Pedro Siri: “Cuando dibujo no tengo que cuidarme de lo que digo”
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¿Alguna vez tuvieron muchas ganas de decir algo, no supieron cómo hacerlo, no sabían si decirlo y, aun así, sintieron la necesidad de sacarlo afuera? A mí me pasa casi siempre y a veces hablar me mete en líos.
Como aquella vez que teníamos que hacer un trabajo en grupo en la escuela. Un compañero no hacía nada, se la pasaba paveando. Entonces le dije, con la mejor intención, que no era justo que los demás trabajáramos y que él no colaborara; además de que nos distraía y no nos dejaba hacer lo que teníamos que hacer. Se ve que no le gustó lo que le dije, porque le contó a otros chicos una versión distorsionada de lo que había ocurrido; fue como en el teléfono descompuesto, como son los rumores: cada vez que se cuentan se transforman en algo distinto. Creció tanto que varios compañeros me empezaron a mirar mal, como si hubiera hecho algo terrible. Me dolió mucho.
¿Tengo que decir lo que pienso o mejor me lo guardo?
A partir de ahí empecé a dudar. El problema es que, si me lo guardo, después me siento mal. Y si tengo la necesidad de decirlo, ¿cómo hacerlo sin exponerme a las burlas o a las críticas de los demás?
Tenía que encontrar otra forma de decir lo que siento sin ser prisionero de mis palabras, de cómo eran entendidas y transmitidas. Fue así como empecé a buscar. Como a mí me encantaba dibujar encontré en el dibujo una manera de “decir” donde me sentía más seguro.
El arte, dibujar, es mi “psicólogo personal”. Es en el dibujo donde vuelco mis pensamientos y mis emociones. Agarro una hoja, un lienzo o lo que sea y vuelco mi vida ahí. El arte me da mucho, tanto para los momentos buenos como para los malos. Todos ellos son captados en un montón de hojas, como en una conversación conmigo mismo.
Siempre tengo presente el ejercicio que me hizo hacer una psicopedagoga, un día en que estaba muy mal. Empecé a contarle, pero aquel miedo de no decir las cosas bien, de exponerme otra vez, me tapó y en cuanto empecé a hablar me desmoroné y no pude parar de llorar. Con voz suave y tranquila me dijo: “Cerrá los ojos e imaginá que esa angustia es un objeto que tiene forma, peso, textura y color. Visualizálo y localizá en qué parte del cuerpo te aprieta. Agarralo y sacalo de ahí, por más pesado que sea. Imaginá que una luz entra en tu cuerpo y limpia todo. Andá con tus manos a ese objeto que te oprime y mirá cómo la luz lo desintegra”. Fue mágico. Mientras escuchaba su voz y seguía sus instrucciones me calmé por completo y, lo que me parecía un problema terrible, dejó de serlo.
Cuando dibujo me sucede lo contrario a cuando cuento con palabras lo que siento o pienso, porque no tengo que cuidarme de lo que digo, ni temo ser mal interpretado. Pienso en lo que me pasa, qué forma tiene, si tiene textura, ¿cuál es su color? y lo vuelvo una imagen, una figura. Mientras lo voy plasmando en la hoja me siento seguro, me tranquilizo y me calmo. Es como lo que me pasó con la psicopedagoga: la angustia se me va escurriendo por los brazos, por el lápiz y cuando llega a la hoja, todo está en paz. Ese dibujo, mi dibujo, no puede ser transformado en algo distinto. No es como lo que uno dice porque las palabras se pueden cambiar según quién y con qué intención las diga.
Me di cuenta de que cuando tengo que decir algo y no me animo, o me da un poco de vergüenza, me es más fácil “dar algo” que hice en lugar de decirlo. El año pasado mi amigo Tomás se fue a vivir a España. Para su último cumpleaños en Argentina quería regalarle algo especial, algo que él supiera que era solo para él. Hice un dibujo y cuando lo vio me abrazó conmovido. ¡Fue algo hermoso!
Pero no terminó ahí. Unos meses después, me mandó una foto de aquel dibujo, enmarcado y colgado en la pared, diciendo “Mirá lo que tengo en el cuarto”. Tal vez si solo le hubiera dicho lo importante que era nuestra amistad y cuánto lo iba a extrañar, ya se le habría olvidado. Ahora lo tiene delante de él todo el tiempo.
No es fácil hablar de emociones
Al menos para mí. No es fácil abrirme a los demás y decir de una lo que siento o lo que me pasa. Y si algunos de ustedes están en la misma situación y les cuesta hablar de sus emociones, piensen si no sería una buena idea encontrar en el arte, en una canción, en un dibujo o en cualquier otro medio, la manera de mostrar lo que con palabras no siempre es fácil decir.
Las palabras dicen, pero a veces no dicen todo, ni lo dicen como uno lo quiere decir. El arte es otra forma de decir, de comunicar algo muy personal. Y no hace falta ser un artista para decir con arte. Sólo encontrar la forma y animarse.
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