Pensás, sentís y actuás: los hábitos permiten que tu cerebro pase del estímulo directamente a la acción
Te pasa a veces que lo que querés cambiar son los resultados que obtenés de lo que hacés en casa, en el estudio, en el trabajo, con amigos? Tus resultados son conducidos, la mayoría de las veces, por una serie particular de comportamientos, tus hábitos. En forma resumida, un hábito en el cerebro se forma en respuesta a un comportamiento que ya hiciste varias veces. Éste nace provocado por algún estímulo interno o en el ambiente, que conduce a que el cerebro reaccione en busca de alivio o placer instantáneo haciendo algo o no haciéndolo. Por ejemplo, tu revés en el tenis, tu forma de lavarte los dientes, o cómo chequeas los e-mails en la compu son hábitos. Pero fumar, comer de más, no hacer ejercicio físico, pelearte con las personas que te rodean, también pueden ser hábitos. Los hábitos no son sólo acciones, pueden ser también un pensamiento o emoción repetitiva, o una no acción, algo que en determinadas circunstancias respondés no haciendo nada.
Casi un 95% de tu vida te la pasás pensando, sintiendo y haciendo lo mismo o casi lo mismo. Este mecanismo cerebral hace del cerebro un órgano muy eficiente. Para qué gastar energía si ya sé hacerlo, si ya lo sentí varias veces, si pensar igual es mas barato energéticamente. Lo que hace tu cerebro gracias a los hábitos es pasar directamente del estímulo a la acción, pero sin darte la chance de pensar si todavía lo querés seguir pensando o haciendo de esa manera. Esto ahorra una gran cantidad de energía que cien mil años atrás en la sabana africana era clave para sobrevivir pero que hoy en día no es necesario.
No solemos frecuentar situaciones de vida o muerte, aunque para el cerebro sí. El hábito quita el componente motivacional de la acción. Los buenos hábitos son aquellos que te hacen mas eficiente en el día a día y los malos hábitos, esos que alguna vez te sirvieron para calmar o darte alivio (fumar, gritar, comer de más, aislarte, etc.) sobre alguna situación, pero que hoy ya no coinciden con tus metas y objetivos, con tu mirada de largo plazo de quien querés ser. Muchas veces, esos son los hábitos que querés cambiar. Entonces, tus comportamientos, la mayoría hábitos, son los que determinan tus resultados. Lo que tenés que saber es que estos comportamientos habituales son influenciados por tus emociones, lo que sentís, que a su vez son influenciadas por tus pensamientos, lo que pensás. La base de tu desempeño es lo que pensás; lo que lográs en tu trabajo y en tu vida tiene directa relación con tu forma particular de pensar.
Los pensamientos pueden modificar el cerebro. Uno de los descubrimientos mas excitantes de la ciencia: la neuroplasticidad autodirigida, que te da una herramienta para recablear o reesculpir tu cerebro. En efecto, en ocasiones si se le pide al cerebro repetidas veces, con nuestros pensamientos, una función determinada muy necesitada, el cerebro aprende que esa nueva función es muy importante, y neuronas previamente alocadas en otros lugares son redirigidas para su nuevo uso. Se produce un cambio. Por ejemplo, haciendo pensar diferente a pacientes con depresión sobre el tipo de pensamiento que los amenazaba y los dejaba en el abismo de la desesperación, se pudieron reactivar regiones del cerebro y aquietar otras, reduciendo así el riesgo de volver a tener recaídas depresivas. Pero atención, esto debe ser trabajado con un profesional de la salud. Desde el punto de vista biológico la neuroplasticidad no es ni buena ni mala, si no un simple mecanismo que se desarrolló para ayudarte a adaptarte a tu ambiente y sobrevivir a condiciones muy cambiantes. Desde mi punto de vista esta habilidad, que sigue y deberá seguir siendo muy investigada, es buenísima, pero a la vez nos hace asumir la responsabilidad y el compromiso de que los cambios que pretendemos sólo pueden ser obtenidos mediante nosotros mismos, y no a la espera de que el otro cambie. n
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