Cuando se convirtieron en padres, quisieron intentar un nuevo proyecto de vida. Pero algo salió mal.
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Cubiertos, sábanas, almohadas, muebles y electrodomésticos prácticamente nuevos. Todo lo que habían recibido como regalo de bodas el año anterior lo pusieron en venta. Necesitaban reunir dinero para poder llevar adelante su plan. Gonzalo (32) siempre había querido dejar atrás su vida en la Argentina para proyectar un futuro en otro país. Sin embargo, Virginia Giorgi (33) todavía no se sentía preparada para acompañar a su marido en semejante aventura. Hasta que las palabras de su primo que vive en Barcelona, España, y el embarazo de siete meses de Pedro, cambiaron sus prioridades. “Decidí rotundamente que no quería seguir viviendo donde estábamos y tampoco imaginaba un futuro para nuestro hijo en este país”.
Tan solo ocho meses después y luego de haber corrido contra el tiempo, con un bebé pequeño, dejaron atrás su casa en Lomas de Zamora, en el sudoeste del Gran Buenos Aires, y se embarcaron rumbo a Madrid. Gonzalo y Virginia habían renunciado a sus trabajos en el centro educativo terapéutico donde realizaban actividades lúdicas con niños y niñas con discapacidad. Mientras, él cursaba el profesorado de Educación Física y ella el Magisterio en Educación Inicial. Pero, además, Virginia contaba con su formación como productora y asesora de seguros y una cartera vigente de clientes.
Despedirse de la familia no había sido fácil. Tampoco organizar la logística del viaje y cumplir con toda la documentación para poder trasladar a tres animales hacia el nuevo destino. Siguieron el procedimiento tal cual lo indicaba SENASA sobre vacunación y orden de las vacunas, colocación de chip (no todas las marcas de chip están aprobadas por la Unión Europea) y el apto médico correspondiente. Además, tuvieron que reservar lugar en el vuelo para cada uno de los animales y abonar la tasa correspondiente -en 2017 era el equivalente a 150€ por cada uno-.
“Mal vendimos todo. Con trabajo apalabrado en una compañía de seguros, una gata y dos perras y sin ahorros previos, llegamos a San Sebastián de los Reyes, al departamento que nos había alquilado un argentino para comenzar nuestra nueva vida. Lógicamente, nos fue mal: no teníamos solvencia económica y encima tuvimos que lidiar con la tremenda burocracia española. Aún siendo italianos, demoramos mucho en tener la residencia y que yo pudiera empezar a trabajar, teniendo ya un puesto apalabrado. Pensamos que al ser ciudadanos europeos tendríamos la vida resuelta y no fue así”.
Del dicho al hecho…
Tramitar los papeles, lograr un contrato de trabajo, entre tantos otos problemas fueron algunos de los obstáculos que la familia tuvo que sortear. “Por más pasaporte bordó que tengas o del color que corresponda a tu ciudadanía europea, la realidad es que los extranjeros no dejamos de ser extranjeros. No es que por ser comunitarios tenemos las cosas más fáciles. Cada ciudad tiene sus reglas, sus condiciones y el mismo funcionario es capaz de decirle a una persona una cosa y a otra algo completamente diferente”.
Madrid, la ciudad que había soñado como la meca donde se cumplirían sus expectativas de una vida tranquila, se estaba convirtiendo en una pesadilla. “Siendo italianos y yo con una propuesta laboral firme, no lograba que me hicieran el contrato laboral hasta que no tuviera el número NIE -número de identificación para el extranjero-”. Y así, frustrados, cansados y sin dinero, no tuvieron más remedio que regresar. Muy a su pesar, aterrizaron nuevamente en Ezeiza con la certeza de que necesitaban aprender del error.
Nuevamente se instalaron en Lomas de Zamora, esta vez en una casa que alquilaron. Gonzalo empezó a trabajar en la fábrica de pastas de la familia de un amigo al día siguiente de volver a la Argentina. Virginia, por su parte, consiguió un puesto como administrativa para un bróker de seguros importante hasta que, luego de un año de trabajo y esfuerzo, se logró independizar.
Dar el salto
Tres años más tarde, esta vez con ahorros y la experiencia que habían tenido tiempo atrás, sintieron que estaban listos para intentarlo, una vez más. Compraron pasajes para viajar a España y en febrero de 2021, luego de una larga espera, se subieron al vuelo que los llevaría a su nuevo hogar.
“Elegimos Benalmádena por los parques y las opciones para chicos que tiene, por su clima, los paisajes y, sobre todo, por la calidez de la gente y que es un destino relativamente económico. Llegamos un jueves 18 de febrero y Pedrito empezó el colegio una semana más tarde. Va a una escuela estatal, bilingüe, tiene cinco compañeritos más de nacionalidad argentina y también llegados en plena pandemia”.
Las perras y la gata esta vez no fueron parte del viaje, quedaron seguras y cuidadas con la familia de Virginia. Ella actualmente trabaja como agente de seguros para la compañía DKV, líder en el mercado asegurador en salud y decesos. Gonzalo trabaja en construcción.
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