Un cocinero jamás olvidaría su receta de cabecera. Valentín "Cook" Grimaldi no tiene problemas de memoria, sin embargo decidió tatuarse en la pierna el pesto que su abuela le enseñó a preparar. Del otro lado, en la otra pierna, lleva una máquina para hacer pastas, última incorporación gastronómica en la piel del cocinero instagramer, "head chef" de Tastemade Español y autor del libro Rock en la cocina, que también lleva en la piel un caldero con los ingredientes que no pueden faltar en sus recetas.
Valentín estaba por abrir un restaurante con su hermano, pero el contexto los llevó a adaptar la marca Grimaldi a la entrega a domicilio. El próximo proyecto del cocinero que no sufrirá modificaciones es un tatuaje que él mismo diseñó de una planta de zucchini que recorrerá los pocos espacios vacíos que le quedaron en las piernas después de más de 60 sesiones llenándose de tinta.
¿Cuántos tatuajes tenés?
Son incontables. Sí te puedo decir que del pecho para abajo me queda liberada solo la parte de adelante. La cara no me la voy a tatuar porque no me gusta y en las manos no me termina de copar por el laburo en la cocina, pero después estoy hecho todo completo, salvo por ese pedacito en las piernas.Debo tener 60 tatuajes, más o menos, o mejor dicho, me debo haber hecho al menos 60 sesiones.
¿Cómo empezaste a tatuarte?
El primero marca el camino. Era muy joven, tenía 14 años y me lo hice con mis hermanos. Nos tatuamos los tres un ángel medio demoníaco. Era un ángel lindo, pero quedó satánico con el paso de los años. Mis hermanos estaban con la idea de que nos tatuemos y conseguí que mis viejos me autorizaran. Y, a partir de eso, conseguí tatuarme sin que ellos me volvieran a dar permiso.
¿Cuándo se empezó a meter la cocina en tus tatuajes?
Hasta los 22, me tatuaba para llenar espacios porque quería el cuerpo lleno de dibujos. Eran los 90 y todo era muy tribal. Mi espalda es un tribalazo gigante que me hice en muchas sesiones, pero no significa nada más que una forma. Me tatuaba cada vez que estaba al pedo con un amigo tatuador. Después empecé a hacerme cosas con más sentido, casi todo fue más referido a la cocina. No me imaginaba que iba a tener una receta tatuada, por más que a los 17 ya sabía que quería cocinar. A los 22 ya tenía claro que mi vida iba por este lado y empezaron a aparecer ingredientes sueltos en los tatuajes. También vinieron los nombres de los hijos y las patitas, algunos dibujos de mi hermano y tuve una época muy copado con las cosas chinas, así que hay algunas letras dando vueltas, pero son momentos que uno pasa hasta que alcanza la madurez.
El 'Cook or Die' del pecho lo saqué de un libro de Anthony Bourdain. Yo quería llevarlo como Superman, que se viera al abrirme la camisa.
¿Cómo llegaste a esas piezas gigantes?
La espalda fue una locura de la juventud porque era fanático de los Red Hot Chili Peppers. El "Cook or Die" del pecho tiene que ver con pensar que si no cocinábamos, nos moríamos. Está traído de un libro de Anthony Bourdain que usa esas palabras. Yo quería llevarlo como Súperman, que se viera al abrirme la camisa.
¿Cuál es tu favorito?
La receta de un pesto que no es la tradicional, sino que la heredé de mi familia y es la que generalmente hago. No tiene queso, porque mi abuela lo hacía agregándole después mucho queso a la pasta, y tiene nueces en lugar de piñones; le falta un poco el respeto al pesto genovés, pero no deja de ser mi cuerpo y uno se hace lo que quiere por más que el pesto sea un clásico que uno debería respetar. También tengo en el antebrazo un caldero con humo y los ingredientes felices que están siempre presentes en mis recetas: espárragos, zanahorias, cilantro, chile, ajo, echalote. El tatuaje de mis hermanos también es muy importante para mí porque somos muy unidos, a pesar de las distancias. Además, tengo uno en la espalda que me dibujó mi hermano de un hombre con un mono arriba, que no puedo contar por qué me lo hice porque es un tema sensible, pero marca un momento de mi vida en el que estuve en la oscuridad y el tatuaje reflejó que por fin me pude liberar de ese mal momento.
¿Te arrepentís de alguno?
Del gigante de la espalda. El paso del tiempo empezó a hacer efecto y parece una mancha negra. En algún momento, le pedí a una amiga tatuadora si podía hacer algo mejor, pero me dijo que ni en pedo metía mano ahí. Y en el brazo tengo una ola con unos delfines saltando que fueron de un momento particular de la vida, pero está en color, que es algo que descubrí que no me gusta. Es mi mancha azul celeste, pero ya aprendí a convivir con ella. A los 18, cuando arranqué el tribal gigante, no pensaba en el futuro, pero si hoy tuviese la espalda liberada, tendría un tatuaje mucho más copado.
¿A quién le admirás los tatuajes?
Me gustan los de Alex Atala, un cocinero de Brasil, que tiene tatuajes muy simples y guerrilleros. Fue ocupando su cuerpo de una manera muy pareja porque está dividido y, si tiene un pescadito de un lado, lo hace del otro. Tiene todos tatuajes de la vieja escuela sueltos, pero que forman un buen conjunto.
¿Cómo se llevan los tatuajes con tu trabajo?
Los chicos se quedan esperando que vuelva de tatuarme para ver qué me hice. Nunca les digo qué me voy a hacer hasta que lo muestro, para ver las reacciones. El último fue una máquina de hacer pastas hecho medio como un grafiti y les encantó.
¿Tenés decidido el próximo?
No sé. Así como en la locura de la juventud me hacía cualquier cosa por hacerme nomás, ahora me empezaron a doler. Capaz porque me quedaron libres solo las zonas más sensibles. Me tomé un año desde el último, pero tengo la idea de llenar los lugares libres de las piernas con flores de zucchini, que es una flor hermosa y además se ramifica, así que puedo agregar pedacitos de tallo con flores por todos lados. Me puse a dibujar y me encantó cómo quedaron, así que seguro sean hechas por mi propia mano.
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