Pink tax: el impuesto que pagamos las mujeres y no deberíamos
En la Argentina, las mujeres ganan en promedio un 27% menos que los varones. Esa desigualdad económica es la más evidente, pero en el acto cotidiano de ir al supermercado la desventaja se amplía: los productos que están destinados a las mujeres son, en promedio, un 7% más caros. Es decir, no solo ganan menos, sino que también pagan más por los mismos productos.
La evidencia está al alcance de cualquiera. Si hacés un recorrido por las góndolas y comparás los precios, vas a encontrarte con este sobreprecio, que es más visible en productos de higiene personal, estética o nutrición, pero atraviesa a casi todos los rubros.
La brecha aparece desde la primera infancia. Según una campaña de la Fundación para el Estudio y la Investigación de la Mujer (FEIM), un chupete rosa, por ejemplo, cuesta $235; uno celeste $219. Un poco más adelante, cuando busquen una mochila para la escuela, la de "nena" saldrá $679; la de "nene", en cambio, $549. Los ejemplos también aparecen en los artículos que usamos en la adultez: una máquina de afeitar desechable rosa cuesta $72,45, mientras que en su otra versión pagarías $4 menos.
Ese costo adicional está presente en varios países del mundo y los especialistas lo llaman "impuesto rosa" (pink tax en inglés). Aunque no se debe tomar literalmente: refiere a cualquier artículo cuyo target son las mujeres, sea rosa -como suele serlo- o de cualquier color.
¿A qué se debe este extra? Según la organización argentina Economía Femini(s)ta, "en muchos casos están ligados a decisiones comerciales y operan bajo la hipótesis o premisa de que las mujeres pueden estar más dispuestas a pagar más por su vestimenta o aseo personal".
El colectivo feminista Georgette Sand fue uno de los primeros en poner la discusión sobre la mesa. En el 2014 publicaron una petición y juntaron más de 40 mil firmas para acusar a la cadena de supermercados Monoprix por el costo adicional de los productos "rosas". El documento logró repercusión a nivel internacional y el gobierno francés se comprometió a organizar un consejo que regule la eliminación de los diferenciales de precio.
¿Cómo hacemos para no pagar de más?
Las sugerencias para solucionar el problema no son muy alentadoras: The New York Times, por ejemplo, se limitó a proponer que las mujeres compraran en los pasillos para hombres. Después de todo, los productos suelen ser iguales y la única diferencia es el color.
Economía Femini(s)ta discurre con ese argumento y destaca que no siempre es tan fácil. "Quizás podemos comprar una afeitadora azul pero no suena tan intercambiable elegir hospedarnos en nuestras vacaciones en una habitación solo de varones, que suelen ser más económicas que las solo para chicas", reflexionan. Además, "en algunos casos no hay información para comparar, o los productos para mujeres están alejados de los productos para varones dificultando que la consumidora se de cuenta".
Por otro lado, está el tema del marketing. ¿En qué se basan las marcas? ¿En estereotipos de género o en investigaciones de mercado? De acuerdo a Economía Femini(s)ta este es el mayor problema. "La mayoría de las imágenes que nos bombardean constantemente nos muestran cómo deberíamos ser, construyendo imágenes estereotipadas de los gustos y comportamientos al que tendríamos que atenernos en tanto hombres o mujeres. Estereotipos que van desde lo físico a lo cultural, orientándonos a consumir diferentes productos para poder conseguir el status o la aprobación del resto", relatan. En conclusión, este sobreprecio es simplemente una expresión más de discriminación.
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