Cuando estaban de novios Néstor le dibujó a Eugenia una casa con cinco hijos. Muchos años después y superando varios momentos dolorosos ese sueño se hizo realidad.
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Cuando tenía 18 años Eugenia Cabó, que era de Santa Fe, conoció a Néstor, que residía en Paraná, ya que ambos vivían en el mismo edificio en Rosario. Eran estudiantes: ella de Psicología y él de Ingeniería.
En esa época salieron varias veces, aunque al poco tiempo ella regresó a su ciudad, por lo que dejaron de verse. Sin embargo, por esas casualidades del destino a los dos años se volvieron a encontrar y los dos entendieron que no había motivos para no estar juntos.
El primer momento triste de la pareja
“Néstor es un constructor de alma. Me conquistó su simpleza, nuestras coincidencias de vida, su seguridad, su protección, la naturalidad con la que nos hablábamos y conectábamos, nos volvimos amigos, además de pareja. Siempre con un motor que tira para adelante”, describe Eugenia, que agrega que una tarde su novio dibujó en un papel una casa donde en un futuro iban a vivir ellos dos junto a sus cinco hijos.
Mientras se encontraban organizando el casamiento, en 1998, Eugenia quedó embarazada. Pero esa alegría que los dos sentían se desmoronó de un segundo a otro cuando ella se sintió mal y rompió bolsa. “Me llevaron de urgencia a Santa Fe y el médico nos dijo que no podíamos hacer nada, me internaron y me tuvieron que hacer un legrado. Fue muy triste, estábamos muy ilusionados. Todo lo que soñamos se derrumbó de golpe”.
Después de ese triste desenlace, Eugenia y su esposo hicieron “miles” de consultas y tratamientos, entre análisis y estudios genéticos. “Éramos los mejores alumnos de cada una de las indicaciones. Nos paseamos las rutas de Santa Fe, Córdoba, Rosario y Buenos Aires. Mi problema no era quedarme embarazada, sino retener los embarazos”.
Un amor llamado Yair
Cuando perdieron el cuarto embarazo literalmente Eugenia y Néstor dijeron basta ya que ella estuvo tan mal de salud que casi ni la cuenta. Entonces, empezaron a pensar en la posibilidad de adoptar.
“La adopción de Yair (que tenía dos años y medio) fue inmediata, recuerdo como si fuera hoy ese momento donde nos conocimos. Poco a poco se fue acercando a donde estaba yo y se sentó upa. Nunca más nos volvimos a separar. Ahí empezó nuestra historia con Yair, a construir nuestro vinculo. Fue un hijo esperado, deseado, soñado por nosotros y por toda nuestra familia y amigos”.
“Rebalsaba de una felicidad difícil de poner en palabras”
Pese a que el proceso de adopción duró cinco largos años e incluso un juez decidió tirarse atrás aduciendo que Yair tenía que volver al hogar en el que vivía. Finalmente lograron la adopción plena.
“Fue maravilloso convertirme en mamá, sentía una felicidad plena. Nuestras caras lo decían todo, rebalsaba de una felicidad difícil de poner en palabras. Ahí estaba Yair y todo cobraba otro sentido. Era nuestra prioridad, su cuidado y bienestar. Conocerlo, entregarnos a una relación que construimos minuto a minuto. Crear nuevas rutinas”, se emociona.
No hay uno sin tres
Unos años más tarde, Eugenia y Néstor adoptaron, mediante entrega directa, algo que hoy ya no es posible, a Mateo y a los tres meses a Benjamín.
“El pediatra decía que eran los cuasi mellis. Y de pasar de ser una mamá y un papá sin hijos, pasamos a tener nuestros tres tesoros. Hijos en diferentes etapas evolutivas y aprendiendo a salir del automático para poder aprender y resolver qué es lo mejor para cada uno”.
Otro hijo que dice adiós
En 2016, cuando ya tenía 40, Eugenia sin proponérselo volvió a quedar embarazada, 12 años después de haber perdido a su último bebé. “El embarazo de Juan fue por un descuido, la noticia nos puso el mundo patas para arriba: miedo, ilusión, esperanza. Conocimos a un equipo médico en Buenos Aires, especialista en embarazos de alto riesgo, que nos acompañó y nos dio confianza. Cerclaje, heparina por trombofilia, indicación de reposo absoluto con los pies en alto. Una noche sentí algo que no estaba bien, empecé con pérdidas, contracciones y me llevaron a quirófano de emergencia. Tuve desprendimiento abrupto de placenta y Juan llegó demasiado pronto. Nació la madrugada del 17 de enero de 2017 y el 19 de enero a la tardecita falleció”, cuenta, entre lágrimas.
Los médicos le explicaron a Eugenia que Juan había nacido prematuro extremo (tenía apenas 25 semanas y media de gestación) y su cuadro se fue complicando hasta que falleció en sus brazos.
A raíz de ese doloroso episodio Eugenia debió permanecer internada durante tres meses en el sanatorio donde se encontraba en Buenos Aires, mientras que sus hijos estaban viviendo en Paraná. “Estar lejos de mi casa fue mi mayor desafío como mamá, me costó mucho, no tuve opción. Yo ni siquiera podía caminar. Y eso es solo hablar del dolor físico. Lo demás es indescriptible. Nos atravesó a todos y a cada uno de los cinco, dolor que desgarró las capas más profundas”.
“¿Y la subrogación?”
Tras pasar ese tiempo internada Eugenia regresó a Paraná y se reencontró con el amor incondicional de su marido y de sus tres hijos que la estaban esperando para, como ella misma dice, volver a empezar.
A los meses regresó a Buenos Aires a un control y uno de los médicos le lanzó una pregunta que a ella y a su marido los dejó tan sorprendidos como curiosos. “¿Y la subrogación?”.
“Y ahí empezó otro camino, a fines del 2017 viajamos al exterior a hacer el primer tratamiento y conocer a la mama subrogada. Intentamos tres veces y no pudo ser. Me dijeron que debido a mis antecedentes médicos, edad, calidad de óvulos y reserva ovárica no iba a poder ser. Decidimos no continuar, lo habíamos intentado y no funcionó, ya no teníamos energía para seguir. Nuestra casa, familia y los chicos nos demandaban y requerían”.
La noticia menos esperada
No había pasado mucho tiempo desde que regresaron de Estados Unidos cuando la noticia menos esperada se hizo presente: Eugenia otra vez estaba embarazada.
“No podíamos creerlo. Entre susto y felicidad, llamamos a nuestra médica. Ya los pasos los conocíamos: instalarse nuevamente en Buenos Aires, reposo, heparina, cerclaje. Pero esta vez era un poco más complejo el tratamiento porque no había muchos casos con mis antecedentes. Cerclaje abdominal con laparoscopia en la semana 9, transfusiones de gammaglobulina, corticoides, hidroxicloroquina, a lo que se sumó diabetes gestacional. Todo un combo sumamente controlado por un equipo médico al que le estamos eternamente agradecidos en lo profesional y en lo personal, que nos marcó la diferencia”, explica.
Embarazada de mellizos
Pero la mayor sorpresa llegó cuando una de las ecografías arrojó que esperaba mellizos. “Creo que entre felicidad y miedo llamé a Néstor para darle la noticia. Nos pidieron mantener la información en reserva para esperar cómo seguía el embarazo, pero no pudimos contener la alegría y la compartimos con nuestros familiares más cercanos”.
Eugenia y Néstor no pudieron guardarse semejante novedad para ellos solos. Necesitaban compartir tamaña felicidad con sus afectos porque, por momentos, les parecía imposible que eso realmente estuviera sucediendo. Aunque con prudencia y con miedo, otra vez el arco iris volvía a brillar en sus vidas. Otra vez, la esperanza se imponía en medio de la angustia y el dolor.
“Fue un embarazo muy especial, un regalo de la vida, un milagro para nosotros. Por supuesto que con muchos miedos, cuidados, eran muchas los diagnósticos y tratamientos que había que vencer. Así fueron pasando las semanas. Cada martes era día de ecografía, era una prueba a superar. Hasta que llegó la semana 31 y era momento de programar la cesárea. Así fue que el 18 de enero de 2019 nacieron Simón y Franco y para nosotros, como con la llegada de cada uno de nuestros hijos, el Universo nos bendijo y era una fiesta. Cuando me llevaban del quirófano a la habitación las enfermeras salieron al pasillo a aplaudirme. No era yo sola, éramos todos día a día aferrándonos con fe a que el embarazo siga bien, ellos crecieran y ganáramos semana a semana. Detrás mío estaban todos los que nos conocían y habían vivido de cerca o lejos nuestra historia”, se emociona.
Simón y Franco permanecieron 40 días en Neonatología y durante ese lapso Eugenia y Néstor convivieron con otras mamás y papas que estaban en la misma situación que ellos. “Aprendimos a convivir con las alarmas y las máquinas. Dia a día todo se vuelve más familiar, hicimos nuestra propia rutina, nos hicimos amigos, es un sub mundo que nos queda para toda la vida en nuestro recuerdo”.
Como si se tratara de un cuento de hadas o de un mago que con su varita mágica cumple todo tipo de sueños, con la llegada de los mellizos Eugenia y su marido pasaron a tener cinco hijos, la cifra que él fantasiosamente había dibujado en esos primeros días de enamoramiento.
“Una familia diferente, que vive y se nutre de las diferencias de cada uno de sus integrantes”
Eugenia dice que Yair (21) es alegre, enérgico, travieso, curioso, revolucionario y cuestionador hasta el cansancio. A Mateo (15) lo define como pacífico, empático, es muy tranquilo, observador y tiene una personalidad muy especial. Cuando le preguntan por Benjamín (15) responde que es despistado, amiguero, justiciero y que conquista con su simpleza. Por su parte, de Simón (4) dice que es más observador y de Franco (4) que es más travieso y pícaro.
“Es una familia diferente, que vive y se nutre de las diferencias de cada uno de sus integrantes. Ser mamá de cinco varones es una prueba y un desafío día a día donde aprendo, acepto y a la vez revoluciono un poco la casa con mi impronta femenina, más detallista. Ser mamá de varones me puso el universo patas para arriba, tomás la vida de modo diferente, no se enroscan, las amistades son menos rebuscadas que las de la mujer, hay menos celos y menos disputas. Una pelota y su día está resuelto”, se ríe Eugenia.
A la hora de compartir su experiencia con otras mujeres que quieren ser madre y no pueden cumplir ese sueño, Eugenia les dice que no siempre el camino es como uno espera, sueña o anhela y que puede ser largo y con tropiezos. “Es muy personal, único de cada persona y pareja. Es fundamental contar con apoyo, así como elegir profesionales que nos acompañen con respeto y contención. A veces hay que tener opciones y abrir nuevas puertas en vez de cerrarse a una sola posibilidad. El ser padres aún está fuertemente ligado con lo biológico, hay que derribar barreras sociales todavía muy arraigadas. Cualquier decisión que uno tome desde el deseo y amor es válida”.
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