Pionero. Nació en Dinamarca, llegó a la Argentina en un barco carguero y fue fundamental para la soberanía nacional
La apasionante vida de Andreas Madsen se puede conocer en su casa-museo en El Chaltén, uno de los primeros habitantes del poblado santacruceño, cuando era un paraje inhóspito
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“Cuando te hayas visto arrebatado por la corriente torrencial de un río de montaña; o arrastrado del estribo por un potro indómito, o envuelto cerro arriba por rachas enfurecidas, perdida la senda y miserablemente acurrucado bajo piedra o árbol; cuando tras la perspectiva de congelamiento o neumonía, te encuentres ileso una vez más, entonces comenzarás a comprender que existe un poder ordenador sobrenatural, y que sólo eres átomo minúsculo de un miserable mundo…”, cuenta Andreas Madsen en su libro La Patagonia vieja, relatos en el Fitz Roy, cuya primera edición data de 1948. Pionero de una zona cuya poética no deja de fascinar por su indómita belleza, la visitas a la Casa- Museo Madsen y la Capilla de los Andinistas en El Chaltén, son imprescindibles para ponerse en contacto con los orígenes de los asentamientos en esta meca deseada por escaladores y turistas, declarada Capital Nacional del Trekking.
El Chaltén fue fundado en 1985, es decir, tardíamente, dentro de la conformación del estado argentino. Su fundación respondió a la necesidad de establecer un frente fronterizo en relación a los intentos históricos de expansión de Chile. Sin embargo, el poblamiento de la zona comenzó a principios del siglo XX, y fueron los primeros habitantes los que establecieron la soberanía nacional efectiva por ocupación.
Casa Madsen
Adentrarse en la vida de Andreas Madsen (1881-1965), permite recrear lo que fue vivir en aquellos tiempos donde no existían rutas ni caminos, ni provisiones, y todo estaba por hacerse en un lugar de naturaleza virgen. En esas condiciones de dificultades extremas, con nieves, vientos y fríos también extremos, comenzó esta historia.
Para llegar a la tranquera que da acceso a la casa hay que tomar la calle Trevisan y cruzar el puente sobre el Río de las Vueltas, que serpentea el pueblo, y doblar a la izquierda por un camino de ripio que lo bordea por 30 minutos de caminata. La vista se regodea con una pradera que se recorta entre las majestuosas montañas: rodeada de árboles, asoma la construcción original intacta: la casita hecha con troncos de lengas cortadas por el hacha del mismísimo Andreas. Como en un viaje en el tiempo, se recorren los distintos espacios del interior de la casa hechos con tablas de cajones de madera, tela de arpillera y diarios de la época que se utilizaban como aislantes. Mientras tanto la guardaparques Max va contándonos apasionadamente su vida como un cuento que se muestra a través de los artefactos, muebles y herramientas originales. A los que se suman a las bellas fotos en blanco y negro de Ernst Standhardt, amigo de Andreas que compartió con él su tiempo, y cuyo registro sirvió para poder contar hoy con invalorables testimonios resguardados por la empresa a la cual su bisnieto Fitz Roy Madsen delegó la operación de la visita, Walk Patagonia.
“Fitz Roy Madsen no quería quedarse en Chaltén por motivos varios, y quería dejar la casa a quienes supiéramos cuidar la historia y amamos la Patagonia. Es por eso que los guías son muy especializados, en su mayoría guardaparques. Para nosotros los paisajes cobran vida gracias a las personas, y la visita a la casa Madsen constituye un viaje a través del tiempo para reconstruir esta región y la epopeya de su nacimiento como lo conocemos hoy”, cuenta la inglesa Zoe Taylor, que llegó a la Patagonia hace muchos años, se enamoró de un guía de turismo y juntos fundaron esta agencia que comparte la filosofía del bisnieto de Andreas.
“Nacido en Jutlandia, Dinamarca, a los dos años ya había perdido a su madre y a los 8 fue a trabajar en una granja vecina”, continúa Zoe, y ya nadie puede perder detalle de una vida tan plena y vasta. Cuando Andreas pudo leer decidió que quería viajar por el mundo y más tarde se hizo marinero. Llegó a la Argentina en un vapor carguero y se decidió a probar suerte: viajó al sur con la Comisión de Límites de la mano del dinamarqués Federico Von Platten y el gran Francisco Pascasio Moreno, se hizo amigo de un aventurero y buscador de oro Fred Otten con quien se instaló en la zona del lago Viedma hoy denominada Chaltén debajo de la pared de su amado monte Fitz Roy. Allí pasó, en el comienzo, 6 meses en completa soledad cuando Otten partió a la costa a buscar víveres, y sobrevivió de casualidad a una rotura de clavícula cuando por falta de precaución se decidió a montar una yegua sin amansar.
La visita concluye con un riquísimo té con masitas para luego caminar en silencio, en una ceremonia hecha con mucho respeto y contemplación de la dimensión de la vida de estos luchadores, al cementerio de la familia donde yace él y su esposa, Stephanie Thompsen (1891-1950) y parte de su familia. Novia desde sus 7 años, lo esperó y en la juventud fue a buscarla a Dinamarca, su único y verdadero amor. En sus propias palabras que expone la admiración por su esposa: “Me había casado con una verdadera mujer de pioneer” , escribe en su libro. Una historia romántica, una niña que le había prometido esperarlo con tan solo 7 años y lo hace: ella permanece en su pueblo natal hasta que Andreas vuelve en 1912 a buscarla para convertirla en su esposa.
Filósofo, pionero políglota (había aprendido a dominar el español, el inglés y el alemán) declarado en contra de las grandes empresas laneras, supo a través del lenguaje no solo establecer vínculos sino también otros relatos escritos. Al libro mencionado se suman Cazando pumas en la Patagonia y Relatos nuevos de la Patagonia Vieja: obras que permiten aproximarse a este personaje increíble. Pese a que él consideraba soberbia todo intento de conquista al Chaltén o Fitz Roy, bautizado así por el Perito Moreno en honor a Robert Fitz Roy, el segundo hombre blanco en describirlo, quien fuera capitán del Beagle donde viajó Charles Darwin en su viaje fundacional entre 1831 y 1836. Fue su estancia la que sirvió de base de apoyo para todas las expediciones a la mítica montaña. Fue probablemente el padre salesiano Alberto María de Agostini quien con sus relatos impulsó a las “arañas italianas” a doblegar la montaña. La Capilla de los Escaladores forma parte del patrimonio y la historia de El Chaltén: funciona como espacio de la memoria de “la montaña que Dios se ha reservado para decirle al hombre ‘quiero destruir tu orgullo’, de aquí no pasarás”. Andreas Madsen dixit.
Capilla en honor a un escalador
Mariana Villanueva, más conocida como Mandi, vive hace 30 años en la villa y hace 18 que tiene hotelería. Es dueña de Meraki lofts, alojamiento con la flamante primera escuela de español para extranjeros de El Chaltén, de los aparts Inlandsis y la hostería Cumbres Nevadas. Ella ofició generosamente de guía y consiguió la llave para conocer la Capilla de los Andinistas, donde se exhiben los recuerdos de la historia de los montañistas que perdieron la vida en el intento de llegar a la cima, entre otros chalteños
“Regalo del escalador austríaco Edward Müller para recordar la vida de su amigo Toni Egger que murió a causa de una avalancha en 1959, entre otros montañistas fallecidos en la zona, en intentos por conquistar el encantamiento de la montaña al decir de Madsen. Está bella réplica de la Capilla italiana Saint Michael, que mira al cerro Torre y Fitz Roy, fue realizada con materiales traídos de Austria e incluso las tejas de alerce patagónico fueron fabricadas allá y los vitrales fueron donados por la cristalería tirolesa de Innsbruck. Fue finalizada en 1997″, cuenta esta amante de su lugar en el mundo.
Edificio histórico, sería bueno que tenga un horario y se cuidara más, para que los turistas conozcan estas historias de coraje y aventura. “Es una lástima que esta construcción, que fue traída de Austria expresamente, con un valor simbólico incalculable, peligre su supervivencia por el corralón que tapa y se desentiende de su antiguo esplendor”, concluye Mandi.
Tanto el cerro Fitz Roy como el Torre forman parte de las cumbres más difíciles del mundo para los andinistas. La dificultad del ascenso de ambos cerros reside no sólo en las paredes de granito -las rutas más accesibles van desde 800 hasta 2200 metros de ascensión vertical de pura roca-, y porque el cerro Torre es aún más difícil en sectores que tienen hielo y nieve, sino por la climatología, muy cambiante. Sin embargo en la Capital Nacional del Trekking son muchos los senderos posibles de distintas dificultades para todos aquellos que quieran despuntar la meditación en movimiento que consiste el caminar en estas montañas sagradas.
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