“Pipí cucú”: la historia del latiguillo que dijo Carlos Monzón pero que, ¿nació en una sobremesa?
La expresión se usa para realzar las características positivas de algo; el boxeador la dijo en Francia como una suerte de pifie pero ¿el cómico la popularizó en sobremesas?
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Si una persona en este país dice, por ejemplo, que se estrenó un traje para una fiesta y le quedó pipí cucú, se supone que todo argentino adulto entiende lo que quiso decir. Lo mismo ocurre si alguien hace una receta de cocina y el plato le sale pipí cucú, o si otro luce un nuevo corte de pelo e inquiere a sus amigos, con vanidad: “¿Qué tal me quedó? ¿Pipí cucú, no?”.
Es que el uso de la expresión pipí cucú como sinónimo de óptimo, excelente o sublime es algo que está instalado en el habla popular. Se utiliza, así, para realzar las características positivas de determinados objetos o acciones. Pero como toda terminología cuya existencia, a pesar de su uso extendido, escapa al radar formal de la Real Academia Española, el origen de este pintoresco vocablo doble es difuso.
La anécdota más difundida para explicar de dónde surge el pipí cucú tiene que ver con el campeón mundial de box argentino Carlos Monzón. Más precisamente, con un error cometido por el legendario púgil cuando recibió un premio en Francia y trató de agradecerlo. Pero también se dice que es una expresión que utilizaba con frecuencia Alberto Olmedo y, finalmente, otra teoría habla de una supuesta derivación de una abreviatura en inglés. Pero, ¿cuál es la verdad?
La historia de Monzón en París
La historia de la relación de pipí cucú con Carlos Monzón tiene que ver con un suceso ocurrido en París, en febrero de 1974, en los días previos a que el argentino defendiera en esa ciudad su título de campeón mundial de peso mediano frente al cubano-mexicano José “Mantequilla” Nápoles.
Un testigo de esta estadía de Monzón en la ciudad luz fue quien era entonces jefe de redacción de la revista El Gráfico, Ernesto Cherquis Bialo. En diálogo con LA NACION, el experimentado periodista, conocedor como pocos del universo boxístico, narra el episodio del peleador argentino señalado por muchos como el posible origen de pipí cucú.
“Estábamos en París y le avisan a (Juan Carlos) Tito Lectoure (empresario entonces dueño del Luna Park que manejaba la carrera de Monzón y de muchos otros boxeadores célebres) que Valery Giscard d’Estaing -que ese mismo 1974 sería electo presidente de Francia- le quería entregar a Monzón el premio al mejor deportista extranjero del año″, cuenta Cherquis.
El periodista agrega a su relato que Lectoure aceptó de inmediato el convite, lo mismo que Amilcar Brusa, el entrenador y “padre putativo” del santafesino, y que entre todos convencieron al boxeador, que estaba con la cabeza puesta en la pelea, de la importancia de recibir el premio. Era el primero de ese tipo que Monzón recibía a nivel internacional.
Una vez persuadido el campeón, la gente de protocolo de la ceremonia se acercó para explicar cómo sería la premiación. “Nos dijeron que nos venían a buscar a tal hora, que iba a haber unas palabras del funcionario y las palabras de agradecimiento de Monzón”, narra con lujo de detalles el periodista.
La idea de tener que hablar frente al público y en francés -que era lo que exigían los organizadores-, le produjo cierta preocupación a Monzón. “¿Yo qué digo?”, se preguntó, de acuerdo con el relato del periodista que estuvo con él en París.
“Vos decís ‘merci beaucoup’ (”gracias”, en francés) y chau -le explicó entonces Cherquis Bialo al boxeador-. Agarrás la plaqueta del premio, mirás al funcionario, girás, mostrás la plaqueta al público, sonreís, después girás otra vez y mirando al funcionario de vuelta decís ‘merci beaucoup’. Terminás la ceremonia y nos vamos a la m... todos. Tranquilo”.
Un fallido ‘mercí bocú'
El periodista agregó que desde ese momento hasta la ceremonia de premiación, tanto él como Lectoure se la pasaron diciéndose el uno al otro: “Merci bocú”, con la pronunciación más sencilla posible del agradecimiento. Lo repetían tanto para que, en el momento indicado, el campeón no vacilara y tuviera internalizado el término.
“A Monzón le rompía las pelotas. ‘¿Qué se creen, que no sé que lo dicen por mí?’, decía”, confiesa Cherquis Bialo.
El día de la ceremonia llegó. Fue el jueves anterior a la pelea contra Mantequilla, realizada el sábado 9 de febrero. Fue nada menos que Alain Delon, el actor francés amigo de Monzón que luego presentaría la pelea, quien le recomendó la ropa que debía llevar a la entrega de premios: traje negro, camisa blanca, corbata azul y zapatos de charol.
Ya en el salón de la ceremonia, ante las 450 personas presentes, el campeón del mundo recibió la plaqueta al deportista extranjero del año de manos de Valéry Giscard d’Estaing. Desde la segunda fila, Cherquis, Lectoure y Brusa le gritaban: “Merci bocu, merci bocú, merci bocú”.
Cherquis Bialo narra entonces el momento culminante de esta historia: “Monzón hizo todo lo que le dijimos. En ese momento, con una pinta impresionante, recibió la plaqueta. Sonrío. Giró. La mostró. Volvió sobre el funcionario. Se hizo un silencio profundo y cuando la sala estaba en suspenso, mandó: ´Pipí cucú'”.
De acuerdo con el periodista testigo de esta escena, Monzón “se mató de risa” luego de confundirse con el agradecimiento. “Se agarró la sien como diciendo: ‘Metí la pata’”, agregó.
Dos días después Carlos Monzón, ante 12.000 espectadores, derrotó a Mantequilla Nápoles por nocaut técnico antes de comenzar el séptimo round. El campeón volvía de Francia con una victoria más, con su cinturón a salvo y con una anécdota memorable que se prolongaría a lo largo del tiempo. Y que se supone da origen al término pipí cucú.
Se supone, pero no sería tan así.
Alberto Olmedo, ¿el creador del pipí cucú?
Antes de la ceremonia en que le entregaran la plaqueta a Carlos Monzón, había un personaje que utilizaba con frecuencia la expresión. Se trata de Alberto Olmedo. En rigor, el actor cómico sería quien le habría pasado el vocablo al boxeador.
“El pipí cucú para un plato de fiambres o para un plato de pastas en lo del Tano Fechoría era muy común en Olmedo. Él es el creador, o por lo menos el difusor del término y Monzón estaba muy seducido por la simpatía y la agradabilidad de Olmedo y otros artistas, los muchachos de la nocturnidad porteña”, cuenta Cherquis Bialo.
En los primeros años de los ‘70, Cuando Monzón estaba en período de receso, es decir, cuando no se estaba preparando para una pelea, le gustaba compartir reuniones amistosas en La Cuyanita de Martínez, según cuenta el periodista, o a la salida de los teatros en el centro porteño.
“El pipí cucú se le pegó a Monzón de las noches interminables con Olmedo”, concluye Cherquis Bialo.
El periodista de origen uruguayo es uno de los pocos que puede narrar los pormenores de estas historias en su rol de testigo directo. Por su parte, los dos protagonistas de estas versiones del origen del término fallecieron trágicamente. Olmedo, en 1988, a los 54 años, al caer de un balcón de un edificio de Mar del Plata.
Monzón, en tanto, murió en 1995, a los 52 años, en un accidente automovilístico en Santa Rosa de Calchines, Santa Fe, en una salida transitoria de prisión, donde cumplía condena por el brutal femicidio de su expareja, Alicia Muñiz.
La versión del origen inglés de pipí cucú
Pero más allá de estos dos personajes argentinos, existe otra versión sobre la creación de este término, y tiene que ver con una abreviatura en inglés. Se trata del supuesto acrónimo P.P.Q.Q., que en ese idioma se utilizaría para expresar un objeto de Perfecta Calidad (Perfect Quality). Como la pronunciación de la abreviatura en el idioma de Shakespeare se oye como pi-pi-cu-cu, se dijo que el vocablo provenía de allí.
Pero hay un problema. En los diccionarios de abreviaturas y acrónimos en inglés no existe nada parecido a PPQQ, ni hay referencias a “Perfect Quality” como una expresión a abreviar.
Existía también la posibilidad de que esa voz popular hubiera surgido desde el fértil terreno del lunfardo. Pero aquí tampoco hay certezas. En respuesta a la consulta de este medio, la Academia Porteña del Lunfardo contestó con franqueza: “Hasta el momento la etimología de pipí cucú es desconocida y la Academia no ha tratado el tema en sus sesiones”.
Ya sea como la expresión surgida del ingenio de un cómico nacional, como el momento culminante de una entrega de premios a un deportista con poca facilidad para el francés, o como un elogio nacido en algún punto difuso de la historia de la lengua argentina (y rioplatense), el pipí cucú sigue dando batalla en el decir cotidiano.
A pesar de la existencia de nuevos términos que vinieron a usufructuar su puesto, como “una masa”, “sarpado”, “chiche joya” o “buenardo”, la simpatía galante del pipí cucú a la hora de echar mano a un elogio no perderá jamás su vigencia.
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