Carlos Adrián García es especialista en pintura de aviación y marina
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Su vida está marcada por sus dos pasiones: los aviones y la pintura. Lo primero que le interesó fue la aviación. Su tía le había prestado un ejemplar de la revista “Mecánica Popular” y Carlos Adrián García (62), que por entonces tenía alrededor de 7 años, se enamoró de los modelos exhibidos en aquella edición. Recuerda que sintió, como un instinto, la necesidad de dibujar aquellos aviones. Lo hizo sobre la misma revista, en las partes “en blanco” de cada página. Trazaba, como podía, el fuselaje, la cabina, las alas... Así se divertía en su tiempo libre.
Hoy, su obra, de más de 200 cuadros, incluye pinturas de aviones comerciales y militares. Se destaca la serie de reproducciones de acciones aéreas ocurridas durante la guerra de Malvinas, contadas por sus protagonistas, como el rescate del teniente de navío José Arca o la reconstrucción de la Operación Invincible. Son secuencias bélicas conocidas, varias veces contadas, pero de las cuales no existe documentación fotográfica. Es decir que su obra es el único -y más fidedigno- registro gráfico.
-¿Cómo fueron sus inicios como dibujante?
-Empecé copiando aviones de las revistas, pero me quedé con ganas de mejorar. ¡Me salían muy mal! (ríe) Pero en casa no había mucho dinero y mis padres no podían comprarme un block de hojas para que yo dibujase. Entonces apareció la ayuda del almacenero del barrio, nosotros vivíamos en Versailles, que me regalaba el papel que usaba como envoltorio del fiambre. Yo empecé dibujando ahí, sobre ese papel. Nosotros no teníamos aire acondicionado en la casa, era un lujo para la época. Siempre recuerdo que en los veranos mi mamá baldeaba el patio, que se mantenía fresquito por un tiempo, y yo me tiraba panza abajo, sobre el piso, con mis hojas de papel de fiambre. Me quedaba horas así, dibujando. Bueno, “dibujando”... En realidad, hacía desastres. Pero fui mejorando: una de mis primeras escenas bien logradas fue el regreso de Perón a la Argentina, en Ezeiza, con el avión de Alitalia detrás...
Agrega Carlos: “En la secundaria, el fanatismo continuó. Con mis amigos, en las aulas, estábamos al tanto de los eventos de la Segunda Guerra Mundial. Los estudiábamos en las clases de Historia. Estábamos un poco ‘divididos’, yo era de los que admiraban el grupo de los aliados, me gustaba todo lo que eran los navíos y aviones ingleses, americanos... y a otros les gustaba la artillería alemana, en especial a un amigo mío, que también sabía dibujar. Entonces un día organizamos una competencia entre los dos. Yo tenía que dibujar los aviones de los aliados, y él, a los alemanes. Nuestros compañeros decidirían quién dibujaba mejor. La cuestión es que ese juego se convirtió en mi profesión. Yo no tenía muchas fuentes de inspiración, mis papás no me podían comprar revistas o libros. Entonces miraba películas de aviones e intentaba recordar las escenas. Visualizaba los aviones y los dibujaba en el papel del fiambre. Cada día me gustaba más la aviación. Me emocionaba”.
-¿Soñaba con ser dibujante?
-Soñaba con ser piloto, quería entrar en la aviación de la Marina. Me interesaba un poco más que la Fuerza Aérea porque tenía un entrenamiento distinto. Me atraía la idea de operar desde un portaaviones. Sin embargo, no entré. En el medio hice el Servicio Militar Obligatorio, a los 19. Para cuando terminé, tuve que recibirme del secundario. Y al graduarme, ya se me había pasado la edad de ingreso. Entonces empecé Ingeniería. Hice un año en la Universidad de Morón y después me pasé a la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) para estudiar Ingeniería Aeronáutica y en Sistemas. Sin embargo, no terminé ninguna de las dos carreras. Al mismo tiempo, empecé a trabajar en la revista Aeroespacio como dibujante.
-¿Cómo dibujaba? ¿Cuál era su técnica?
-Hacía los perfiles de los aviones en cartones, con todo un procedimiento geométrico. Después los ampliaba, los llevaba al tamaño que quería. Y por último los pintaba con acuarela.
Sigue Carlos: “Después me contrató Aerolíneas Argentinas para que hiciera dibujos de toda la flota histórica de la empresa. Ya por entonces tenía bastantes conocidos en el mundo de la aeronáutica. Y unos años después de Malvinas, empecé a hacer retratos de batallas de las que no había documentación fotográfica”.
Antes de pintar, Carlos hacía una investigación histórica para entender cómo se había desarrollado la acción. Así trabajó para dibujar una de las escenas más icónicas de la guerra, el ataque a la Argonaut, efectuado por el piloto Owen Crippa: “No había podido hablar con él, pero con un amigo hicimos una investigación sobre cómo había hecho la maniobra a bordo de su avión. Pensábamos cosas como... ‘¿entró por babor o estribor?’. Estuvimos un mes, hasta que definimos cómo había sido el movimiento. Luego empecé con el boceto e hice la pintura. Pude mostrarle el cuadro a Crippa en una oportunidad, mucho tiempo después, en una recepción que organizó la Armada. Crippa vio la pintura y le empezaron a correr las lágrimas. ‘Carlos, ¿de dónde sacaste la información para hacer esto? Yo entré exactamente así', me dijo. Hoy en día él tiene el original de ese cuadro”.
-¿Cómo fue formando su clientela?
-Los aviadores me decían: “Che, tenés que conocerlo a éste, tenés que conocerlo al otro”. Muchos pilotos navales y de la Fuerza Aérea empezaron a contactarse conmigo y empezaron a pedirme pinturas de sus vuelos. Para tenerlos ellos. Me describían sus acciones detalladamente, y yo las pintaba.
Hoy, además de dedicarse al arte, Carlos es piloto. Se recibió durante la pandemia. “Me ayuda a ubicar detalles importantes a la hora de pintar un avión en vuelo. Por ejemplo, cómo poner los alerones si la aeronave está virando, cómo dibujar las agujas del tablero, a dónde están apuntando...”, dice. Finalmente, pudo cumplir sus dos sueños, los mismos que había cultivado cuando era un niño.
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