Paulina Cocina. “Lo único que nunca voy a hacer es una torre de panqueques”
Leyendo el diario del lunes es fácil imaginar que Paulina G. Roca (es su nombre artístico; el otro lo mantiene en el anonimato) planificó cada paso de su carrera para convertirse hoy en una de las principales youtubers gastronómicas del mundo hispano. Hace un mes, su cuenta pasó el millón de suscriptores, con recetas que fueron vistas más de tres millones de veces. Vende su propio libro, las marcas la buscan como partner de sus productos y hoy mismo, a las 19.30 horas, estrena una nueva sección en su canal de YouTube con entrevistas alrededor de una mesa servida, una suerte de Mirtha Legrand digital, con mucho más desenfado. En cada instancia, Paulina se apoya en su carisma, espontáneo y creíble, que evita el lugar común. Pero no, acá no hubo planificación, al menos no al principio. Todo nació como un simple juego. Corría el año 2008, ella cursaba un doctorado de Sociología en Barcelona, escribiendo una tesis sobre un tema denso, oscuro, complicado: la situación de los migrantes. "Yo lo llamo el elefante en la habitación, un tema enorme que muchos prefieren no mirar, mientras miles mueren en medio del mar. En un momento precisé salir un poco de todo esto, de la universidad, cansada de la rosca que se movía ahí dentro. Ya venía jugando un poco con el editor de video instalado en la computadora. Así que un día me levanté y dije: voy a hacer un blog de cocina. Grabé una introducción, después un video con una receta que nunca publiqué, y luego un segundo video, un pastel de papa, que sigue ahí, en mi YouTube", cuenta.
–¿Estudiaste mucho para lanzar ese blog?
–No, era solo para divertirme. Me hacía la conductora, mandaba besos a conocidos en Buenos Aires, agradecía saludos falsos. Durante un año, publiqué una receta cada semana, sin darle importancia, sin investigar siquiera si alguien me estaba mirando. Jugaba a ser una niña en su cocinita. Luego, se venció el dominio, olvidé pagarlo, alguien lo compró y abandoné todo, sabiendo que en algún momento lo iba a volver a arrancar. Viví varios años en Barcelona, me casé y, el día antes de volver a la Argentina me compré una cámara nueva, ya pensando en retomar Paulina Cocina.
–¿Qué cambió en esa segunda etapa?
–Cambió en que me volví completamente loca. Me pasaba el día mirando tutoriales en internet, leía de todo, cómo poner palabras claves, cómo posicionarse en los buscadores, cómo manejar un blog, cómo editar mejor los videos. Anotaba, probaba, estaba enceguecida. Otro paso gigante fue entrar al mundo de las métricas, para entender qué buscaba la gente. Trabajaba las 24 horas, siete días a la semana. Hoy estoy algo más calmada. En 2018 dejé de trabajar el fin de semana. Pero sigo igual de fan de las métricas. Mis recetas están en un cronograma armado según la estación del año, con fechas especiales como el día de la madre, todo siguiendo las búsquedas. Un ejemplo simple: el guiso de lentejas se lee mucho en invierno pero nada en verano. Entonces lo publico con esa lógica.
–¿Qué recetas funcionan mejor?
–Los dulces. A mí me gusta mucho más la cocina salada, pero en internet les encanta ver el chocolate derritiéndose. La receta más vista es la medialuna, que es absurda: tardás siete horas en hacerla, cuando en Argentina conseguís muy buenas medialunas en todos lados. Después hay recetas que fallan, aún cuando esperás que funcionen. Me pasó con la salsa blanca, que es fácil de preparar pero que mal hecha es incomible. Lo publiqué y no funcionó. Los pescados tampoco son muy vistos, pero los sigo publicando porque me encantan. De todas maneras, la norma nunca es mi propio gusto: mido todo, veo qué quiere la gente. A veces me siento una mercenaria del clic. Lo único que nunca voy a hacer, aunque me lo piden todo el tiempo, es la torre de panqueques. Eso es un asco.
–Siempre aclarás que no sos cocinera. ¿Por qué?
–Porque me quita responsabilidad. Sí puedo asegurar que todo lo que publico es rico. Pero lo que yo cocino es una tarta de acelga como la que haría cualquier tía. De un chef, esperás más. Si la hago yo, estás feliz porque podés repetirla en tu casa.
–¿Cómo decidiste la impronta que querías darle a Paulina Cocina?
–Cuando empecé había algunos canales de cocina, todos muy prolijos, muy lindos, muy nórdicos, con esa luz clara tan bonita, pero que a mí me aburrían muchísimo. Quise ponerme en un lugar real, donde sentirme cómoda, donde puedo estar en chancletas, equivocarme, tirar una mala palabra. Me acuerdo un San Valentín, una fiesta que no me dice nada. ¿Qué iba a hacer? ¿Un muffin con forma de corazón? ¡No! Así que armé el post "San Valentín: el menú definitivo para garchar como locos".
–¿La gente sigue tu canal por vos o por las recetas?
–Por las recetas. Al principio, en un video de siete minutos, yo aparecía en pantalla cinco. Ahora, aparezco dos minutos. Y esto es porque me puse a investigar la retención del que mira YouTube, una curva que te muestra donde la persona adelantó el video. Y vi que cuando yo hablaba, esa curva se hundía. Un gran golpe a mi ego, me enseñó mucho. La gente viene a buscar una receta.
–Cuando se trató la ley de interrupción voluntaria del embarazo, saliste a militar en tus redes. ¿Te convino hacerlo?
–Sentí que debía decir algo y lo dije. Y perdí varios miles de seguidores. Luego, manteniéndome en esa posición, la curva comenzó a cambiar, los seguidores se recuperaron. Y si bien no lo hice como estrategia, hoy creo que sentar posición puede ser también estratégico. No podés mostrarte siempre sin opinión. Claro que tampoco voy a hablar de cualquier cosa, esto es un canal de recetas. Pero muchos de lo que me escriben, me agradecen justamente dos cosas: una, que diga lo que pienso; dos, que no haya tantos chivos en los videos.
–¿Fue especial el millón de seguidores?
–Hubo algo de crisis, como cuando terminás la carrera. ¿Y ahora qué, cómo sigue? También hay algo de la popularidad. Hace un tiempo fui a comprar leche al chino de al lado de mi casa, en pantuflas y con un abrigo arriba del pijama. Una persona me dice: ¿vos sos Paulina? Me quería matar. Ahora ya no te bajo en pantuflas. Antes salían mis hijos en los videos, ahora no: no tienen por qué comerse esa exposición. Y conmigo es fácil, porque solo me saludan. A los youtubers más jóvenes, a los de 25 años, se les tiran encima.
–Llegaste al millón. ¿Ahora qué?
–Mi nuevo desafío, que me tiene bastante muerta de miedo, es La mesa de Paulina, un programa que presentaré cada primer sábado del mes, a las 19.30, en mi canal de YouTube. Tengo miedo porque mis seguidores buscan recetas y esto no tiene nada que ver. Es una mesa de invitados del mundo digital. Los medios tradicionales, al ser tan distintos a lo digital, siempre se quedan en la fase de presentarlos, no van más allá. Acá quiero hacer buenas entrevistas a gente que es muy grande en redes, charlando alrededor de una comida. Hoy sale el primer programa, con una mesota: son seis invitados. La Faraona (Martín Cirio), Ori de Mierda, Daiana Hernández, Lucas Spadafora, Ramita de Bajoneando por hay y Ann Look.
–Paulina Cocina empezó como un juego y se convirtió en un negocio. ¿Sigue siendo divertido?
–Te digo la verdad: yo siempre quise hacer boludeces, reírme. Y es lo que hago. A veces no puedo creerlo: de pronto me grabo haciendo una canción que le inventé al choclo, se la mando a una amiga por WhatsApp y le digo: ¡mirá lo que estoy haciendo, qué boludez! Es una maravilla.
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