Le dicen El Yeti, es uno de los tiktokers más importantes de la escena culinaria en América Latina, pero recientemente se convirtió en tendencia por ser el primo de un campeón del mundo
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Su nombre es Leandro Granato, pero lo llaman El Yeti. “Porque mido casi dos metros, peso 130 kilos, calzo del 47 y siempre estoy barbudo”, explica. Es una celebridad de las redes: sólo en TikTok tiene 5.2 millones de seguidores. Se presenta como influencer culinario, es el creador de “Bruta Cocina”, y como pintor ocular... Sí, pinta con los ojos.
Su fama trasciende los límites de Argentina. Participó en Got Talent, en las ediciones de Alemania y Eslovaquia. Le hicieron notas para medios de los Estados Unidos y apareció varias veces en la revista Guiness de los Récords. Sin embargo, la semana pasada, sucedió lo que quiere evitar a toda costa: que lo reconozcan como “el primo del Dibu”.
El Yeti y El Dibu
Tras la gesta de Qatar, Emiliano Martínez se transformó en un símbolo de la selección. Si acaso existiese un “medidor de popularidad” entre los campeones del mundo, hoy “Dibu” estaría en el podio, entre los tres más queridos. Es la razón por la que miles de niños en la Argentina quieren convertirse en arqueros.
El Yeti Granato creció Alejandro Korn, en el conurbano bonaerense. El Dibu Martínez es de Mar del Plata. Sus padres son hermanos.
-¿Cuál es tu vínculo con Emiliano “Dibu” Martínez?
-Con Emi tuvimos una infancia muy cercana. Cada fin de semana que podíamos, viajábamos a Mar del Plata. Éramos pibes normales, nos gustaba ir a la costa o a pescar. Lo que pasaba con Emi es que siempre entrenaba. Antes de volar a Inglaterra, para quedarse a vivir, paró unos días en casa y celebramos su cumpleaños número 17. Me acuerdo que le preparé una torta que era un desastre, que no tenía forma.
-¿Se mantuvieron siempre en contacto?
-Siempre. Con su hermano, Alejandro, lo acompañamos en el primer viaje importante que hizo por su carrera, a Brasil. Me acuerdo que se había comprado un buen reloj con su primera guita. Me lo mostró y le dije: “Uh, cómo pesa esto, primo”. Y me respondió: “Boludo, te lo estoy regalando”. Yo no lo quería aceptar, pero mi viejo me dijo que yo le había dado muchas cosas también y que si él me lo quería regalar, lo aceptara. Cuando éramos chicos, entre los primos, si necesitábamos algo nos quitábamos la camiseta por el otro. Hubo veces que Emi y Ale venían a casa y se quedaban un mes entero. Compartimos cuarto, videojuegos, cama... todo.
-¿Por qué querés tomar distancia de la fama de tu primo?
-Yo empecé como artista y después me convertí en influencer. Hice todo antes de que Emi se convirtiera en “el Dibu”. No me quiero colgar del campeón del mundo. Yo soy artista, también soy “Bruta Cocina”, que es como se llama mi canal de TikTok. Y también soy el primo de Emi.
El pintor ocular
El Yeti era un chico rebelde. No le encontraba sentido al estudio y tampoco fantaseaba con ninguna profesión. “¿Y qué hice? Dejé el colegio. En ese momento, mi abuelo Juan [Granato] me agarró y me metió a trabajar en la empresa familiar. Fabricábamos muebles y teníamos un negocio donde vendíamos artículos para el hogar”, cuenta. Aprendió el oficio, pero esta etapa de su vida duró solo un instante.
Una mañana, su abuelo comenzó a notar una molestia en la pierna. Poco a poco, la incomodidad se hizo más presente. “Mi abuelo me dijo que tenía dolor, yo le dije que se hiciera ver por un médico. Exactamente 15 días después murió. Tenía cáncer de páncreas”, recuerda El Yeti.
Tras la muerte de su abuelo, El Yeti Granato sufrió un severo bloqueo emocional: no podía llorar. Para sobrellevar la pérdida, se dedicó a la pintura. Primero fue un pasatiempo, pero pronto decidió dejar todo para dedicarse “tiempo completo” al arte. NO fue una decisión sencilla: “Me echaron de casa, me sacaron de la empresa... Hablé con mi tía, que también es artista plástica, y más o menos me entendió. Ella me prestó un terreno y me dejó construir un pequeño galpón”, añade.
-¿Construiste tu hogar?
-Sí. Pero el lugar apestaba a pintura, era reincómodo. Yo dormía en un silloncito. Pero estaba cumpliendo mi sueño, solo que tenía que encontrar algo que me hiciera especial. Ahí me acordé que de chico me dijeron que tenía conexión del conducto lagrimal con la fosa nasal. Cuando aguantaba la respiración me salía aire por el ojo. Es como si estuviese pinchado. Ahí me pegunté: “Ya que no puedo llorar, ¿qué pasa si genero una lágrima de color y, llorando, pinto un cuadro en honor a mi abuelo?”. Sí, ya sé, es una locura, no estaba bien en ese momento...
-¿Así, sin más, te pusiste pintura en el ojo?
-Investigué sobre pigmentos vegetales, cosas que no fuesen corrosivas, y fabriqué una acuarela especial. Tomé valor, prendí una cámara y pinté el primer cuadro en honor a mi abuelo. Fue un punto de inflexión en mi vida: desbloqueé la tristeza que cargaba y me quedé llorando un tiempo largo.
-Entiendo que, como “pintor ocular”, recorriste parte del mundo.
-Un día, mi hermano me preguntó por la pintura. Le conté que me había grabado haciéndolo y le encantó. Así que decidí subir el video a Facebook. En poco tiempo, se viralizó. Después me llamaron desde Inglaterra para aparecer dentro de un programa de gente con habilidades extrañas, pero no quería ser el tipo raro de la revista Récord Guinness así que desistí. Pero después me volvieron a contactar y me invitaron a aparecer como artista invitado.
-Tuviste tu primer pico de fama.
-Ahí empezó toda la locura: me llamaron de todos lados, me invitaron a participar en el Got Talent en Alemania y en Eslovaquia. ¡Ahí gané! Después me invitaron a Estados Unidos, salí en varios medios internacionales. Me contactó la agencia Reuters para hacerme una nota que tuvo un éxito tremendo. Y sí, al final salí como el tipo raro en la revista Guiness de Ripley.
El mismo día que publicaron aquella nota, su madre enfermó. Por lo que los dos hermanos se dedicaron a cuidarla en el hospital. “Una de las enfermeras me pidió ayudarla a cargar a otro paciente porque no podía sola. Cuando lo cargué, sentí como si me clavaran un cuchillo en la espalda. Se me reventó un disco y me empezó a apretar la médula. No pude caminar por un año y medio”, relata. Al filo del precipicio, Granato se sometió a una operación peligrosa, con un 50 por ciento de posibilidades de éxito.
-Evidentemente, te fue bien después de todo.
-Me recuperé y volví a pintar. Desde Estados Unidos ofrecieron comprarme varios cuadros por una suma que para mí era estratosférica: 60.000 dólares. Envié las obras y esperé la plata. Estaba tan emocionado que le propuse a mi novia casarnos, tener hijos, formar una familia... Poco después empezamos a escuchar sobre un virus chino que podía llegar al país.
Su plan era mudarse al departamento de su novia mientras esperaban el pago por los cuadros y compraban un hogar. “Elegimos una casa, pagamos la seña y mudamos nuestras cosas. Bah, sólo teníamos un colchón. Ahí, en ese momento, empezó la pandemia y el encierro. Yo hablaba con la gente de Estados Unidos, les reclamaba la plata, pero a la segunda o tercer llamada me dejaron de contestar. Me clavaban el visto. Al final, nunca me pagaron”, asegura El Yeti.
Cocina en un minuto
La pareja se encontraba en una casa vacía, llena de provisiones y sin trabajo. “Teníamos muchos enlatados y conservas. Con eso comencé a cocinar. Justo en esa época empezaba el furor por TikTok. Yo bajé la aplicación y vi que había gente que en un minuto te explicaban diferentes cosas. Así que empecé a cocinar y a grabarme. Como era bruto para cocinar, le puse a mi cuenta “Bruta Cocina”. El primer video tuvo 10.000 vistas. Cada vez, cada video llegaba a más gente. Y empezaron las locuras. Un millonario mexicano me invitó a grabar un episodio en México. Ahí conocí a un pibito que se dedicaba a las criptomonedas y me ofreció cinco Ethereum, que en el momento eran unos 15 mil dólares, para transformar mi obra en NFTs (Non-Fungible Token). Y bueno, cuando la vida te da harina hay que hacer pancito.
-Qué golpe de suerte.
-Pero no terminó ahí. Le pregunté cómo le enviaba las pinturas y me respondió que no lo hiciera, que todo sería digital. Entonces se me ocurrió ponerle explosivos mis obras. Algo performático que represente la transmutación de lo análogo a lo virtual. Hasta me contactaron desde la agencia de noticias Reuters para cubrir el evento en el Museo de Ferroviario de Haedo. Ese mismo día, mi vieja se descompensó y murió. Al enterarme, decidí cerrar la venta de arte. Ahora sólo me dedico a mi canal de cocina.
-Emiliano Martínez, el “Dibu”, participó en uno de tus videos.
-Se me ocurrió hacer la receta con Emi para mi programa. Lo llamé y le dije que quería hacer una receta con él. Cuando hicimos el video, Emi tenía 400.000 seguidores en Instagram y yo 600.000. Esto era antes de que ganaran la Copa América y que Emi se convirtiera en “el Dibu”. No tuvo tantas vistas y el 80 por ciento de los comentarios eran hate. Me comí un palazo porque dije que le hice una receta al mejor arquero de la Argentina. Pero después de que ganaron, ese mismo video pasó a tener ocho o diez millones de visualizaciones en un día.
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