Patty Hearst, la heredera de una dinastía millonaria que se volcó a la guerrilla luego de sufrir un secuestro
La vida de Patricia Campbell Hearst, de 19 años, estudiante de Historia del Arte en la prestigiosa Universidad de Berkeley, en California daría un vuelco inesperado aquel 4 de febrero de 1974. Ese día, la joven fue secuestrada por el Ejército de Liberación Simbionés (SLA, por sus siglas en inglés), un recientemente formado grupo terrorista estadounidense.
El objetivo de los captores no había sido escogido al azar. "Patty" Hearst era la nieta del magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst y formaba parte de una de las dinastías más ricas e influyentes del país.
Por este motivo, el caso dio que hablar a la prensa local y al planeta entero. El público seguía con atención los pedidos de los secuestradores a la familia Hearst para liberar a la joven heredera. Se temía por su estado de salud y por su vida. Nadie entonces, en su sano juicio, podría imaginar lo que pasaría un par de meses más tarde.
Es que la joven víctima terminó pasando del lado de sus captores. Probablemente a causa de lo que recientemente la psicología había denominado como Síndrome de Estocolmo, Patty, en abril de 1974, era una guerrillera más del SLA. Se sacaba fotos con un fusil en la mano, se había puesto Tania como nombre de combate, y les anunciaba a sus padres, mediante un audio, que había elegido "quedarse y luchar".
Con estupor, los papás de Patty escucharon la voz de su propia hija al pronunciar, en perfecto español, unas palabras diametralmente opuestas al universo Hearst: "Patria o muerte. Venceremos".
El secuestro de la heredera
El abuelo de Patty Hearst, William Randolph Hearst-fallecido en 1951- fue un empresario mediático poderoso, dueño de un imperio de una veintena de diarios y varias revistas a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Su vida y su influencia en la política de su país inspiró el magnífico filme de Orson Welles, El ciudadano.
El papá de Patty, Randolph Apperson Hearst, el cuarto hijo de William, estaba a cargo del periódico San Francisco Examiner en el momento en que secuestraron a su hija. Si bien no fue el único heredero de su padre, su situación económica distaba mucho de ser exigua. La revista Forbes calculó que en el momento de su muerte, en el año 2000, el papá de Patty tenía una fortuna valuada en 1800 millones de dólares.
Pero a pesar del peso del apellido y de los millones, la joven Patty había decidido llevar adelante una vida más dedicada al estudio que al lujo glamoroso de una niña rica. En Berkeley estudiaba arte y vivía en un tranquilo barrio junto a su novio Steven Weed, un profesor graduado en Filosofía también en Berkeley, con quien tenía pensado casarse ese mismo año 74 en que su vida cambiaría para siempre.
La noche del lunes 4 de febrero dos personas del SLA fingiendo ser un matrimonio en problemas, golpearon la puerta del departamento de la Avenida Benvenue al 2300 donde Hearst y Weed vivían. Con la excusa de usar el teléfono, la pareja ingresó a la vivienda de la muchacha. Una vez adentro, ambos terroristas sacaron sus armas, atacaron a golpes al prometido de Patty y a ella la redujeron y se la llevaron, atada y amordazada, hasta un auto estacionado en la puerta del domicilio.
Una vez en la calle, los secuestradores forzaron a Patty a meterse en el baúl del auto. En total, los miembros del SLA que participaron del operativo eran unos tres, y se fueron del lugar a los tiros para espantar de la escena del rapto a los posibles testigos.
El SLA era un grupo extremista de izquierda que había tenido su bautismo de fuego en noviembre del 73, cuando mataron al superintendente del distrito escolar de la ciudad de Oakland, Marcus Foster. Le pegaron ocho balazos, con la característica especial de que las balas habían sido previamente impregnadas en cianuro.
Conformado por una docena de jóvenes de estrato social medio que creía en el amor libre y la vida comunitaria, el SLA quería acabar con la "dictadura corporativa" de Richard Nixon, el presidente norteamericano de entonces, y consideraba a los Hearst una familia "de clase dominante y superfascista", de acuerdo con el perfil que de los terroristas realizado por Los Ángeles Daily News.
La conversión de Patty Hearst
La prensa se convirtió en el medio de comunicación entre los captores y los desesperados padres de Patty. Los revolucionarios pedían que se publiquen en los diarios y se lean en las radios sus pedidos, o terminarían con la vida de la muchacha. Primero solicitaron que las autoridades liberen a los dos miembros del grupo que habían sido encarcelados por el crimen de Foster. Pero no hubo acuerdo.
Entonces demandaron a los "insectos fascistas" de Apperson Hearst y su esposa que utilizaran parte de su fortuna para brindar alimentos a los pobres de California, un estado comandado en esos tiempos por el gobernador Ronald Reagan.
Se arregló entonces que los padres de la cautiva donaran, en principio, unos dos millones de dólares en comida para repartir en barrios sacudidos por la pobreza de la bahía de San Francisco.
El reparto se hizo, pero el resultado fue desastroso. Las cajas con los víveres se arrojaban de camiones en movimiento, la gente se agolpaba alrededor de los vehículos de entrega, hubo saqueos, disturbios y también ataques a los periodistas que cubrían el evento. Pero, a pesar de ello, los revolucionarios de SLA exigían nuevas entregas.
Así, las negociaciones y demandas continuaron por un tiempo hasta que el 3 de abril de ese mismo año 1974, llegó el mensaje que nadie se esperaba. Patty, la joven estudiante de arte de apariencia delicada, se había convertido en parte del grupo sedicioso, y abrazaba la causa de sus secuestradores.
La joven se había puesto el nombre de guerra Tania, en honor a Tamara Bunke, la activista revolucionaria argentina que se puso ese mismo nombre de guerra para la lucha y que murió combatiendo en Bolivia bajo las órdenes del Che Guevara.
Con esta nueva identidad, la muchacha llamó "cerdo sexista" a su prometido -con quien, obviamente ya no se casaría- y se sacó una foto con un arma en sus manos, en actitud de combate. De fondo de la imagen estaba la bandera con el símbolo del SLA, una cobra de siete cabezas.
Pero la actitud de la hija revolucionaria de una familia rica no se quedaría en ese mensaje ni en esa fotografía que, obviamente, recorrió el mundo en cuestión de horas, sino que pasaría pronto de las palabras a los hechos.
El robo al banco Hibernia
10 días más tarde, el SLA realizó un atraco con armas a una sucursal del banco Hibernia, en San Francisco. El robo dejó como saldo dos empleados heridos y la sustracción de 20.000 dólares. Pero lo que conmovería nuevamente al mundo sería la imagen captada por las cámaras de seguridad del lugar: allí se veía a Patty Hearst, alias Tania, empuñando un fusil.
A partir de entonces, para el FBI y la justicia estadounidense, la muchacha ya no era una víctima de la banda guerrillera. Era un miembro más.
A mediados de mayo, Patty nuevamente participó de un accionar que incluyó armas, al interceder a balazos para liberar a dos compañeros que habían quedado encerrados en una tienda de Los Ángeles a la que estaban asaltando.
Apenas unos días después, el FBI descubrió la vivienda que era el escondite principal del SLA en Los Ángeles y, gracias a las cámaras de televisión, el público asistió en vivo a cómo unos 400 policías y agentes de la oficina de inteligencia tiroteaban el refugio de los guerrilleros urbanos, que terminó incendiándose.
Entre los seis miembros del grupo revolucionario que perdieron la vida en el choque con la policía no estaba Patty, pero sí el líder del grupo, el "Mariscal" Donald "Cinque" DeFreeze y otro integrante conocido como Cujo, que a la sazón era el amante de Patty, y a quien ella definió como "el hombre más gentil y hermoso que he conocido".
Luego de andar vagando por el país con una compañera del grupo terrorista, eludiendo a las fuerzas de la ley y a la prensa, finalmente la joven Tania fue arrestada por el FBI en San Francisco, el 18 de septiembre de 1975.
"Fue una captura con un mínimo de drama y sin violencia. Tuvo lugar a primera hora de la tarde en un apartamento en el distrito de Outer Mission, donde la señorita Hearst, de 21 años, y una compañera fugitiva, Wendy Yoshimura, habían estado viviendo durante menos de dos semanas", decía entonces la primera plana del San Francisco Chronicle.
Junto a esta crónica, aparecía la foto de una exultante Patty Hearst, que, en el momento de su detención, saludaba a la prensa con su brazo derecho en alto y una enorme sonrisa.
"El juicio del siglo"
La joven fue acusada de haber participado en el robo del banco Hibernia -que era, además, propiedad de un amigo de su padre-, y se le realizó un proceso judicial que la prensa de entonces bautizó como "el juicio del siglo".
Allí, su abogado Lee Bailey, una eminencia del derecho penal, alegó que su defendida había sufrido toda serie de abusos durante su cautiverio y había sido captada psicológicamente bajo el método del lavado de cerebro.
Se mencionó también el entonces recientemente detallado síndrome de Estocolmo para la defensa de Patty, que consiste en el hecho de que, entre la victima y sus victimarios, se desarrolla una empatía por la que la primera termina saliendo en defensa de los segundos.
La propia Patty escribiría en sus memorias, publicadas en 1981, que durante su cautiverio la habían sometido a todo tipo de vejaciones. Con los ojos vendados la habían encerrado en un armario durante días y días. La hacían pasar hambre, la amenazaban todo el tiempo y solo la sacaban de su encierro para abusar de ella.
Pero nada de todo esto pudo conmover al jurado. La joven Hearst fue condenada a siete años de prisión. Sin embargo, poco antes de cumplir dos años encerrada, en 1979, el presidente Jimmy Carter le conmutó la pena y fue liberada.
Poco tiempo después, la muchacha se enamoró de uno de los guardaespaldas que le había puesto su familia, de nombre Bernard Shaw, y al en abril de ese mismo año se casó con él.
En 2001, el presidente Bill Clinton le otorgó a la excautiva y exguerrillera el perdón definitivo.
Una vida tranquila
De ahí en más, la muchacha cuya historia mantuvo al vilo al mundo durante varios meses pasó a tener una vida tranquila. Patty Hearst fue madre de dos hijas, se dedicó a trabajar con asociaciones benéficas y a la cría de perros, pero también trabajó como actriz en algunas series y películas, especialmente en las del director de cine alternativo John Waters.
Su última aparición en un evento público más o menos rutilante se produjo cuando en el año 2015, como copropietaria de un perro de raza Shih Tzu llamado Rocket, ganó el premio mayor en la exposición canina del Westminster Kennel Club de Nueva York, el evento anual de perros más importante de los Estados Unidos.
Actualmente, Patty Hearst cultiva el bajo perfil, y rara vez tiene algún contacto con los medios de comunicación. La nieta del magnate que fue señalado como el creador de la prensa amarilla, decidió ya no abonar la industria del periodismo con su vida.
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