¿Podemos vivir cien años?
En el último siglo, la expectativa de vida creció más que en dos milenios: un ciudadano de la antigua Roma podía vivir 22 años, mientras que hoy, en muchos países, la cifra supera los 70 u 80. ¿Quiénes pueden vivir un siglo, y cómo? ¿Puede ayudarnos la ciencia? Aquí, logros y desafíos con los que el planeta se enfrenta a este aumento sin precedente de la longevidad humana
Mi la vida es como una película, algunos dicen que la especie humana la ve a las apuradas. El hombre sale del cine mucho antes de que termine la función, sin saber que tiene en el bolsillo una entrada que le permitiría quedarse y disfrutar hasta el final.
-Las personas estamos programadas para vivir entre 100 y 120 años -asegura el doctor Juan Hitzig, médico, profesor de Biogerontología y miembro de la Academy of Antiaging Medicine.
No es un film de ciencia ficción: los centenarios son el grupo etario que, en proporción, mayor crecimiento experimentó en los últimos años.
En el siglo XX la expectativa promedio de vida se incrementó más que en dos milenios. Un ciudadano de la antigua Roma moría aproximadamente a los 22 años, mientras que, según estadísticas de las Naciones Unidas, un bebe que nace hoy podría vivir unos 81 años si llegara al mundo en Japón y casi 74 en la Argentina.
-Mi bisabuela murió muy joven y yo, a los 83, me siento realmente bien. Como sano, leo, camino, vivo sola y manejo mis tiempos -declara Hilda Herman, una jubilada que tiene tres hijos, cinco nietos y una bisnieta.
Es sólo un ejemplo. Pero en el transcurso del siglo XXI, una cantidad inédita de personas extenderá su vida. Y no únicamente en los países desarrollados, como ocurrió hasta hace poco. La población de más de 85 años ya aumentó notablemente en América latina, mientras que la población de más de 65 años viene creciendo a un ritmo del 2% anual, según señaló un informe presentado hace pocos días por la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
En la Conferencia Regional sobre Envejecimiento realizada en Chile, en 2003, los datos aportados por la División de Población de la Cepal fueron contundentes: la proporción de personas mayores de 60 años se triplicará entre el año 2000 y el 2050.
El fenómeno inquieta desde todos los ángulos. Nunca antes se habló tanto de la medicina del envejecimiento que, dicen, va camino de convertirse en la especialidad médica del siglo. La ciencia nunca estuvo tan atenta en analizar los factores que provocan, demoran o retardan el envejecimiento en ratas, moscas de la fruta, tortugas, levaduras o monos, para tratar de encontrar algún paralelismo con el desgaste del cuerpo humano. Los médicos nunca advirtieron tanto sobre los impactantes beneficios de hacer ejercicio, llevar una dieta balanceada o controlar el estrés con miras a prolongar la calidad de vida sobre la Tierra. Se abrieron nuevos interrogantes: ¿quién puede vivir 100 años y cómo? Si logramos vivir más, ¿podremos también vivir mejor? ¿Se puede envejecer evitando la enfermedad? ¿Cuáles son los desafíos que plantea al planeta el aumento masivo de la población longeva?
Envejecer de otra manera
El Jardín Botánico de Buenos Aires es el lugar preferido por el doctor Hitzig, autor de Cincuenta y tantos (Sudamericana), para dar una clase especial.
Una mañana pide a sus alumnos que pregunten a los jardineros del lugar acerca del proceso de envejecimiento de las plantas. Así uno se entera de que en el reino vegetal los organismos viven en plenitud la mayor parte de su vida y luego evolucionan muy rápido hasta la muerte. Después, el profesor invita a contemplar la conducta de los gatos que allí habitan. Los felinos de todas las edades -observan los estudiantes- corretean, se estiran al sol o juegan entre sí; hasta que el reloj biológico se detiene y, de repente, una mañana los más viejos aparecen muertos bajo una cama de hojas.
En condiciones naturales, el envejecimiento es un proceso lento ("vinculado a la autonomía", aclara Hitzig) y la vejez ("asociada a la discapacidad") es corta. Los alumnos observan el envejecimiento de las personas que pasean por el Botánico.
-Los humanos somos los que peor envejecemos. La evolución conoce de envejecimientos largos y muertes breves, solamente la especie humana ha transgredido esta regla. El desafío es prolongar el proceso de envejecimiento saludable y acortar el tiempo de la vejez. Porque envejecer es un fenómeno inexorable, pero tiene algo modificable: su ritmo -explica Hitzig.
Está convencido de que el progreso modificó nuestros hábitos (alimento, movimiento, pensamiento y sentimiento) y produjo el desequilibrio que lleva a una vejez larga y enferma. Pero también de que cambiarlos y prolongar la vida saludable está en manos de cada persona.
¿Se puede anticipar de qué forma vamos a envejecer?
-Podemos decir que la gente va a vivir más, pero predecir qué calidad de vida tendremos dependerá de muchos factores: sociales, económicos, del entorno. El envejecimiento es absolutamente heterogéneo. Tiene que ver con la vida que le toca vivir a cada uno, su biografía, su salud, sus condiciones económicas, si es mujer o varón, soltero o casado. Pero se sabe que, en general, uno envejece como vivió -responde la doctora Lía Daichman, presidenta de la Red Internacional de Prevención de Abuso y Maltrato en la Vejez.
La conducta humana tiene por objeto regular el equilibrio biológico.
-A medida que cambian las necesidades del organismo, cambian las conductas y sentimientos. Cuando la sociedad trata de que los mayores se porten como si tuvieran 30 años, la persona se sale de su homeostasis. Estamos frente a una generación de viejos distresados, que no funcionan en armonía con su biología -argumenta el doctor Roberto Bonanni Rey, director del Instituto de Electrofisiología Computarizada.
-La sociedad no está preparada para recibir a una oleada de viejos, y ése es el primer gran problema. El segundo es que si no hay estructura para atender a un viejo normal, menos la habrá cuando llegue el viejo extendido y con la patología que aumenta: la cerebral, en todas sus dimensiones -agrega.
Ya en la II Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, realizada en Madrid en 2002, se subrayó la vinculación entre el incremento de la tasa de envejecimiento demográfico y la tasa de demencias en la población de edad avanzada. Frente a este panorama, muchos se preguntan si se podría evitar la enfermedad neuronal.
-Se requiere de un nuevo modelo de entrenamiento de las funciones cerebrales, que deberíamos aprender desde niños, para manejar nuestras neuronas con autonomía hasta la vejez, afirma Bonanni Rey.
Un nuevo paradigma
Vivir más y mejor es uno de los anhelos ancestrales y el más moderno de los humanos. El doctor Hitzig estudió a un grupo de personas que lo lograron: señoras y señores de 85 a 95 años, que juegan al tenis todas las semanas y mantienen sus aptitudes psicomentales en óptimas condiciones.
Halló que los longevos saludables compartían su sentido del humor, eran creativos, solidarios, realizaban sus proyectos personales, sabían manejar el estrés emocional provocado por la adversidad y la incertidumbre (una de las principales causas de envejecimiento prematuro). Y no los preocupaba su edad.
-Un estudio reciente de la Universidad de Yale subraya este aspecto: cuando las personas no toman una actitud de vitación hacia la vejez tienen más posibilidades de prolongar su vida. Los longevos saludables pueden convertirse en la norma frecuente y dejar de ser la excepción. Por eso se habla de cambiar el paradigma del envejecimiento, para poder pasar el tiempo de sobrevida en el club, y no en el geriátrico. Los primeros en comprar esos prejucios de la vejez son los viejos, y los médicos, muchos educados pa- ra pensar en la enfermedad y no en la salud -explica Hitzig.
A Juan Modredón, de 75 años, jubilado, se le ocurre: "Si dejara de correr todas las mañanas, me deprimiría. Disfrutar de la vida tiene que ver con un estado de ánimo, pero para que ese estado sea bueno tenés que dejar de pensar en los años que ya pasaron y centrarte en el futuro.
Un estudio realizado por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata concluyó: "A pesar de la difusión del paradigma biomédico de representación social de la vejez asociada a la enfermedad, no existirían patologías propias de la edad, sino en relación con la calidad y el estilo de vida".
La licenciada Alicia Monchietti, directora del grupo de investigación de esa Facultad, agrega otros datos.
-En nuestra sociedad, la valoración social negativa de la vejez profundiza la situación de vulnerabilidad del adulto mayor.
Desde hace cinco años funciona en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora el programa UniTE, una universidad para mayores de 60 años. Allí no se exigen estudios previos para ingresar.
-La participación, el aprendizaje en un mundo cambiante, la posibilidad de intercambio social y el compromiso activo son favorecedores del buen envejecer -afirma el licenciado David Zolotow, director del programa y autor de De la ancianidad (Paidós)-. Vivir más tiene sentido si las personas encuentran un por qué vivir, más importante que el cómo vivir.
Las ciencias sociales están corriendo en auxilio de algunas demandas que debe afrontar la sociedad actual.
-Estas demandas necesitan respuestas del sistema científico. Desde hace una década se trabaja sobre el envejecimiento desde la perspectiva de la teoría del ciclo vital. En ella se considera a la persona en desarrollo. Implica el concepto de educación permanente. Es la dimensión espiritual del hombre la que debe ser tenida en cuenta para responder: ¿qué sentido tiene una vida que se alarga sin sentido? -dice Dorina Stefani, socióloga, investigadora del Conicet.
Todos los entrevistados coinciden: la manera de garantizar una vida larga y con mejor calidad es la prevención temprana. Pero por encima de todo, el diseño y la puesta en marcha de políticas de Estado.
-Los gobiernos no saben lo que se les viene encima si no empiezan a adoptar políticas respecto del aumento de la longevidad y el envejecimiento de la población -enfatiza Hitzig.
Porque a la problemática se suman otros factores, como el aumento de los índices de pobreza, desempleo y empleo informal, falta de acceso a sistemas de salud (las prepagas, salvo excepciones, no aceptan a mayores de 65 años si no estaban en el sistema anteriormente) o la disminución de aportes jubilatorios por descenso de la población económicamente activa.
-Tenemos que diseñar nuevas políticas, que abarquen la prevención de la discapacidad, la formación en el cuidado de los mayores. Y cambiar los estereotipos, para que una persona que cumple 65 años no quede expulsada del sistema, cuando está en plenas condiciones de funcionar con toda su sabiduría y experiencia, dice Daichman.
Otro desafío pendiente es quién cuidará de la gente mayor.
-La ola de calor que azotó a Francia el verano último demostró que el envejecimiento de la población no es solamente un problema del sistema de jubilaciones y pensiones, sino de estructura y política. Más de 10.000 ancianos murieron porque no había nadie que les alcanzara un vaso de agua -recuerda Susana Aguas, presidenta de la Asociación Gerontológica de Buenos Aires (Ageba).
Por el momento, y como suele hacerlo, la ciencia abre interrogantes que exceden los laboratorios y apuntan directamente a la esencia humana. Sobre cómo viviremos sólo podrá responder el futuro, cuando haga historia. Mientras tanto, quizá valga recordar un texto de la Organización Mundial de la Salud (OMS): "John Glenn tenía 77 años cuando viajó al espacio por segunda vez, como parte de una experiencia científica para explorar los secretos del envejecimiento (...), un proceso natural que debe ser bienvenido".
Para saber más
www.who.int
www.worldhealth.net
www.unlz.edu.ar
www.eclac.cl
www.inpea.net
Argentinos
- En 2050, uno de cada cuatro latinoamericanos será un adulto mayor. Muchas de esas perso-nas serán argentinas: según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), nuestro país es el segundo de América latina que muestra un acelerado proceso de envejecimiento de la población
- En la Argentina, la expectativa de vida ronda hoy los 74 años
Calidad de vida
Por el doctor Roberto Kaplan
La población global sigue creciendo, y la pro-porción de personas de edad avanzada aumenta de un modo significativo. Un hecho novedoso en términos demográficos es que un número sin precedente de personas, al menos en el mundo desarrollado, está alcan-zando edades cercanas a los 100 años.
Este logro -el envejecimiento poblacional- sólo debería ser apreciado como un verdadero éxito si se lo analiza desde sus consecuencias y su impacto en los niveles económico, político y social. A la cabeza de los desafíos, están siendo agitados los peligros de la expansión del gasto social (enfermedad, discapacidad, etapa no productiva, viviendas especiales, etcétera). No obstante, hay razones para ser optimistas. Los continuos progresos en salud pública y ciencias biomédicas seguramente contribuirán a mejorar la calidad de vida de las personas que envejezcan. Simultáneamente, comienzan a preocupar en el área de las ciencias de la salud la aparición de productos y procedimientos con escaso o nulo soporte científico, ofrecidos como capaces de detener, moderar o bien modificar el curso del proceso del envejecimiento. Este enfoque conspira contra la aplicación y la adjudicación de recursos financieros (no menores) a una producción científica reconocida y, por el otro, crea en la población una expectativa difícil de solventar.
Por otra parte, aunque se pudiera eliminar todas las causas de muerte relacionadas con las enfermedades que afectan a pacientes ancianos, no alcanzaríamos la inmortalidad. Los accidentes, suicidios, homicidios y el mero proceso biológico del envejecimiento seguirían limitando puntualmente la vida de las personas (...).
Una preparación exitosa para la vejez debería comenzar desde una concepción responsa-ble, una gestación vigilada, una educación familiar y hasta una voluntad personal y social en la cual los ancianos de 80 o 100 años más tarde puedan percibir que ocupan el lugar que les corresponde.
El autor es presidente de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría crecimiento
Crecimiento
En 2025, la población de adultos mayores aumentará de 42 a 100 millones en América, según la OPS
La abuela del mundo
Con 122 años y 164 días, Jeanne Calment marcó la máxima extensión de vida documentada para un ser humano.
La francesa nació el 21 de febrero de 1875 y falleció el 4 de agosto de 1997, en Arles, Francia, donde conoció al pintor Vincent Van Gogh. Hija de longevos (su padre falleció a los 94 y su madre a los 86 ), se casó a los 21 con un primo leja-no y tuvo una hija. Solía decir que no conocía el aburrimiento: tomó clases de esgrima a los 85, andu-vo en bicicleta hasta los 100, y participó como actriz en la pelícu-la Vincent and Me. Jeanne consi-deraba que parte de su longevi-dad residía en que consumía aceita de oliva, vino y chocolate, y en mantener su mente activa: "Soy muy corajuda y no le tengo miedo a nada. Siempre que pue-do, me doy algún gusto. Trato de actuar clara y moralmente, para no tener que mirar atrás".
Dejó de fumar cinco años antes de morir. Cuando se despidió de este mundo estaba ciega, casi sorda y se movía en silla de ruedas. Pero los periodistas que la entrevistaron decían que tenía la mente alerta, el espíritu alegre y un enorme sentido del humor.
Hubo otras personas que pretendieron el título de más lon-gevidad, pero la única perfectamente documentada hasta el momento es madame Calment. Hoy, las más maduras con vida son Charlotte Benkner (nacida en noviembre de 1889 en Alemania y naturalizada norteamericana), y Joan Riudavets Moll (español, nacido en diciembre de 1889 en Menorca), ambos de 114 años.
Aliados antienvejecimiento
Para envejecer despacio y con la mejor calidad de vida, los médicos recomiendan: prevención, prevención y prevención, desde lo más temprano posible. Por eso el envejecimiento no es un problema de mayores, sino de jóvenes.
La prevención básica se pone en marcha al llevar una dieta saludable, rica en frutas, verduras y cereales integrales; hacer actividad física; aprender a controlar el estrés y reali-zar un chequeo médico anual cuando no existe ningún pro-blema de salud, y cada seis meses si aparece alguno.
A partir de los 50 años, los médicos hablan de un punto de inflexión gerontológica. "Es a partir de los cincuenta y tantos cuando se comienza a definir la calidad de vida de las tres últi-mas décadas de la vida", explica el doctor Juan Hitzig. Es el momento de extremar la prevención. En la actualidad el avance de la ciencia pone a nuestro alcance todo tipo de recursos.
1 Chequeo cronobiológico: un examen clínico exhaus-tivo con estudios complementarios, para detectar si las estructuras están acordes con la edad y cuáles pre-sentan signos de aceleración del envejecimiento.
2 Terapias: bajo control médico, existen las terapias de reactivación (administración de suplementos de vitaminas, oligoelementos y aminoácidos), de restitu-ción (suplementos hormonales para equiparar los niveles perdidos) y de reparación (suplementos con antioxidantes).
3 Alimentación: la prevención básica se pone en mar-cha al llevar una dieta saludable, rica en frutas, verduras y cereales integrales, combinada con la actividad física
4 Planificación: según la Organización Mundial de la Salud, es fundamental desarrollar pautas y procesos en los países para cuidar de las personas mayores, promover investigaciones sobre el tema, y crear entornos saludables para un envejecimiento activo y en salud.
5 Emociones: en los últimos tiempos, la medicina presta cada vez más atención a otro de los principales factores de salud: la biología de la emoción. "Para mejorar el envejecimiento es necesario metabolizar saluda-blemente las percepciones, producto de nuestra genética y nuestra historia de vida -dice Stella Maris Maruso, presidenta de la Fundación Salud-. Nuestro cerebro es la clave. Los glóbulos blancos, componentes clave del sistema inmunológico, reciben mensajes directos del sistema ner-vioso. De manera que nuestros pensamientos y emociones se materializan a través de los neurotransmisores, capaces de originar respuestas químicas en el cuerpo humano."