Pedro Mairal. "Estoy sobrepasado con la realidad y me cuesta asimilarlo escribiendo ficción"
Un joven que pierde de manera insólita el anillo de casado en un hotel alojamiento. Una mujer que envidia graciosamente la vida libre y graciosa de una "amiga" de Instagram mientras compra pañales en un hipermercado. Una pareja adolescente que hace lo suyo de manera clandestina hasta que los padres de ella encaran una refacción el jardín y una inesperada evidencia sale a luz. Las historias que presenta Breves amores eternos, el nuevo libro de Pedro Mairal, podrán ser diversas pero las vincula el hecho de estar protagonizadas por personajes "corrientes y comunes", en apariencia grises, que igual terminan generando interés (incluso atrapando) desde el momento mismo que arrancan. ¿Cómo lo logran?
"Creo que un poco la respuesta está en el título", asegura Mairal por teléfono. "Al ser amores medio inconclusos, truncos o pasados, vividos en la brevedad o de la cosa rota, quedan impregnados en la sangre de quienes los vivieron. Quedan quemando para siempre, ¿no?", piensa en voz alta el autor de La Uruguaya (2016) y otros varios libros de ficción, poesía y no ficción, que para presentar Breves amores eternos debió encontrar una nueva forma que supla los eventos suspendidos por la amenaza global y dramática del coronavirus. Una modalidad epistolar. "Fue una idea de Tamara (Tenenbaum, reciente autora de Nadie vive tan cerca de nadie), con quien en la Feria del Libro nos íbamos a presentar mutuamente los libros", cuenta. "Ella me propuso arrancar un diálogo por mail y de paso recuperar cierta pausa, cierto momento de reflexión", dice Mairal, que pese a lo que podría pensarse no pudo hasta el momento "aprovechar" el encierro para escribir más.
"Hoy se lo decía a Tamara: estoy muy sobrepasado con la realidad y me cuesta asimilarlo escribiendo ficción. Siento que es mucho más poderoso lo que está pasando afuera a nivel narrativo, una especie de novela que está sucediendo a gran velocidad y en todo el planeta, algo que no había pasado nunca antes, que lo que yo pueda llegar a escribir. Los estadios donde se están poniendo las camas, las ciudades invadidas por animales salvajes: todo es muy distópico y supera cualquier ficción", subraya.
-En el libro se ve cómo te metés de lleno en los deseos y pensamientos de los personajes sin que haya un juez que haya filtrado lo que está bien o mal. ¿Es así?
-Sí. La palabra juez me gusta porque si metés el juez interno que te dice: "¿otra vez vas a escribir sobre el mismo tema?" O: "no escribas tanto sobre sexo, no seas incorrecto, tratá de dar ejemplo", te aniquilás como escritor.
-¿Cómo hacés para no caer en la tentación de escuchar ese juez interior?
-Siendo muy fiel al personaje, a cómo es. Animándote a ir hasta el fondo del lado b de la gente, lo que no muestra en las redes sociales. Lo que le daría vergüenza que se vea en su Instagram. Eso para mí es la literatura. No mostrar la parte linda del viaje, lo buen ciudadano que sos, lo educativas y edificantes que son tus acciones sino cómo se va construyendo el deseo que moviliza, aunque sea "incorrecto". Me ubico en ese lugar.
-¿Está en riesgo la literatura donde los personajes puedan tener pensamientos o actitudes cuestionables?
-En un punto sí. Hay un avance de una moral. Y si la literatura empieza a obedecer a esa moral terminás en el realismo soviético, un arte que nace muerto. La literatura para mí tiene que constar de catarsis, de zonas oscuras. Resaltar lo edificante no creo que sea una de las funciones de la literatura.
-Sorprende que algo que parecía obvio, escribir de lo que se tiene ganas aunque no concuerde con la moral de la época, haya que salir a defenderlo.
-Sí. Lo que demuestra que nunca se puede dar por sentado un derecho. Siempre puede avanzar un intento de amordazar, silenciar. Por eso en las entrevistas últimamente estoy reivindicando la ficción y el hecho de que como escritor puedas no coincidir moralmente con tus personajes. Porque me pasa que si invento un asesino serial nadie me viene a decir "che, qué mal tu personaje cómo mata gente". Pero si hago un personaje creíble, verosímil, un cuarentón, parecería que se encima conmigo y aparecen los comentarios donde se me achacan sus pensamientos o actitudes. "Che, viste lo que dice Marial ahí?". Y no, no soy yo. Es un personaje.
-Un aspecto recurrente en los relatos es la importancia de lo mental en el sexo, cómo "la manija" que uno a veces se da, independientemente de cómo realmente sea una situación, es tanto o más importante que lo estrictamente físico o estético en sí.
-Claramente lo mental tiene que ver con cómo se construye el deseo en el fondo del cerebro de cada uno. De todos modos me parece que lo físico y lo cerebral están más unidos de lo que suele creerse. Lo mismo la memoria física: el cuerpo recuerda. Y algunos personajes que escribo están atrapados en ese recuerdo. Me interesa mucho escribir sobre eso.
-¿Cómo organizás tu tiempo respecto a la escritura? ¿Sos de exigirte o de dejar que la inspiración venga?
-Siempre estoy escribiendo algo, me doy cuenta. Lo que pasa es que no siempre es ficción. Quizás es la letra de una canción, algo con lo que empecé no hace mucho, u otra cosa. De todos modos igual me martirizo porque no estoy escribiendo lo suficiente. O no me siento a trabajar con un libro. Y la verdad es que mirando para atrás me doy cuenta de que escribí bastante. Y cuando me pregunto cómo hice eso, no lo sé. Pero los libros ahí están, aunque no sepa cómo llegué a ellos. En general tiene que ver con una energía de escritura, algo que se destraba dentro mío, que trato de que me agarre escribiendo.
-Hace un tiempo empezaste a incursionar en la música, armaste el dúo Pensé que era viernes, con el sociólogo y periodista Rafael Otegui. ¿Cómo sigue eso?
-Sí. Sí. Rafa es más músico que yo, pero ya estamos grabando nuestros primeros temas que tenemos pensado editar a mitad de este año y que ya anduvimos presentando en vivo. Son canciones en la tradición de la cancionística del Río de la Plata que tienen un poco de tango, un poco de folclore y un poco de rock nacional. Yo hago música hace apenas cuatro así que todavía estoy aprendiendo.
-También arrancaste hace un año con Tachame el Nobel, un programa de radio. ¿Cómo te resulta la experiencia?
-Muy bien porque estoy aprendiendo mucho de los invitados que vienen al estudio. Músicos, escritores. Tengo que leer sus libros, escuchar sus discos, conocer en más detalle su obra, y eso me hace bien porque me saca de mis obsesiones personales. También aprendí a escuchar. Porque para entrevistar bien en la radio hay que saber escuchar. Tener algo un poquito planeado pero a la vez dejar que la charla fluya. Y después laburar es muy lindo trabajar en equipo con los productores y operadores. Algo que la literatura no tiene.
-Con todo lo que estamos viviendo, ¿cómo te imaginás diciembre de este año?
-Me gustaría pensar un diciembre en la calle donde el tejido social que se está armando en la cuadra, con los vecinos, se mantenga. Cierta idea comunitaria de conocer la ayuda que necesitan los que te rodean. Porque este paradigma de estar preocupado por una guerra del otro lado del mundo pero no saber que tu vecino necesita plata para los remedios, para mí no va. Ojalá cambie. Veremos.
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