Pequeña Victoria: la maternidad empoderada
La deconstrucción de la "maternidad rosa" es un tema de análisis y debate en gran parte del mundo. Con la fuerza recobrada de los movimientos feministas, la maternidad vuelve a ser protagonista de un profundo análisis, tema que se instaló este último mes con el estreno de Pequeña Victoria, la serie de Telefe –en horario prime time– que explora, a través de sus cuatro protagonistas, el deseo de ser madre. "Pequeña Victoria indaga en las diferentes maneras de maternar –sostiene Erika Halvorsen, creadora del ciclo junto con Daniel Burman–. Habla de lo difícil que es criar sola, lo que pasa con el cuerpo gestante, con el donante (en este caso, una mujer trans), echa luz sobre los nuevos tipos de familia, los vínculos". En tiempos de empoderamiento, Halvorsen prefiere hablar de mujeres libres. "Y ese ser libre es lo que conecta a estas cuatro mujeres con su propio deseo de maternidad".
En el ensayo Instonto maternal. ¿Desde cuándo parir es un destino? (IndieLibros), Agostina Mileo, conocida como La Barbie Científica, indaga en esta idea instalada culturalmente que conocemos como "instinto maternal", en el que supuestamente todas las mujeres fueron formateadas para ser madres, cueste lo que cueste porque, como bien destaca en sus páginas, se alimentó un imaginario que determina que la "maternidad es plenitud" y que bien justifica "hacer sacrificios, porque al final vale la pena".
"Es una experiencia vital única y que cada mujer vive de una forma diferente –analiza Núria González, abogada de Derechos Humanos, presidenta de la Asociación Internacional L’Escola–. El problema está en todo lo que socialmente se ha ido aparejando a la maternidad y que pesa siempre en las mujeres, como esa a presión que se nos ha impuesto, como si ello fuera el fin último de nuestras vidas. La idea de que una mujer que no tiene hijos es una mujer incompleta está totalmente arraigada en nuestra sociedad patriarcal y ejerce su presión, tanto para las que deciden tener hijos, como para las que deciden no tenerlos, que se ven obligadas a justificar su decisión".
Con el estreno de Pequeña Victoria, el término "nuevas maternidades" volvió a cobrar protagonismo. "Las mujeres, a lo largo de la historia de la humanidad, hemos tenido hijos, como hemos podido y en toda circunstancia –reflexiona Laura Gutman, autora de La Maternidad y el encuentro con la propia sombra–. El término al que se hace referencia tiene poco significado. A veces contamos con el apoyo de una pareja, a veces hemos quedado embarazadas y asumimos solas la crianza de los niños, a veces tenemos familia extendida, tribu o comunidad. Somos demasiado jóvenes o demasiado viejas, somos pobres o ricas. La verdad es que nada de eso importa. Lo que importa es si estamos en condiciones emocionales para criar a los niños en el amor, la compasión y la ternura".
En un tono más enfático, Núria González sostiene que "no existen nuevas maternidades. Lo que sí han cambiado en nuestra sociedad occidentalizada son las circunstancias en las que se lleva a cabo la maternidad. Las mujeres hemos accedido en masa al mercado laboral, a la política y en general, a la vida pública, aunque estemos todavía muy lejos de ocupar ese 52% de cargos de responsabilidad que nos tocarían, porque somos el 52% de la población mundial. Eso, sin duda, hace que ser madre hoy tenga poco que ver con ser madre hace 60 años. Lo que no ha cambiado es que toda la responsabilidad de la crianza de los hijos e hijas sigue recayendo totalmente en las mujeres durante toda su vida. Y esa es la certeza inmutable de la maternidad a la que me refiero. Compatibilizar eso con responsabilidades y tareas fuera del hogar, donde hemos sido confinadas durante toda la historia, y que aún hoy lo llevamos arrastrando, es muy difícil. Eso ha dado como resultado que, por un lado, las mujeres sean madres cada vez más tarde, que cada vez tengan menos hijos o que, directamente, muchas decidan no serlo nunca".
Una de las tendencias que más llaman la atención en este comienzo de milenio es que coexisten en el campo social tanto las mujeres que se rehúsan a la maternidad como aquellas que desean ser madres a cualquier precio. "La maternidad –aclara Irene Meler, doctora en Psicología que coordina el foro de psicoanálisis y género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires–, ha pasado a ser una opción en lugar de ser un mandato, como lo ha sido tradicionalmente. Es por eso que cada vez hay más mujeres que optan voluntariamente, aun estando en pareja, a no ser madres; y hay otras, en cambio, que recurren a la adopción unipersonal, la continuidad de un embarazo casual, la inseminación, la donación de gametos y otros métodos para ser madre a título individual. Esta última alternativa está relacionada con la crisis por la que pasan las relaciones de pareja. Hay un corte generacional de mujeres de sectores medios que oscila entre los 35 y 45 años y que tienen muchas dificultades para formar una pareja estable. Estas mujeres, que por lo general tienen independencia económica, apuestan por una maternidad unipersonal".
La maternidad no puede seguir siendo un tema incómodo para el feminismo. Al contrario, este debe darle el lugar que merece en el seno de la lucha por la emancipación de las mujeres
El feminismo históricamente ha tenido una relación compleja con la maternidad, y en este punto, Esther Vivas, autora de Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, considera que esto ha sido así porque la capacidad biológica de las mujeres para dar a luz ha sido utilizada por el patriarcado como un instrumento de control del cuerpo femenino. "Cuando en los años 60 y 70, las feministas se rebelaron, como era necesario, contra esta imposición, se cayó en un cierto discurso antipaternal y antirreproductivo, y no se abordaron las contradicciones que implicaba la maternidad. Hoy, una nueva generación de mujeres y madres feministas, seguramente más libres de prejuicios que las anteriores, reivindicamos la visibilidad y el reconocimiento de un trabajo que han venido realizando las mujeres desde antaño. Se trata de la toma de conciencia de cómo algo tan relevante para la sociedad, como gestar, parir, lactar y criar, ha sido relegado a los márgenes, y reivindicar la necesidad de valorarlo y visibilizarlo pública y políticamente sin caer en idealizaciones".
Uno de los mayores retos del movimiento feminista, según Vivas, es el de incluir la maternidad entre sus reflexiones programáticas y preocupaciones estratégicas. "La maternidad no puede seguir siendo un tema incómodo para el feminismo. Al contrario, este debe darle el lugar que merece en el seno de la lucha por la emancipación de las mujeres; no mistificarla, sino asumir que es una parte fundamental de la identidad femenina, a la vez de establecer que las mujeres somos mucho más que madres".
La creación de Erika Halvorsen y Daniel Burman, Pequeña Victoria, muestra el encuentro de cuatro mujeres con realidades muy distintas: Jazmín (Julieta Díaz), una empresaria que no quiere quedar embarazada para no truncar su carrera profesional (por temor a un despido o a no lograr un ascenso) por lo que decide alquilar un vientre y así cumplir el sueño de convertirse en mamá; Bárbara (Natalie Pérez) es quien pone el cuerpo a ese embarazo por necesidad económica; Selva (Inés Estévez) es la chofer que acerca a Bárbara a la clínica al momento del parto y Emma (Mariana Genesio Peña) es una mujer trans que, que también ante la necesidad económica, donó el semen utilizado para el tratamiento. La serie abrió también el debate sobre la gestación subrogada. "Desde la ficción, no pretendemos dar respuestas, sino generar preguntas, poner el tema sobre la mesa –destaca Halvorsen–. En la Argentina no hay regulación y el vacío legal deja expuesto a los más vulnerables, en este sentido, quisimos echar luz sobre las gestantes, que aparecen siempre en las historias como una entidad un poco fantasmal cuando hablamos de maternidad subrogada".
En Instonto maternal, Agostina Mileo dice que una de cada diez mujeres no puede tener hijos biológicos, lo que las lleva a tomar caminos diferentes para lograrlo. En algunos casos, ponen el cuerpo a las más diversas intervenciones y tratamientos; en otros, abrazan la idea de alquilar un vientre, sin cuestionamientos éticos, porque la ‘maternidad es un fin superior’".
"Hay que diferenciar claramente entre deseos y derechos –aclara Núria González, autora de Vientres de alquiler (LoQueNoExiste)–. Los deseos no son derechos y nunca pueden serlo, por muy legítimos que sean. El anhelo de ser madre es completamente normal y produce un inmenso dolor a las personas que no pueden conseguirlo. Sin embargo, ello no justifica en ningún caso que para culminar tu deseo de ser madre tengas que volar los derechos humanos de otras personas, de otras mujeres, concretamente, así como del bebe que tanto deseas. Y es más claro todavía cuando sólo cumples ese derecho por una cuestión de poder adquisitivo, es decir, puedes pagar por hacer realidad ese derecho, mientras otras acceden a concedértelo solo por su situación de necesidad y desigualdad respecto a ti. No, definitivamente, los deseos no son derechos absolutos, aunque se nos quiera convencer de lo contrario".
En este sentido, Laura Gutman se aleja del debate: "Es estúpido juzgar decisiones de otros individuos, las que sean, ya que fueron asumidas en el ámbito del amor –enfatiza–. Cada uno de nosotros resolvemos estos asuntos vitales como mejor podemos". Esther Vivas, la autora de Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad, se permite ir más lejos: "La gestación subrogada no es una técnica reproductiva más, sino un proceso biológico mercantilizado, que busca apropiarse de la capacidad de gestación de las mujeres. Los contratos firmados, de carácter irreversible, obligan a las madres gestantes a renunciar a su cuerpo a lo largo de los nueve meses de embarazo. Querer ser madre o padre es comprensible, pero no se pueden anteponer deseos individuales a derechos colectivos y de terceros".
En El cuento de la criada, la autora canadiense Margaret Atwood imaginó un régimen teocrático en la República de Gilead. Frente al avance de la esterilidad, las autoridades obligaron a las mujeres fértiles a tener hijos para otras, anulando todos sus derechos. En su visita a Buenos Aires, la escritora que acaba de dar a conocer Los Testamentos, la novela que continúa el relato, opinó sobre el debate instalado en buena parte del mundo acerca de la maternidad subrogada: "La mujer que alquila su vientre, ¿lo hace por elección o por coerción? ¿Lo hace porque es generosa y quiere ayudar o está en una situación de pobreza y lo ve como la única forma de salir de ella? Si hubiese tenido dinero, ¿lo hubiese hecho igual? Hay que tener en cuenta todos estos interrogantes. Es un debate que va y debe continuar".
El alquiler de vientre en nuestro país no está legislado (sí es legal en países como Ucrania, Rusia, Canadá, India y Estados Unidos, con diferentes requisitos y excepciones regulatorias). Existen proyectos para incorporar la maternidad subrogada al nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, aunque aún se debe el debate por dilemas éticos y jurídicos. El Congreso analiza proyectos de ley que equiparan la gestación por sustitución con cualquiera de los otros tratamientos de reproducción asistida. A pesar de que en la Argentina no hay un marco regulatorio concreto para esta práctica, diversos fallos de la Justicia acompañaron nacimientos por gestación por sustitución. En 2012, por primera vez se inscribió en el Registro Civil a Tobías, el bebe nacido en India por gestación subrogada, como hijo del matrimonio compuesto por Carlos Dermgerd y Alejandro Glinblat. En 2017, en Córdoba, una pareja heterosexual consiguió autorización judicial para gestar a su hijo en un vientre sustituto e inscribir a ese niño como propio.
El artículo 19 de la Constitución Nacional estipula que "ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe", lo que deja lugar a interpretaciones, ya que nada está ni permitido, ni expresamente ni prohibido.
En Azul y no tan rosa (2012), el debut como director del actor venezolano Miguel Ferrari, que contó un alegato a favor de la tolerancia sexual, se llevó el premio Goya a la Mejor Película Hispanoamericana, en 2013. Este año, Ferrari puso sobre la mesa la gestación subrogada en su nueva película La noche de las dos lunas, drama que fue seleccionado por Venezuela para representar al país en la carrera por el Óscar. El realizador ofrece una reflexión sobre la maternidad que nace de un improbable, aunque verídico, cruce de embriones en una clínica de fertilidad. "La legislación se ha quedado anticuada, mientras que la ingeniería genética ha avanzado mucho, así que es un tema para hablar con urgencia –reconoció Ferrari a la agencia EFE–. Para mí, era muy interesante ver qué nos parecía más importante, si lo afectivo o lo biológico, en ese nuevo concepto evolucionado de las familias". La noche de las dos lunas tiene como protagonista a Federica, una joven que decide tener un hijo gracias a la ayuda de su mejor amigo, que es homosexual, y de una pareja que no consigue quedar embarazada. En la clínica de fecundación se produce un error y se intercambian los embriones de las dos parejas.
Más allá de los debates que genera Pequeña Victoria, Erika Halvorsen se detiene y asegura que el principal motor de la serie es el amor. "Lo que intentamos es repensar los vínculos y hacerlo desde el ejercicio de la empatía –puntualiza–. Creo que si ejercitamos la empatía, podemos dar muchas batallas, porque nos da la posibilidad de sentir lo que siente el otro, aunque pensemos distinto. La ficción abrió el debate sobre la maternidad, pero también sobre las nuevas familias, la inclusión, la perspectiva de género. También hablamos sobre las batallas que tenemos que dar las mujeres en el ámbito del trabajo, el empobrecimiento femenino, nos metemos con la prostitución y con el universo de las personas trans y travestis. Nos metermos en sus vidas, en sus zapatos, podemos ver cómo son excluidas del sistema laboral, del sistema de salud. En este sentido, creo que va a ser de gran aporte para visibilizar los crímenes de odio, la transfobia. Hablamos de amor, de sororidad, del deseo por ser madres. Claramente, es una ficción y las respuestas hay que buscarlas y pedírselas a las leyes y a las políticas públicas".
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