En octubre de 1993, hace 30 años, se produjo un hecho inédito para la televisión argentina: el presidente en ejercicio, Carlos Saúl Menem, se puso al frente de un programa periodístico; Clara Mariño, histórica productora, recuerda aquél día
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A comienzos de 1993, cuando todavía no se había concretado el Pacto de Olivos y la reelección comenzaba a volverse una obsesión en la cabeza de Carlos Menem, se produjo un cruce que se volvería premonitorio. Al aire, en la pantalla de Tiempo Nuevo, el programa político de mayor audiencia, el presidente de la Nación y el periodista Bernardo Neustadt se chicaneaban mutuamente. Tenían una relación que excedía lo profesional, hablaban por teléfono a diario. El caudillo riojano había marcado el ritmo de la entrevista. Algo fastidiado, en el último minuto, Neustadt tiró una estocada que pretendía servir de despedida:
Neustadt: -Si no llega a haber reelección, yo le cedo mi puesto. ¡Lo hace de bien al programa!
Pero el Presidente, rápido de reflejos, recogió el guante y devolvió el lance con maestría:
Menem: -No hay ningún problema: va a tener más rating.
Martes 12 de octubre de 1993, minutos antes de las 22 horas. El periodista Joaquín Morales Solá estaba en la sala de maquillaje cuando se enteró de los cambios que había dispuesto la producción para esa noche. Había sido invitado para entrevistar a Carlos Saúl Menem y, de repente, todos los roles habían sido reasignados.
“¿Conduce el presidente? No puede aceptarse tan fácilmente un cambio de roles en la sociedad”, dijo antes de declinar la invitación y retirarse de los estudios. Minutos después sonó “Fuga y Misterio”, de la Ópera María de Buenos Aires, de Astor Piazzola, la habitual cortina musical de apertura del programa. Se produjo, entonces, un hecho inédito (para muchos, también “descabellado”) en la televisión argentina.
“Parecía la fiesta de los Martín Fierro”
La primera imagen que reflejó la pantalla fue la del presidente de la Nación. El riojano, dueño de un indiscutible carisma, no tuvo reparos en dejar de lado la solemnidad de su investidura y convertirse por unas horas en el conductor del ciclo. Le dio la bienvenida a la audiencia, explicó el motivo de la ausencia de Bernardo Neustadt, y se acomodó en el centro de la mesa de debate. No estaba solo. Fue rodeado con periodistas de prestigio y, durante el primer bloque, lo acompañó la máxima estrella de la televisión argentina: su amiga, Susana Giménez. El programa alcanzó picos históricos de rating.
“El programa tuvo un impacto del rating impresionante. Creo que midió 25 o 26 puntos... ¡de promedio! Había una cantidad increíble de periodistas en la puerta del canal, todos los medios querían cubrir la llegada de Menem y Susana... parecía la fiesta de los Martin Fierro. Aunque fue nulo desde el punto de vista periodístico y raro”, cuenta Clara Mariño histórica productora del programa.
-¿Cómo surgió la idea de invitar al presidente Menem a conducir Tiempo Nuevo, Clara?
-Yo me enteré del programa ese mismo martes con todo ya cocinado porque había viajado a Nueva York y regresé ese día. La idea fue exclusivamente de Bernardo y él se encargó de hacer las invitaciones a Carlos Menem y Susana Giménez. Él fue quien los convenció.
-¿Cuál fue tu reacción cuando le contaron lo que iban a hacer?
-No lo podía creer. “¡¿Cómo!?”, preguntaba. Y Bernardo me decía: ”Mirá, esto fue una idea mía, yo ya lo arreglé”. Pero yo no estaba muy convencida de que eso iba a resultar.
-Pero resultó...
-Fue un programa con mucha audiencia, todos los periodistas querían estar ahí.
“No lo voy a conducir igual que Bernardo”
Menem avisó, en el comienzo del programa, que iba a imponer su propio estilo. Si bien ocupó el lugar físico del conductor, fue el centro de todas las preguntas de la noche. Además de Susana Giménez, se sumaron a la mesa Sonia Abrazián, esposa del ministro Domingo Cavallo, y el periodista Osvaldo Granados, que intervino como moderador.
Promediaba el primer bloque cuando apareció en pantalla, desde la cama del Hospital Alemán, con una bata a rayas con el escudo de Racing bordado en el pecho, Bernardo Neustadt. A pesar de su delicado estado, ya que horas antes se había sometido a una intervención quirúrgica, el periodista no se privó de hacer preguntas y comentarios.
-Neustadt no iba a conformarse con ser un televidente más, Clara. Llevó cámaras al hospital y salió al aire desde la cama.
-Si mal no recuerdo, a Bernardo lo habían operado de próstata. La gente del sanatorio se enojó mucho cuando Bernardo llevó las cámaras a la habitación, no querían admitirlas. Lo que pasa que cuando entran a un lugar el camarógrafo y el sonidista no les importa nada... ellos coparon la habitación y las enfermeras no lo podían creer. Aunque los aceptaron recuerdo que fue de mala gana. En ese tiempo vivía Tita Merello y yo hablaba bastante con ella para sacarla al aire en la radio, me acuerdo que el día después del programa me dijo “Decíle a Bernardo que más que una persona parecía un repollito” y fue tan gracioso... ¡Tenía razón porque Bernardo salía en la cama y parecía eso: un repollito!
El día anterior, para ultimar detalles, el presidente había visitado al periodista en el hospital. El mandatario había llevado varias corbatas de obsequio para el equipo médico que atendió al conductor.
“Neustadt apareció en pantalla con un distintivo de Racing Club en su pecho. Estaba en la secreta intimidad de su convalecencia, pero quiso exhibir al público ese momento de su vida privada en presunto beneficio -cabe presumir- del show periodístico. No fue difícil comprender semejante actitud. a Neustadt le gusta la teatralidad de los fuegos de artificio”, escribió el periodista Víctor Hugo Ghitta en LA NACION.
-Meses antes, Menem le advirtió a Neustadt que si él conducía el programa iba a tener más rating.
-Creo que lo que movió a Bernardo fue realizar un programa de impacto, un gran show más que algo periodístico. El programa se recuerda porque fue la primera vez que un presidente aceptó conducir un programa con una figura como Susana que también era muy amiga de Bernardo y también de Menem. Creo que por eso pasó a la historia... de hecho nadie recuerda de lo que se habló ese día.
-Susana en ese tiempo tenía su programa de entretenimientos, sin embargo ese día se animó a conducir un programa político.
-Sí y lo hizo bien, Susana mantuvo su estilo de que no entendía nada y preguntaba: “¿yo qué hago ahora?”, “¿qué pregunto?”, todo con sus grititos... Ella fue ella, una Susana Giménez natural y auténtica. Impactante. La misma manera con la que conducía su programa lo trasladó a Tiempo Nuevo. Y Menem también estaba muy divertido, todo lo que era show él lo sabía manejar muy bien.
-Hablando de las preguntas y lo que tenían que hacer los conductores, ¿les entregaron algún apunte para que se guiaran durante el programa?
-No, nada. Ellos improvisaron. No funcionaba con Bernardo, tampoco con Menem ni Susana lo del “guión previo”. Lo que hicieron de bueno y malo fue completamente natural y espontáneo.
-A veces los invitados hacen pedidos, en este caso ¿hicieron algún pedido especial?
-Menem nunca pedía nada, no recuerdo pedidos especiales de él. Y Susana tampoco lo hizo. Era su canal y seguramente eso facilitó las cosas. A veces algunos piden determinada marca de agua o café, pero ellos no.
-¿Cuál era el clima en el estudio?
-Había un clima de cosa divertida y superflua al mismo tiempo.
A la mitad del programa, los periodistas Germán Sopeña y Roberto García se sumaron a la mesa para entrevistar al conductor. Prácticamente todas las preguntas refirieron a la reforma constitucional. Cuando le preguntaron sobre el enfrentamiento entre el ministro Cavallo y la Corte Suprema contestó “tiene razón” y “prefiero no meterme”. En el último bloque estuvieron los sindicalistas Naldo Brunelli y Julio Guillán, que reclamaron flexibilidad en la negociación de las paritarias.
-¿Cuál fue la repercusión del programa?
-Hubo gente que cuestionó el programa. Ya existían aquellos que no les gustaba lo que hacía Bernardo, decían que no podía prestarse a ese tipo de cosas... Era un debate lógico. Además él en esa época era muy criticado por su relación con Carlos Menem. En este caso, periodismo no fue, estaba más cerca de un show, pero a él no le importaba. Le costó muchas críticas pero tuvo un éxito de audiencia enorme. Y quedó en la memoria por ser el primer programa que un Presidente va y conduce porque desde el punto de vista periodístico no dejó ni una frase.
Clara y Bernardo, el comienzo
Mariño dio sus primeros pasos en el periodismo como redactora de publicidad, libros y música de la revista Extra, de Neustadt. “Tenía 26 o 27 años y un día le dije a Bernardo que a mí me gustaría empezar a hacer otras cosas, pero él a la gente joven que se le acercaba les encomendaba las gestiones más difíciles... yo te diría casi imposibles. Me encargó organizar el debate entre Raúl Alfonsín de la Unión Cívica Radical e Ítalo Luder del Partido Justicialista. Cuando me lo pidió pensé ‘Bueno, estoy lista. Es imposible’. En ese momento en la Argentina no había tradición de debate y a mí no me conocía absolutamente nadie como para llamar y ver si me atendían”, cuenta.
-¿Cómo lo resolvió?
-No sabía qué hacer y justo me enteré que Alfonsín iba a Canal 13 y lo esperé a la salida. Cuando lo vi me acerqué y con mucha timidez porque yo soy naturalmente tímida, pero ahí estaba mucho más. Le dije ‘Doctor Alfonsín yo trabajo para Bernardo Neustadt y él quiere organizar el debate entre usted y Luder...’. Y Alfonsín me miró y me dijo: “Nooo querida, no. No lo vamos a hacer”. Aunque me dijo que no, Alfonsín fue muy cálido, muy amable. Él vio que yo era una principiante absoluta y por eso tengo un gran recuerdo de él. Incluso tengo una foto del momento que la tomó un fotógrafo que estaba en el lugar.
-¿Cuál fue la reacción de Bernardo?
-Cuando volví a la oficina y le dije que no lo había conseguido, Bernardo me contestó: “Sabía que no lo ibas a conseguir porque Alfonsín ya tenía decidido no hacer el debate, pero yo quería probarte para ver si a pesar de las dificultades vos hacías la gestión. A mí lo que me importa es que mi productora haga la gestión; después, el resultado puede ser un fracaso o un éxito, pero no me gusta que de entrada, cuando la gestión es difícil, el productor diga que algo no se puede hacer. Fue una gran lección la que Bernardo me dio ese día. Terminó diciéndome: “Como hiciste lo que tenías que hacer, independientemente del resultado, ahora vas empezar en Tiempo Nuevo”. Y comencé a trabajar un poco más en radio y luego fui entrando en Tiempo Nuevo hasta convertirme en la productora del programa.
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