Tras el estreno del thriller argentino, Karen recurrió primero a la red social Twitter para desahogarse y ahora, habla sobre su doloroso pasado vinculado a la religión
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Lo que se ve en El Reino, de alguna manera, refleja parte de su vida. Una historia de abuso, pedofilia, mentiras y violencia familiar. “Pero para la sociedad, nosotros éramos una familia ejemplar. La que todos querían tener”, insiste Karen. Cuando terminó de ver el último capítulo de la serie se volcó sobre su computadora e hizo una brutal catarsis en las redes sociales. Escribió un conmovedor hilo en Twitter, que se hizo viral, donde contó el calvario que atravesó durante su infancia y juventud. Su padre, como el personaje que interpreta Diego Peretti, era un pastor evangelista de la Iglesia de Dios que reflejaba rectitud. Pero en la intimidad de su hogar, la realidad era muy distinta. El pastor era violento y abusaba de un menor de edad que había llevado a vivir con su familia.
“La situación de mi papá, el pastor ejemplar, era idéntica a la del pastor de la serie. Un hombre que para la sociedad era ejemplar, pero puertas adentro dejaba mucho que desear. Pedofilia, violencia física y verbal, manipulación, son algunas de las cosas que tuve que vivir”, cuenta Karen en uno de sus tuits.
Karen, cuyo apellido prefiere preservar, está por cumplir 30 años. Actualmente vive en Resistencia, Chaco. Es oriunda de Villa Angela, una localidad ubicada en el sudoeste de la provincia. Allí, su padre predicaba en una iglesia en la que lograba “que muchas personas cayeran desconsoladamente al suelo pidiendo perdón” mientras que Karen, sus hermanas y su madre estaban obligadas a callar y a rezar para que la pesadilla termine. “Mi mamá me pedía que ore para que él cambiara, y mucho tiempo pensé que no sabía orar porque eso nunca pasó”, cuenta.
“Me obligaban a silenciar todo el infierno”
-En tus tuits decís que, como hija de un pastor evangélico, durante años te obligaron a mentir, “a silenciar todo el infierno”. ¿Qué significa eso?
-La historia de mi familia… [reflexiona unos instantes] En realidad, yo empiezo a tomar conocimiento de ciertas cuestiones cuando soy adolescente porque de chico no te das cuenta. Mi papá trajo a una persona a vivir a nuestra casa, a un menor que creo que en aquella época tenía 14 años y lo adoptó como un hijo... hacía muchas preferencias y siempre repetía que a él le hubiese gustado tener un hijo varón. Después entendí que no era una relación de padre e hijo, sino que era algo más enfermo y siniestro.
-Hablás de pedofilia.
-Claro, mi papá estaba teniendo una relación con este chico que había traído a vivir a casa. Era una situación de abuso infantil porque se trataba de un menor. Yo creo que hasta el día de hoy siguen manteniendo esta relación. Desde que llegó el chico, se empezaron a dar situaciones de mucha violencia.
-¿Violencia de quién?
-Violencia de mi papá hacia nosotras, mis hermanas y mi mamá. Recuerdo que era muy violento con mi mamá porque se oponía o decía que no estaba de acuerdo y él no lo admitía. Yo trataba de interceder para cuidar a mi mamá y ponerme en el medio. Siempre voy a hablar de mi mamá como una víctima más de la situación porque pienso que en verdad lo fue. Ella iba como en modo automático. También había violencia de este chico hacia mi papá.
-Un verdadero infierno…
-Sí, y si, por ejemplo, teníamos que ir un sábado a las ocho de la noche a la iglesia y a las seis de la tarde mi papá y mi mamá se habían estado peleando, para las ocho de la noche nosotros estábamos pulcros, con la mejor sonrisa de feliz cumpleaños, yendo a la iglesia. No había alternativa. A veces sucedía que mi mamá no iba porque tenía la marca de un golpe y cuando la gente le preguntaba a mi papá “¿Por qué no vino?” él les decía que estaba descompuesta. Mentía. Eso era muy fuerte y doloroso.
-¿Y la gente que iba a la iglesia o los vecinos no comentaban o sospechaban que algo más estaba ocurriendo?
-Yo pienso que había mucha gente que sabía. En estos días, recibí muchos pedidos de disculpas de gente que me decía que no supo cómo actuar y que por eso no hizo nada. Los entiendo porque nadie sabe cómo reaccionar en esta situación. A la distancia pienso que yo, desde mi lugar, estaba todo el tiempo pidiendo ayuda para que de alguna manera alguien intervenga y nadie lo hacía. Eso era bastante doloroso y difícil.
“La música, la manera de divertirse… todo era el diablo manifestándose”
-En Twitter también hablas de una adolescencia en la que infundían prejuicios sobre el mundo exterior, equiparándolo a manifestaciones del diablo.
-Hay muchas cosas que nunca pude hacer, como por ejemplo escuchar música como un adolescente común, no podía escuchar la música que yo eligiera. Lo hacía todo a escondidas. Lo pienso y la verdad es que fue bastante triste porque yo soy una persona muy curiosa y todo fue muy limitado. No tenía una vida común y corriente, estaba privada de ir a determinados lugares o reuniones con amigos si no iban a la iglesia. Hace poco empecé terapia, porque tenía muchos prejuicios sobre el tema. En la iglesia evangélica no está bien visto ir a un psicólogo y si vas a uno tiene que ser cristiano para que “te aconseje bien”.
-Por lo que contás, da la impresión de que actuaban como una secta.
-Está relacionado. Si vos me preguntás si estuve en una secta yo te voy a decir que no porque lo naturalicé, pero en algunos aspectos es controvertido porque te das cuenta de que estuviste privado de tu libertad y sobre la posibilidad de decidir cómo querés ser. Me costó mucho salir.
-¿En aquel momento cuál era tu cable a tierra?
-Me refugié en el deporte. Los fines de semana si no quería ir a la iglesia -que era lo que me pasaba la mayoría de las veces-, me anotaba en todos los torneos posibles. Hacía hockey, básquet o si había competencias en el colegio también me anotaba. Ese fue el espacio que tenía fuera de la iglesia y mi familia.
“Tenía la cabeza hecha un lío”
A los 18 años, Karen viajó a Resistencia para estudiar primero profesorado de Educación Física y luego terminar recibiéndose de licenciada en marketing. En un principio, sus padres la apoyaron económicamente, aunque luego quisieron que volviera al pueblo. “Estuve tres años intentando organizar mi cabeza porque la tenía hecha un lío. Me quisieron llevar de nuevo al pueblo y yo me negué y empecé a trabajar para no volver. Primero cocinaba y vendía lo que hacía y después conseguí un trabajo y nunca más volví”.
-¿Cómo siguió la relación con tus padres lejos de tu casa de la infancia?
-Apenas me di cuenta de que mi mamá podía irse de esa casa arranqué un proceso para ayudarla, principalmente a nivel emocional e impulsarla a salir. Ella hace cinco o seis años se fue de la casa e inició el divorcio. Pero estuve mucho tiempo sin verla, no la visitaba para no cruzarme con mi papá y así evitar discusiones fuertes, porque no sabíamos cómo él iba a reaccionar. Era un riesgo.
-Viviendo lejos de tu familia, ¿intentaste denunciar la situación de tu papá?
-Si. Hicimos una denuncia que llegó al conocimiento de la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina (Aciera), pero nunca nos dieron un apoyo a nosotras como familia. Mi mamá y mis hermanas éramos las perjudicadas y no nos dieron ningún tipo de asesoramiento psicológico.
-Aciera cuestionó duramente el contenido de la serie.
-Sí, creo que por eso me llamó uno de los directivos de Aciera para explicarme… pero yo en realidad no tengo nada en contra de la iglesia. Para mí la gente puede creer en lo que quiera y la libertad de culto existe y existirá siempre. La persona que se comunicó conmigo conocía el caso de mi papá y él fue una de las personas que cuando salió a la luz todo hizo una especie de denuncia desde Buenos Aires pidiendo que se lo saque de la iglesia.
-¿Tu papá sigue siendo pastor?
-Vos sabés que eso no lo sé porque yo no tengo contacto con él desde hace cuatro años y no me entero de absolutamente nada. Solo sé que tiene una radio y creo que ahí predica y habla. La verdad no sé en qué condiciones está ahora.
“Quiero visibilizar una problemática de muchos”
Karen explica que no estaba en sus planes dar notas, pero accedió a contar su historia, vinculada a la iglesia evangélica, porque cree que su testimonio puede ayudar a otros que vivieron una situación similar o como expuso en su Twitter, para “visibilizar una problemática de muchos”. Cuenta que tras su publicación en la red social recibió decenas de mensajes privados de personas que se vieron identificadas y le compartieron su historia.
-¿Cuándo escribiste el último tuit del hilo qué sentiste?
-Estaba llorando a moco tendido. Pienso que actué medio en automático y que si lo pensaba dos veces capaz no me animaba porque -además de que nunca imaginé que se iba a viralizar- me daba vergüenza contar mi historia a la gente que me conoce y me ve todos los días, y que se enteren todo lo que viví.
-De todos modos, fuiste muy valiente.
-Sí, un poquito. Con la terapia estoy sanando muchas cosas. Creo que eso fue lo que me ayudó a escribir el hilo. Fue difícil, pero tuve predisposición a levantarme y bancarme, desde ese lado no juzgo lo que pasó, pero pienso que me ayudo a elegir lo que yo quiero ahora.
- ¿Y qué querés ahora?
- Viajar, conocer otros lugares y otras personas, eso es lo que más me motiva en este momento.
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