Pérez-Reverte De guitarras, narcos y reinas
Narcotráfico, dos fronteras calientes y una mujer que pasa de amante analfabeta de un piloto de narcos a capo de capos en el estrecho de Gibraltar son los ingredientes del nuevo best seller del exitoso narrador español
“Yo lo que quería escribir era un narcocorrido, pero me salió una novela de 500 páginas”, dice el escritor español Arturo Pérez-Reverte cuando se le pregunta por los orígenes de su nuevo libro: La reina del Sur (Alfaguara).
Pérez-Reverte –uno de los autores más leídos en lengua española– cuenta que la historia comenzó a cobrar vida en una cantina de Sinaloa (México), y al calor de unos cuantos tequilas, cuando la máquina tocadiscos del lugar empezó a tocar el narcocorrido Camelia la tejana, una de las canciones más populares de un género que el autor define como “una épica del mundo de la droga”.
Fascinado por esas “historias de tres minutos que son como mininovelas”, este experimentado periodista –entregado de lleno a la literatura desde 1994– viajó, investigó y escribió durante dos años y medio antes de publicar esta novela de narcotráfico y frontera cuya protagonista es una mujer.
La historia transcurre en dos fronteras: la terrestre de México con los Estados Unidos y la marítima de Marruecos con España. Dos mundos que se juntan por obra de Teresa Mendoza, una joven mujer de Culiacán (Sinaloa), que pasa de amante analfabeta de un piloto de narcos a reina del narcotráfico en el estrecho de Gibraltar, y que luego vuelve a su país para “ajustar cuentas pendientes”.
La aventura dura 12 años y en ella “no hay buenos ni malos”, sólo “un mundo donde matar, morir, engañar, corromper, traicionar, sobornar y traficar es algo cotidiano”, dice Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951), durante una entrevista en Madrid.
–¿Qué busca con este libro?
–Sólo contar una buena historia.
–¿Nada más?
–No pretendo develar ningún secreto... ningún narco va a aprender nada con esta novela.
–Pero usted investigó mucho.
–Lo que necesitaba era conocer bien el mundo en el que se mueven mis personajes, para luego poder contar bien cómo son (los narcos): cómo piensan, cómo comen, cómo aman, cómo se gastan el dinero. Yo me documento siempre en lo real, porque ir a los sitios, pasearme por los lugares, me sugiere cosas, me abre puertas, me da ideas. Tendría que ser un genio para estar encerrado en casa y tener la imaginación de contar una historia como ésta con un mínimo de credibilidad.
–¿Cómo se sumerge en el mundo del narcotráfico?
–Yo conocía el mundo del narco desde antes, cuando era reportero. En Marruecos, en Nicaragua, en Colombia. En mis 21 años como periodista, cubrí muchas guerras y el narcotráfico estaba detrás de muchas de ellas.
–¿Y en el caso de México?
–Me acordé de mis tiempos de reportero. Llamé a mis contactos, me fui a los lugares que yo conocía y pregunté por lugares nuevos. Me avalaron algunos amigos y logré los contactos que necesitaba. Luego me tomé 27 mil tequilas y me emborraché 200 veces y, tras pagar 200 rondas que me dejaron la tarjeta de crédito hecha trizas, me gané la confianza de algunos y de ahí me alimenté.
–¿La experiencia en Colombia le sirvió?
–Amigos colombianos y mexicanos me explicaron los cambios que ha habido en el narcotráfico en los últimos años.
–¿Qué lo sorprendió más?
–Cómo una gente que se juega la vida por unos dólares, luego los derrocha en una semana. Pero la lección principal es que hay dos tipos de narcos, básicamente.
–¿Cuáles son?
–El primario, que es el que ha surgido en un mundo humilde y cuando llega quiere gastárselo todo: vino, música, mujeres, coches. El que te dice: “Prefiero vivir cinco años como un rey y no 50 como un buey”. Pero luego está una segunda generación, que es un narco más inteligente, que es aquel que sabe que lo que mata en este negocio es la envidia y la ostentación. Un narco discreto, que manda a sus hijos a estudiar a buenas universidades y evita llamar la atención. Quiero subrayar que éste no es un libro documento a pesar de que utilicé mis herramientas profesionales de reportero para hacer este trabajo.
–¿Por qué una protagonista?
–Mis personajes son siempre soldados perdidos en territorio enemigo. Quizá porque de pequeño traduje la Iliada y la Eneida, y eso me dejó la imagen de un soldado derrotado lejos de la patria que intenta volver a su tierra. Y la mujer es el soldado en territorio enemigo por excelencia: vive en un mundo de hombres con leyes escritas por los hombres. Su combate, su soledad y su vida me interesan mucho, son muy potentes. Por eso en esta oportunidad el soldado perdido es una mujer.
–¿Fue fácil darle vida a Teresa Mendoza?
–Fue un trabajo duro, pero hice lo que quería hacer.
–¿A saber?
–Ver y contar la historia desde sus ojos, mostrar cómo ella ve y siente este mundo.
–¿Qué fue lo que más le ayudó a lograr ese propósito?
–Un novelista es una persona que ha leído, que imagina y que ha mirado. Y yo miro, miro mucho. Así que miré a las madres, a las esposas, a las amantes, a las hijas, a las sobrinas. Si miras un poco, aprenderás mucho.