Está en muebles y en autos, en celulares y computadoras, en ropa y herramientas, en botellas y cubiertos. El plástico genera productos duraderos, livianos y económicos. Sirve para transportar agua potable, evitar la contaminación de la comida y facilitar la gestión de los hospitales. Pero está causando una tragedia en los océanos y amenaza con colapsar el resto de los ecosistemas, mientras despierta dudas crecientes sobre su impacto en la salud humana. No podemos vivir sin él, no podemos vivir con tanto.
Usamos 400 millones de kilos de plástico por año: una masa que equivale a dos tercios de la población mundial.Más de la mitad fue creada después de 2002 y la contaminación que genera va camino a duplicarse para 2030. Entre los grandes productores están las petroleras y las compañías químicas: Exxon, Dow, Shell. Entre los mayores consumidores de envases, Coca-Cola, PepsiCo, Nestlé y Unilever. Su poder de lobby es incalculable; los daños, no tanto. "Se usa un millón de botellas de plástico por minuto", avisó en marzo un informe de Rolling Stone. Cada una puede durar hasta mil años.
Un estudio reciente encontró microplásticos usados en barbijos en el aparato digestivo del 67% de los tiburones de la costa inglesa. En nuestro país, desechamos tanto plástico como para construir un edificio de 57 pisos por día.
El plástico es el término genérico que nombra los polímeros, materiales compuestos que suelen derivar del petróleo. Por tener cadenas moleculares largas, no se biodegradan en forma significativa; apenas se reducen a partículas más chicas, el microplástico. Las primarias son de producción industrial (pinturas, dentífrico, exfoliantes). Las secundarias, piezas como bolsas y botellas que, por la acción de las mareas y la radiación del sol, se siguen rompiendo en millones de pedazos, en un viaje interminable por el agua y el aire. "Su tamaño diminuto y su capacidad de sustentación deja que los vientos atmosféricos los lleven a los lugares más deshabitados del planeta", dice el ingeniero químico Alejandro Sturniolo. "Ya fueron detectados en organismos vivos en todos los océanos del mundo, incluida la Fosa de las Marianas", que con 11.000 metros bajo la superficie, es el sitio más profundo de la Tierra.
El 90% de las aves acuáticas tienen plástico en el estómago. También está matando a peces y mamíferos, atrapados en redes de pesca perdidas o abandonadas, atorados por la ingesta de cuerpos extraños y amenazados por especies invasoras ante la alteración de los ecosistemas. En los últimos meses, la pandemia agregó su cuota: la Universidad de Exeter encontró microplásticos y otras fibras artificiales usadas en barbijos en el aparato digestivo del 67% de los tiburones de la costa inglesa. La proyección es inquietante. En tres décadas, el peso del plástico en los océanos podría superar al de los peces de todo el planeta.
Los argentinos desechamos tanto plástico como para construir un edificio de 57 pisos por día.Aunque solo representa el 15% del total de residuos, llegaba al 87% de los que se censaron en la costa bonaerense hace dos años. A mediados de este año, el Conicet encontró un promedio de ocho partículas por cada mejillón en la bahía de Ushuaia: una concentración similar a la de las grandes ciudades europeas. Pocos días antes se había confirmado la presencia de fragmentos de poliestireno en los intestinos de colémbolos, artrópodos minúsculos de la isla Rey Jorge, en la Antártida. "El plástico entró en una de las cadenas alimenticias terrestres más recónditas del planeta", lamentaba el estudio de la revista Biology Letters.
El microplástico pasa de estómago en estómago por la cadena alimentaria, hasta llegar a nuestra mesa. Cada ser humano ingiere casi 2000 partículas por semana, tan pesadas como una tarjeta de crédito.
En su viaje de miles de kilómetros, el microplástico pasa de estómago en estómago por la cadena alimentaria, hasta llegar a nuestra mesa. A la contaminación de peces y mariscos, se suman los microplásticos retenidos en las raíces de frutas y hortalizas. Cada ser humano ingiere casi 2000 partículas por semana, tan pesadas como una tarjeta de crédito."Se ha demostrado que absorben productos tóxicos relacionados con el cáncer", explica Sturniolo. Sus aditivos "pueden actuar como disruptores endocrinos, afectando negativamente el sistema nervioso y la función inmune". Un estudio del Centro por el Derecho Ambiental Internacional (CIEL) también las relacionó con inflamaciones cardíacas e intestinales, diabetes, artritis, ACV y trastornos del sistema inmune.
El desafío de las 3R
Al menos por ahora, la prohibición total no es una opción: construimos una dependencia del plástico tan grande que, sin él, la sociedad dejaría de funcionar como la conocemos. Más allá de paliativos como los impuestos al nailon, la eliminación de sorbetes en las grandes cadenas o las campañas de remoción en las costas, el foco apunta a las 3R: reducir, reciclar y reutilizar. Con ese mandato en el horizonte, el año que viene la Unión Europea dejará de comercializar plásticos descartables en cubiertos y platos, hisopos, pajitas y envases de telgopor. "El plástico envenena nuestros mares, mata a sus habitantes y nos amenaza a nosotros, al final de la cadena. Era urgente actuar",justificó Frédérique Ries, una de las eurodiputadas que impulsó la iniciativa.
El microplástico pasa de estómago en estómago por la cadena alimentaria, hasta llegar a nuestra mesa. Cada ser humano ingiere casi 2000 partículas por semana, tan pesadas como una tarjeta de crédito.
El 91% del plástico creado desde 1950 nunca fue reciclado. Pero saldar esa deuda tampoco traerá una solución definitiva. "Puede haber problemas con retardantes como el bromo, que hacen que el reciclaje sea más tóxico al concentrar sustancias", advirtió David Azoulay, director del Programa de Salud Ambiental de CIEL, en una nota de La Nación de noviembre del año pasado. "La concentración de contaminantes es hasta mil veces lo autorizado en el plástico virgen". Y, como se degrada en el proceso, pocas veces se lo recicla más de una vez. El descarte final no se evita, apenas se retrasa.
El año que viene la Unión Europea dejará de comercializar plásticos descartables en cubiertos y platos, hisopos, pajitas y envases de telgopor.
Ecoplas, el principal referente nacional de reciclado, asegura que en Argentina solo se recupera el 26% de los residuos plásticos. Como esa tarea sigue en manos del Estado, a las empresas les resulta más barato seguir produciendo que armar un circuito sólido de reúso. La entidad propone una Ley de Envases, donde los fabricantes se hagan cargo de la gestión del plástico descartado. El problema de fondo, sin embargo, seguiría ahí. Promocionada como una organización que contribuye a la defensa y protección del medioambiente, Ecoplas funciona en la misma dirección y comparte integrantes de comisión directiva con la Cámara Argentina de la Industria Plástica.
El "reciclaje químico" es una alternativa reciente:descompone el plástico a sus componentes moleculares, que después se reprocesan para hacer plástico nuevo. El proceso es, en teoría, infinito. Pero los reactores que trabajan en esas fábricas emplean altas cantidades de energía y producen un gas similar al propano, que envían a la atmósfera. La incineración –el método de descarte más usado– tampoco es la respuesta definitiva. El plástico vuelve a contaminar como un combustible fósil, exponiendo a las comunidades cercanas y emitiendo gases de efecto invernadero en forma insostenible.
Además del consumo responsable, en Argentina se necesitan "acciones tendientes a favorecer la sustitución del plástico por otros materiales reutilizables o biodegradables (vidrio, papel, cartón e incluso bioplásticos)", plantea un informe de la Universidad de Cuyo, que propone prohibir los plásticos de un solo uso, fijar porcentajes mínimos de material reciclado en nuevos productos, premiar diseños que reduzcan los impactos, promover la separación en origen y la recolección diferenciada. Nada de esto podrá lograrse sin un Estado activo –sobre todo, en sus roles de educación y control– ni ciudadanos conscientes, comprometidos consigo mismos, con los demás y con las nuevas generaciones.
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