@MCasasDiNardo
Muchos son los factores que hicieron que en los últimos años se haya disparado el interés por la carrera de Criminología, sobre todo por su especialización en "Perfilación criminal". Desde el seguimiento que hacen los medios de cada caso, pasando por el éxito de las series norteamericanas que le imprimen espectacularidad al delito, hasta llegar a la brutalidad y frecuencia con la que se suceden los hechos en un mundo cada vez más violento. Como una bola que se retroalimenta en su devenir, hoy por hoy, los imprescindibles son aquellos que nos explican los por qué de las aberraciones humanas que sacuden constantemente a una sociedad temerosa. La falta de justicia y la liviandad de los jueces, hacen que tomen relevancia estos profesionales, sobre todo, quienes ven claro, donde muchos se mueven con la torpeza de un elefante en un bazar.
Diplomada en "Criminología criminalística y derechos humanos", y especializada en la técnica de "Perfilación criminal", María Laura Quiñones Urquiza, en los últimos años tomó una relevancia importante en los medios nacionales. Su trabajo, profesionalismo y sensibilidad, la llevó a convertirse en una fuente de consulta imprescindible a la hora de delimitar perfiles criminales. Su figura emerge cuando la Policía y sus investigaciones comienzan a cercarse. "Me dedico al estudio de la criminógenes, que no es más que la investigación del origen y por qué de los homicidios y delitos sexuales. Yo había estudiado hasta cuarto año de Psicología, pero la verdad es que no me interesó. Un día pasé por la Facultad de la Policía Federal y vi que había diplomatura en Criminalística; yo era fanática de Hugo Marietán y Osvaldo Raffo, eminencias de nuestro país, y me inscribí. Me costaba asumir que era buena para eso. Vengo de familia de artistas, padre escultor y madre concertista; y yo pasé de interpretar mentes y relatos, a analizar situaciones, espacios y muertos. De chica no me interesaba lo policial, tampoco era fanática de su literatura. Pero sí reconozco que era como justiciera y tenía respuestas categóricas ante situaciones de peligro", comenta la propia Quinoñes cuando se le pregunta por sus comienzos.
Tal vez el primer caso que se recuerde como mediático, donde los diarios y noticieros hicieron como un reality criminal, fue el de García Belsunce. Corría la primavera del 2002 y se hablaba del recorrido que habría realizado el victimario por el country Carmel en Pilar, del pituto y otras cuestiones que hicieron a la causa. Tras él, muchos fueron los que se sucedieron, menor la frecuencia entre uno y otro y mayor el nivel de brutalidad. Con más recursos pero con el mismo sistema de inoperancia judicial y policial, la sociedad tuvo más participación. En los bares se hablaba de futbol, política y criminología. "El caso de Ramoncito González en la provincia de Corrientes, asesinado en una misa negra, fue como un antes y un después en mi vida. Tras ver el caso y analizarlo, difícilmente haya visto la vida del mismo modo. Y para realizar mi tarea tengo que dejar de lado todo apego con la víctima y tener más humanidad, obviamente, sin rotularlo. Tengo que tener una total desinfección y cero contaminación porque necesito entrar en la cabeza de esa persona, por más atroz que haya sido el acto. Cualquier prejuicio ensucia mi trabajo y los resultados. Yo he entrevistado a personas que han comido gente, violado y matado; pero no desde la discusión o la discrepancia, sino con el mayor de los respetos", confiesa Laura que la resta valor a las series como CSI, Criminal Mind y Law & Order, por acusarlas de "embellecer lo que en la realidad es grotesco". Y completa: "No hablo de mi trabajo en mi círculo íntimo porque poco tiene que ver con lo que se ve en la televisión o en las películas. Y la idea no es espantar a nadie ni generarles rechazo".
Lo que antes podía indignar a toda una nación y especialmente a la opinión pública, como un asesinato a una menor; hoy sólo ocupa un bloque de un noticiero y a lo sumo, una portada de un diario. Y no porque interese poco, sino porque se suceden constantemente. "No noto un aumento en la cantidad de casos, sí un nivel extremo de violencia. Y se da por la conducta de contagio criminal. Por la imitación. La motivación es distinta pero la finalización es la misma. Hay una identificación entre la persona que recibe tal mensaje y el que la emite. "Si él pudo, por qué yo no puedo hacerlo", se piensa. El atacante pasa a ser como una estrella y lo que menos se ve en los medios es la cara de la víctima. Al salir en los medios, los agresores terminan convirtiéndose en rockstars, y sus víctimas, sus premios. Esto debería cambiar. Informar sin hacer publicidad".
La seguridad con la que habla la licenciada Quiñones Urquiza es definitiva. No deja lugar a la duda ni a la repregunta. Y no es por su voz grave y firme, sino por la contundencia de sus frases. "El Psicoanálisis en lo que es Perfilación no está permitido. En Estados Unidos si estás en un Congreso y decís "Freud", se te ríen en la cara. Pero sí hay una humanización, porque si no bajás los cambios, no podés obtener ningún tipo de información. Lo que uno observa es el delito, al delincuente y la escena. Esa es la pirámide en la que se basa un perfilador. Y cuando no tenés la suficiente información en esos tres campos, te basás en la victimología. El perfil de la víctima, pero no desde la criminología tradicional, sino desde la criminología forense, es decir la óptica del criminal. Cuál es el riesgo y el estilo de vida que al criminal le sirvió de su víctima y por qué la ha elegido en ese momento y para ese delito".
Reza la cultura popular en sus justificaciones inentendibles "La ocasión hace al ladrón", a lo que Quiñones Urquiza retruca: "Existe algo que se llama "la oportunidad delictiva" y que está al alcance de todos. Pero también hay barreras que uno sabe que están y que demuestran que lo que viene puede ser peor que no hacerlo. El costo beneficio por tal delito. "Yo quiero ese auto, pero si me agarran cuál será mi costo". Entonces la mayoría de la gente no comete tal acto. Pero hay cierta disposición. He tenido casos de asesinos que tomaron inhibidores para matar o realizar sus actos. Hay un caso famoso, el de Jeffrey Dahmer que detallo en mi libro "Rastros criminales" (Ediciones B), que tenía una enfermedad mental que lo hacía inimputable, pero al admitir que tomaba para matar, se convierte automáticamente en culpable".
Si bien de su vida privada no habla para resguardarla de la órbita en la que trabaja, Laura reconoce: "Cuando estoy analizando un caso es como que tengo un tipo de hechizamiento y no me permite hacer otras cosas porque la atención la tengo puesta en cada una de las fotografías y videos del caso. Tal vez tengo que ver doscientas cincuenta fotos de escenas de crímenes o de autopsias. Y mi atención está en ese rompecabezas. Hasta que no armo el perfil y lo presento, estoy en otra. He cancelado salidas, actividades sociales, cumpleaños, de todo".
A modo de cierre, Laura con una sonrisa asume haber participado en la película "Muerte en Buenos Aires". "Llegué a su directora, Natalia Meta porque Osvaldo Raffo me recomendó. Fue una experiencia muy linda". Y para finalizar, aunque los hechos sean devastadores e irremediables, concluye: "Mi éxito lo encuentro en tres instancias bien definidas, cuando hago un perfil determinado y la Policía o la Justicia me dicen que basados en eso, capturaron al criminal; cuando me llama alguien de una fuerza porque me recomendó otra fuerza, y cuando la gente que admiro respeta mi tarea".
Lamentablemente su tarea no podrá volver el tiempo atrás ni modificar ninguna de las atrocidades cometidas, pero ayuda a que haya justicia, nada más y nada menos.