Pinamar apuesta a la ecología
A simple vista, el médano costero de Pinamar no parece más que un último obstáculo antes de llegar a la playa tras un extenuante 2020. Sin embargo, este cordón de arena cumple un rol insospechado: actúa como purificador natural del agua que beben los pinamarenses y los cientos de miles de turistas que llegan a esta localidad cada verano. La ciudad está emplazada sobre un acuífero de agua dulce y depende del cordón dunícola para que se mantenga pura y que los hoteles no tengan que recibir a los veraneantes con una botellita de agua mineral, como sucede en muchos balnearios de la costa atlántica.
Devolverle la salud a este crucial ecosistema fue una de las prioridades de Martín Yeza, intendente de Pinamar, cuando asumió como el jefe comunal más joven del país en 2015. El plan de recuperación del frente marítimo –en rigor, un proyecto que databa de 2001–suponía demoler los vetustos paradores de hormigón que yacían como elefantes blancos y reemplazarlos por estructuras desmontables de madera, construidas sobre pilotes para permitir el libre tránsito de la arena.
Como suele suceder, el cambio trajo resistencias –durante el primer año la gestión de Yeza fue reprobada– pero una vez concluida la renovación, los resultados convencieron a locales y visitantes, dando luz verde a un nuevo paradigma sustentable que está revolucionando Pinamar y que incluye ambiciosas apuestas en áreas clave como la basura, la movilidad, la energía y la conservación ambiental.
"Demostramos que es posible reducir los paradores a una octava parte del tamaño original, con un diseño atractivo y sustentable que permite la recuperación del médano costero y aún así que tripliquen su facturación", sostiene Yeza en diálogo con LA NACIÓN, café de por medio, en uno de los flamantes paradores sobre la icónica Avenida del Mar.
El hábito del reciclaje también está dejando su huella en estas playas. La gestión de los residuos sólidos urbanos es un problema estructural en la provincia de Buenos Aires, con cientos de basurales a cielo abierto. Pinamar tenía un agravante: como pasa con las dietas, el turista suele darse una licencia durante sus vacaciones y olvida sus costumbres sustentables, como la separación de residuos. Para modificar este panorama, se le declaró la guerra a las bolsas y a los sorbetes de plástico. También se amplió la red de puntos de reciclaje que hoy suma unas 220 islas entre Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló. Desde la cooperativa Reciclando Conciencia aportan algunas cifras para ilustrar el camino recorrido: seis años atrás, eran solo cuatro trabajadores que trataban 40 kilos diarios de residuos. Hoy son un equipo de 40 personas que recicla unas cinco toneladas por día. "No es basura, son recursos", sostienen en esta cooperativa, que llegó a ser distinguida por las Naciones Unidas, mientras exhiben el fruto de su trabajo: tablas de madera plástica, eco bloques de telgopor y adoquines de polietileno, entre otros innovadores productos.
Residentes vs turistas
Al desafío del desarrollo sustentable, a Pinamar se le suma el dilema de muchas ciudades turísticas: el turista siente que le quieren sacar plata a toda costa durante su estadía y el local, que vive en la ciudad todo el año, percibe que se gobierna para el turista. Para resolver la disyuntiva, el municipio contrató al prestigioso urbanista catalán Toni Puig, quien dio con una solución. "No tenemos más política turística. No trabajamos por un lado para los pinamarenses y por otro para los turistas. Seguimos el modelo de Barcelona, de una ciudad con diseño universal, pensada para todos y con sustentabilidad ambiental", explica el intendente, quien anunció recientemente que no irá por un nuevo mandato en 2023.
En otro tramo de la charla, Yeza parafrasea al filosofo brasileño Roberto Mangabeira Unger, el ex ministro de Lula y profesor de Harvard que deslumbró a Barack Obama. "Tenemos que correr la frontera de la imaginación para lograr un crecimiento económico que vaya de la mano del cuidado del medio ambiente. Pinamar fue durante muchos años una ciudad extractivista a cualquier costo y yo creo que es posible lograr un desarrollo sostenible".
Al respecto, otra frontera que está en la mira del joven jefe comunal es la playa homónima, a la cual se accede exclusivamente en 4x4 y donde circulan cientos de vehículos por día con un considerable impacto ambiental. Bajo la premisa de "achicarle la cancha al cuatriciclo", este año se aplicó, en plena pandemia, una eco-tasa de $12.500 anuales para ingresar a La Frontera con vehículos todo terreno.
Pensada como una Ciudad Jardín por su fundador, el arquitecto Jorge Bunge, hacia mediados del siglo pasado, Pinamar cuenta hoy con la primera Secretaría de Paisajismo y Medio Ambiente del país, que trabaja con un enfoque biomórfico, es decir, inspirándose en los elementos de la naturaleza a la hora de idear soluciones de urbanas. Uno de sus principales desafíos es empezar a reforestar una ciudad donde reina el pino, un árbol icónico del balneario pero que como especie no nativa es criticada por los naturalistas: genera importantes alteraciones en el ecosistema que van desde la pérdida de la biodiversidad hasta un aumento de incendios.
Así lo explica su titular, Samanta Anguiano: "Estamos reforestando el paisaje incorporando especies de árboles nativos de la Argentina, que brindan una mayor diversidad biológica y generan micro ecosistemas para polinizadores y aves. Además lanzamos un proyecto de entrega de árboles nativos a los vecinos, para que puedan plantar y concientizar desde la acción. El objetivo es que nuestro entorno natural esté repleto de texturas, colores y aromas en las distintas estaciones del año". ¿Habrá que imaginar una Pinamar sin pinos en el futuro de avanzar su transformación sustentable? "Yo no descartaría que las próximas generaciones le tengan que cambiar el nombre a la ciudad", concluye Yeza.
El autor es periodista especializado en sustentabilidad y fundador de www.aconcagua.lat
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