En San Martín de los Andes, en medio de un entorno natural fantástico, Renée Dickinson creó la Casa de Té Arrayán, la más antigua de la región, rincón icónico que sobrevive a las generaciones de la familia inglesa
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“Todo empezó con una flaca alta y pelirroja, llamada Renée Dickinson, que vino a visitar a su hermano, que trabajaba en una estancia”, cuenta la guía Magui Regulez Ubysz, de Aguitsma (Asociación Guías de Turismo de San Martín de los Andes). Vamos camino de la histórica Casa de Té Arrayán, la más antigua de la Patagonia, que abrió esta mujer inglesa allá en el año 1939.
El auto sube ahora por el camino asfaltado del circuito Arrayanes, parte de la antigua ruta 40, un camino que ofrenda una panorámica tras otra, como la vista que se puede disfrutar al detenerse en el primer mirador. Desde acá se ve el casco urbano de San Martín de los Andes: la plaza Sarmiento, el primer centro comercial, el Hotel Lacar -el primero de San Martín, donde también se proyectó una película por primera vez-, la iglesia y la torre de la Municipalidad.
Un poco más adelante, en medio de tanto verde, aparece una mole abandonada, son los vestigios de lo que alguna vez fue el Hotel del Sol, que se inauguró en 1974, cuando el turismo era una actividad incipiente que venía a complementar a la economía basada en la madera. En esa época, por ejemplo, también se reconvirtió la costanera, desde donde hoy sale la embarcación hacia el paraje Quila Quina, y donde antes zarpaban los barcos cargados de madera. “Era un hotel proyectado para Iguazú, que no estaba pensado para la arquitectura de montaña -detalla Magui -. Pero era 5 estrellas y tenía comodidades y atracciones que no había en el pueblo, como una pileta, casino, boliche, sale de convenciones, pileta climatizada, peluquería. La gente subía a bailar acá. Y antes, la única posibilidad para venir desde el sur era este camino, que era una huella de carreta”. Hacia fines de los años sesenta se proyecta la nueva Ruta 40, a mediados de los setenta se inauguró el tramo que bordea el lago y ya nadie pasaría por este camino. El hotel cerraría sus puertas hacia fines de los noventa, pero la Casa de Té Arrayán, el sueño de la pionera británica, sobreviviría a los vaivenes de épocas y tormentas. Sin embargo, ella no.
Los Dickinson, de Inglaterra a la Patagonia
Renée siguió la huella de la carretera, y llegó hasta este rincón donde quedó “boquiabierta literalmente”, como señala Magui. Y fue en aquel instante cuando decidió que quería tener un hogar por acá. Corría 1936, un año antes de la fundación del Parque Nacional Lanín, y luego de complejos trámites, y a pesar de las difíciles condiciones para llegar, de que no había agua ni caminos, Renée compró el lote. Una vez autorizada por Parques Nacionales, se propuso construir la casa de té, y como estaba sobre la ruta, también creyó que sería buena idea levantar también una hostería.
Contrató al arquitecto Cullen para su construcción, que era un discípulo del arquitecto Bustillo, aquel que dejó su sello en las construcciones de los edificios de Parques Nacionales. Cullen siguió esa impronta y demoró tres años en edificarla. La intención de Renée fue crear un espacio donde conviviesen elementos británicos y neuquinos.
El origen del nombre tiene dos versiones: la más repetida es que se llama así por el parecido de Renée con el arrayán: ella era alta, delgada, muy blanca y con el pelo color canela, como la corteza de estos árboles, que no se ven precisamente por acá, pero si en inmediaciones patagónicas. Se dice también que así la llamaban sus amigos, que le sugirieron el nombre. La otra versión alude a la ubicación, ya que el significado de arrayán en mapuche es “el lugar que recibe la última luz de la tarde”.
Renée falleció con apenas 33 años en 1943, pocos tiempo después haber visto su sueño materializado. Arrayán pasó entonces a manos de su hermano Barney y su esposa Frances. Como Barney era piloto de guerra, cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial tuvo que viajar a Europa a enrolarse en las filas del ejército británico, y dejó todo en manos de su padre, su mujer y su pequeña hija Janet. Una vez finalizada la guerra, regresó a la Argentina, siguió adelante con la casa de té, y se transformó en un referente del montañismo y del esquí local.
Tiempo después, su hija Janet tomó la posta. Siguió adelante con la casa de té y abrazó la pasión por el esquí y la montaña, fue también instructora, primero en Bariloche y luego en Chapelco.
Arrayán hoy
Como conserva una de las fachadas más antiguas de San Martín, en 1995, Arrayán fue declarada patrimonio histórico y arquitectónico de San Martín de los Andes. Poco antes del año 2000, Janet vendió la casa de té y se dedicó a la literatura, hasta su muerte en 2015.
Casa de Té Arrayán está en un lugar privilegiado, tiene una vista inigualable del lago Lácar que se disfruta aún más mientras se degusta una merienda típica, con uno de los tantos blends de té hechos por la sommelier Ornella Aristizábal, hija de Pablo Aristizábal, propietario actual. Esos blends son un homenaje a la fundadora y las mujeres que formaron parte de la historia del lugar, y llevan sus nombres, como Isabella, Frances, Potoca, Janet, Victoria. “Reflejan sus historias -apunta Fernando Aristizabal, primo de Ornella y encargado del lugar- Tratamos de generar gustos desarrollados por el té y los frutos de la zona. Frutos rojos, sauco, rosa mosqueta. Tenemos patisserie de Viena, y tratamos de llevar estos gustos no tan conocidos y combinarlos con los de la Patagonia, como los ahumados, la trucha y el ciervo”, explica a LA NACION, antes de invitar a degustar un clásico: la Torre del Té, al estilo del High-Tea, una fusión entre merienda y cena típicamente inglesa que se sirve en una torre de tres niveles. La merienda pantagruélica incluye una tetera, dos porciones de tortas a elección por persona, patisserie, dos sandwiches para cada comensal, y los tradicionales scones.. “Servimos estos platos tradicionales europeos junto con mermeladas y té, ambos hechos con frutos locales. Los tés son únicos, elaborados con la mezcla de los mejores sabores internacionales de la Argentina, Japón, India, Sri Lanka, China y Sudáfrica, entre otros, con los frutos que crecen de forma natural en los bosques y praderas de la Patagonia”. Un mix culturales que se reflejan en la carta.
Luego del té, Fernando invita a recorrer un sendero interpretativo, un camino de un kilómetro por el bosque nativo que rodea el lugar. Desde que los Aristizábal tomaron las riendas, fueron renovando la cara. En el recorrido del sendero, que es de baja dificultad y se hace en veinte minutos, se puede ver el anfiteatro que construyeron para eventos, la tumba de Renée, y un mirador. “Además de ser la casa de té más antigua de la Patagonia, es el lugar con la mejor vista del lago Lácar”, asegura Fernando, parado en este mismo lugar donde Renée solía disfrutar del atardecer. Y se entiende porque decidió afincarse en estas tierras, postales del paraíso.
Casa de Té Arrayán: @arrayan_sma en IG, Aguitsma: @AguitSMAndes · Comunidad en FB
Más información: www.sanmartindelosandes.gov.ar
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