Peleas de pareja: cinco maneras de mejorar la comunicación en la cuarentena
Cuando nos comunicamos, siempre estamos transmitiendo un mensaje. Es imposible no comunicar. Aun cuando estamos en silencio, estamos expresando: "No tengo deseos de hablar, estoy molesto o estoy pensativo". Como suelo decir, las palabras construyen o destruyen. El acto de la comunicación es lo que nos distingue como seres humanos.
Así como con las palabras, también nos comunicamos con nuestros gestos, con el lenguaje corporal; es decir, con aspectos no verbales. Y muchas veces, esto es más importante que lo que decimos. Si una persona se está dirigiendo a mí, esperando una respuesta de mi parte, pero mi posición física es la de tener los brazos cruzados y con la mirada fija en un punto lejano, le estoy expresando: "No me interesa lo que estás hablando". Si yo me dirijo a alguien y esa persona tiene el ceño fruncido, muy probablemente interpretaré que la estoy aburriendo. De modo que, debería preguntarle: "¿Estás cansado? ¿Estás enojado? ¿Te duele algo?". Lo ideal siempre es preguntar más y afirmar menos, lo cual mejora muchísimo la comunicación y evita que haya malos entendidos.
En toda comunicación, siempre estamos transmitiendo algo y el mensaje que enviamos es básicamente "no verbal". Nuestras palabras solo vienen a confirmar, o negar, lo que estamos transmitiendo corporalmente.
Leamos esta historia que se le atribuye a Carlos V. El emperador debía firmar una sentencia que decía así: "Perdón imposible, que cumpla su condena". Pero el monarca -quien tenía a su amigo preso- según se cuenta, cambió la coma de sitio antes de firmar: "Perdón, imposible que cumpla su condena". De esta forma cambió la suerte de su amigo.
Esto nos demuestra cómo en la comunicación habitual, a pesar de que siempre estamos enviando un mensaje, solemos tener malas interpretaciones.
Cómo mejorar nuestra interpretación
- Recordar que observamos la realidad de acuerdo con nuestro estado emocional predominante
Si yo estoy contento o enojado, la lectura que realizaré de la realidad no será la misma. Es muy probable que, si el receptor está enojado, sea cual fuere nuestro mensaje, su interpretación se basará en su emocionalidad actual. Por esa razón, la primera sugerencia es que chequeemos el estado emocional tanto del emisor como del receptor.
- Tener en cuenta el modo y el tono con los que entregamos el mensaje
En una oportunidad, un joven que vivía en el exterior le envió un correo electrónico a su padre. Este señor, al leer la página impresa, la hizo un bollo y la arrojó al piso. Su esposa le preguntó cuál era el problema. Entonces él recogió el papel y le respondió: "¡¿Pero, qué se cree que soy?! ¿Un banco?". El mensaje decía: "Papá, dame dinero ya, no soporto más. Tu hijo". La mujer tomó la hoja del piso y se lo volvió a leer suavemente: "Papá, dame dinero, ya no soporto más. Tu hijo". ¡Cuidemos las formas!
No es lo mismo leer un mensaje con un tono autoritario que hacerlo con empatía y amorosidad. Cómo decimos algo es, por lo general, más importante que lo que decimos. Necesitamos cuidar tanto el contenido como la forma en la que lo comunicamos.
- Preguntar más, afirmar menos
En Psicología esto se denomina "metacomunicar". La metacomunicación consiste en chequear si comprendimos el mensaje que el otro nos entregó. Te invito a ver un ejemplo con el que suelo explicar este tema. Invitás a alguien a comer y te responde que no. Entonces, tu reacción a esa negativa podría ser: "A ver si entendí bien, ¿vos me estás diciendo que no querés salir conmigo porque no querés mi compañía?". La otra persona quizás conteste: "No tengo hambre". Así que le dirás: "¿Me estás diciendo que no querés ir a comer conmigo porque estás satisfecho?". Recién entonces se produjo la comunicación.
Todo tiene que ver con lo que hablamos, y también con lo que no hablamos. Esto mismo debería implementarse en una relación de pareja. Preguntemos más y adivinemos menos. Si una parte dice: "Estoy agotado/a", su pareja podrá interpretarlo de distintas maneras. "¿Vos pensás que sos la única persona que está cansada?". O podría pensar sabiamente y preguntarse: "¿Qué me quiere decir con estas palabras?". Casi siempre le atribuimos un sentido a lo que escuchamos, lo cual se denomina "ley de la atribución". La pregunta permite que el otro nos brinde el verdadero sentido de lo que está comunicando. Uno expresa lo verbal, pero el otro mira lo gestual y, a partir de ahí, pueden surgir grandes conflictos.
- Evitar los supuestos
Otro problema muy común tiene lugar con "aquello que suponemos que el otro dijo". Suponer significa: "Ya sé lo que me dirás, antes de que abras la boca". Entonces, como ya sabemos, antes de que el otro haya dicho algo, reaccionamos (por lo general, negativamente). Tener pensamientos basados en suposiciones implica que uno cree saber de antemano lo que alguien dirá. El resultado de esto es que terminamos respondiendo a nuestra propia imaginación. Sin duda, un gran obstáculo a la hora de comunicarnos.
- Discutir correctamente
Para lograrlo, la primera sugerencia es no resolver los temas complicados a través del teléfono celular. Todos solemos agregarle emocionalidad a lo que leemos. Si uno está contento, dirá: "¡Me envió un ok!". Y si está enojado, dirá: "Claro, solo me envió un ok".
La segunda sugerencia es no intentar resolver las diferencias ni dialogar cuando una de las dos partes está bajo ira. Lo mejor es posponer el conflicto. Es necesario estar tranquilo al momento de conversar para no buscar descargar lo que sentimos en la discusión.
Y la última sugerencia es recordar que, en toda pareja, no hay "ganadores y perdedores". La pareja es un equipo; es el tercero que armamos los dos, donde se forma una alianza y se construye una meta que nos permita avanzar. Busquemos siempre el consenso (dialogar es presentar la perspectiva de cada uno, que no siempre coincide con la otra) y todo aquello que colabore para comunicarnos saludablemente.
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