. Bueno, para esos casos, Melamed sugiere llegar a acuerdos con la familia sobre los horarios en que se revisará el mail.
La otra cara de la moneda
Es cierto, revisar mails de trabajo en vacaciones puede ser un sacrificio, pero quienes no lo hacen se arriesgan al posterior dolor de cabeza: procesar todos los correos recibidos durante su ausencia. Según un informe de Zonajobs sobre la rutina laboral en la Argentina, el 30% de trabajadores lee más de 20 mails por día. Es decir que, si un empleado no revisa su correo en sólo diez días de vacaciones, debería chequear luego... 200 mails. "El problema más grande es cuando uno vuelve: encuentra cientos de correos. Y es imposible procesarlos todos porque hay mensajes urgentes, familiares, de publicidad...", sostiene Alejandro Fernández, profesor de la Facultad de Informática de la Universidad Nacional de La Plata y miembro del Consejo Directivo de la Sociedad Argentina de Informática. Aun así, hay una opción que Fernández recomienda: los filtros o etiquetas. Outlook, Gmail y Hotmail tienen mecanismos que permiten clasificar en carpetas los mails que van llegando de acuerdo con cómo el usuario lo programó con anticipación. De esta manera, desconectarse es, en la práctica, posible, aunque Fernández advierte que no se puede confiar totalmente en los filtros y que uno debería hacer su procesamiento manual. También señala como ventaja que las cuotas de almacenamiento son generosas (llegan a diez gigabites), pero no es tan fácil en el caso de las cuentas institucionales, cuya cuota es de 1 gigabite aproximadamente. De todas formas, es evidente que hay una inercia que va mucho más allá de las cuestiones prácticas. "Sherry Turkle, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y autora del libro Alone Together, dice que mirar mails o SMS frente a otros puede ser tan contagioso como un bostezo. La gente pasa el 90% de su tiempo de trabajo con los mails, y en su casa envían SMS estando a la mesa", señala Bustamante. "Vivimos en esta hiperconectividad, donde uno se despierta y lo primero que hace, antes de desayunar, es revisar su celular, entonces en vacaciones es difícil no seguir la rutina, incluso aunque uno se lo proponga."
En pleno entusiasmo veraniego, cuesta reconocer que las responsabilidades laborales también se guardan en las valijas, y es entonces cuando los psicoanalistas Pedro Horvat y Diana Sahovaler exponen otra situación: la ansiedad por estar desconectados. "El celular y el mail nos permiten la ilusión de estar permanente conectados. Cuando esto no está, genera la ansiedad de quedar fuera de todo, del control de lo que es importante", indica Horvat. Sahovaler, además, señala que muchas personas recurren a la conexión como un refugio. "Les causa cierta angustia estar en un entorno desconocido y por eso buscan lo conocido, que es el trabajo", dice. Carlos Macra, por su parte, se mantiene enfático en la necesidad de revisar el correo: como socio fundador de su empresa, no verlo le puede costar un negocio. "Son cuestiones que se tienen que hacer", determina. Sin embargo, especialistas como Bustamente señalan que esa aparente sobrerresponsabilidad también puede encubrir otras cosas. Ella menciona a Brian Uzzi, profesor de liderazgo en la Northwestern University’s Kellogg School of Management, quien explica que, aunque la mayoría de los mails no sean urgentes, es algo que queremos conocer, actualizar y controlar, incluso en períodos de descanso. "En personas acostumbradas a estar en continuo contacto con el correo electrónico, el hecho de dejar de consultar la bandeja de entrada puede producir una ansiedad incontrolable. Por eso la solución quizá no sea dejar todos los dispositivos de lado, sino planificar momentos para chequearlos", sugiere Bustamante. La clave es dosificar y aprender a incorporar los nuevos hábitos sin volverlos nocivos. Al fin y al cabo, el descanso es algo personal y cada uno se desenchufa como quiere. Si es que puede.
Con la colaboración de Fernando Massa
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