No exigen poda, reclaman cierta desprolijidad, son un oasis para insectos y aves autóctonas y, sobre todo, son fáciles de cultivar porque se desarrollan perfectamente en el clima local. Te contamos los trucos de diseño para incluirlas en tu jardín.
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Fuente de inspiración para muchos paisajistas, las plantas nativas brindan beneficios fundamentales para la preservación del medio ambiente y requieren menos trabajo y recursos que otras especies para desarrollarse. Su impronta silvestre y espontánea logra un paisaje sencillo que dialoga en armonía con el entorno.
La mayor parte de las especies autóctonas vive en las condiciones en las que se encuentra nuestro jardín o parque y se adaptan al clima local: soportan bien heladas, vientos y lluvias, por eso sólo requieren riego al plantarse o -algunas especies- durante veranos muy secos cuando son jóvenes.
No exigen poda, fertilizantes o sustratos adicionales ya que la flora de cada localidad evoluciona con el suelo del sitio.
Tampoco exigen poda, fertilizantes o sustratos adicionales ya que la flora de cada localidad evoluciona con el suelo del sitio.
¿Más beneficios?
Las nativas también atraen mariposas, chinches, escarabajos y otros animales que son fundamentales para el control biológico de plagas, la polinización, dispersión y la “poda” natural.
Fáciles de cultivar, la gran mayoría de las especies silvestres que existe en el país tiene usos medicinales, o comestibles, forrajeras, forestales, melíferas, tintóreas y textiles, entre otras utilidades.
Consejos para diseñar un jardín con especies nativas
- Planificar el cultivo de las especies según las comunidades de la región (bosques, selvas, pastizales), asociando las plantas que llaman la atención con las demás propias del elenco natural.
- Proyectar el trazado y circulaciones evitando rectas y simetría que endurecen el espacio, y buscar formas espontáneas, irregulares, curvas o asimétricas.
- Generar variedad de ambientes que enriquecerán la calidad espacial y aportarán diversidad de micrositios para la fauna local. Por ejemplo: bosquecillos, macizos de arbustos, grupos de herbáceas, sitios abiertos y soleados, presencia de agua, áreas de pastos.
- Agrupar las plantas en algunos macizos puros, ya que tiene un efecto más poderoso para el valor escénico del jardín y además es atractivo para mariposas y otros insectos que perciben las superficies grandes con mayor facilidad.
- Delimitar algunos sectores para contener cierta “desprolijidad”, definida como áreas sin corte de césped frecuente, ramas muertas o secas, hojarasca en el suelo, plantas con copas o ramificaciones despeinadas, achaparradas, irregulares o asimétricas; donde los animales domésticos no tengan tanto espacio y así pueden aterrizar aves y otros animales que requieren de privacidad.
- Sumar agua: un espejo, un arroyo o simplemente un estanque aportan otras condiciones para cultivar especies diferentes (acuáticas y palustres). Además atraen animales que no aparecen en sitios elevados como aves de ribera, peces, ranas y sapos y otros.
- Planificar un sector libre de corte y sumar plantas de praderas (gramíneas, bulbosas, hierbas con flores vistosas), que aportan otros colores, alturas y texturas y, a su vez, generan hábitat para mariposas. Es un modo de reducir las horas de trabajo en el jardín (corte y mantenimiento del césped) y de minimizar el riego.
- Algunas de estas plantas son muy sencillas de cultivar y muy atractivas, pero no están en los viveros comerciales. Por eso, se sugiere pensar en armar un vivero que puede resultar temporario (de campaña) y también quedar como un espacio más de trabajo o de difusión. En obras de gran escala, donde la arquitectura o ingeniería implican varios meses o años de tareas, el vivero de campaña puede ser una solución para propagar, aclimatar o rustificar especies para sumar al proyecto.
- Comprender que el espacio verde, de la escala que fuera, forma parte de una red más amplia de corredores biológicos que vincula cada vestigio de naturaleza entre sí, de modo que ningún aporte individual resulta aislado.
- Plantear el jardín como un espacio dinámico para el disfrute y no sólo para trabajar: dejar que algunos sectores sean más afines a las formas espontáneas y silvestres que a la propia obra.
Cultivar y propagar plantas nativas
Las gramíneas o herbáceas se pueden dividir en matas o cortar porciones de rizomas o raíces tuberosas. Las trepadoras, en cambio, es frecuente que crezcan por gajos o acodos: porciones de tallos que arraigan a partir de nudos que envolvemos con sustrato en bolsitas o envases y los cortamos de la planta madre una vez que tienen raíces.
Para los árboles y arbustos -y para la mayor parte de las especies-, si bien crecen desde gajos, es recomendable cultivarlos desde semillas, ya que de ese modo logramos tener variedad genética. En la propagación no hay intercambio de genes y la planta que se obtiene es igual a la planta madre.
Fuente: Manual “Plantas Nativas. Las especies y su cultivo”. Revista Jardín