Patrocinar niños, ¿una forma de ayudar?
Millones de chicos de países en desarrollo tienen padrinos en el Primer Mundo, que buscan darles una mano, aunque sea a distancia. Muchos critican el sistema
El proceso es simple, rápido y eficiente, o al menos así lo prometen. Se completa un formulario en un sitio Web, se responden algunas preguntas, se agregan los datos de una tarjeta de crédito, se autoriza un débito automático (en el Reino Unido o los Estados Unidos, de entre 70 y 130 pesos por mes) y listo.
Unos días más tarde llega un paquete en el correo. Adentro, la foto de un niño o niña habitante de algún país afectado por una guerra o desastre natural –o ambas–, una ficha con sus datos (edad, familia, educación, sueños y ambiciones) y una dirección para enviarle cartas y fotos.
Éste es el patrocinio de niños, una de las formas más populares de ayuda social en Europa y los Estados Unidos, que atrae a casi tantos seguidores como detractores.
Aunque comenzó en la década del 30, tras la histórica debacle económica, cuando los que necesitaban ayuda estaban en todos lados, el patrocinio de niños tomó particular popularidad en las últimas décadas. Decenas de organizaciones no gubernamentales ofrecen, por algunos dólares al mes, una "experiencia de solidaridad personalizada" donde cada individuo sabe a quién está ayudando y cómo lo hace.
Se estima que los programas ayudan a más de ocho millones de niños y niñas en todo el mundo y que mueven más de 3000 millones de dólares por año.
Las organizaciones prometen a sus miembros poder ayudar a una persona con nombre y apellido y verla crecer gracias a esta ayuda; podrá estudiar, desarrollarse y, a futuro, conseguir un trabajo redituable. Las fotos, informes y cartas de los niños llegarán como si fueran de sus propios hijos, pero desde el otro lado del mundo.
La mayoría de las organizaciones (incluyendo a Plan Internacional, Save the Children y World Vision) utiliza el dinero que envían los sponsors para mejorar las condiciones de las áreas donde estos niños viven. La idea es que construir la infraestructura para proveer a una comunidad de agua potable, pagar a un maestro o comprar libros puede ayudar al desarrollo de un niño más que cualquier otra cosa.
Esta técnica de ayuda comenzó en 1936 en manos de la organización norteamericana Children International –poco después, Plan International–, que en 1937 lanzó una campaña para que el público hiciera donaciones individuales a niños afectados por la Guerra Civil Española.
Con el paso de los años, y la popularización de las organizaciones de ayuda humanitaria, el formato se volvió tan popular que, se estima, atrae a más de tres millones de personas en todo el planeta. "La esencia del esponsoreo es la relación de uno a uno, que nos da gran flexibilidad en términos de cómo operar; poder ser una organización flexible, que responde de manera rápida, con el poder de trasformar las vidas de millones y al mismo tiempo crear afinidades que cruzan el planeta", dijo Nigel Champman, CEO de Plan International, cuya familia ha patrocinado a un niño por años.
"El esponsoreo ayuda a transformar temas de desarrollo mundial en cuestiones prácticas, relacionándolos con personas reales y situaciones reales, a veces logrando la atención de personas que tal vez no se hubieran involucrado de otra forma."
De Inglaterra a Togo
Flavia es inglesa y hace dos años adoptó a Pyalo, una niña de Togo. Su inspiración nació cuando todavía era estudiante universitaria y dos de sus amigos le contaron que, entre ambos, estaban esponsoreando a un niño en África para ayudarle con su educación. La historia, las cartas y las fotos de aquel niño ayudaron a convencerla.
"Ahí mismo decidí que un día, cuando tuviera un trabajo estable, iba a esponsorear a un niño para ayudar a alguien con menos suerte que yo. Lo único que quería era que fuera una niña. Hay todavía mucha discriminación de género en el mundo y creo en el poder de las mujeres", dijo Flavia a la Revista.Tras unos meses de intercambio de cartas, fotos y noticias, ella decidió que quería ayudar más y visitar a Pyalo junto con un grupo de trabajadores humanitarios de Plan International.
Todos los habitantes del pueblo donde vive Pyalo en la región de East Mono en Togo esperaban la llegada de la delegación. Es que, como ella explica, las donaciones no benefician únicamente a su niña, sino al mejoramiento de toda la comunidad. La idea es que este sistema previene problemas entre los miembros de la comunidad y los beneficia a todos. Esto es algo por lo que varias organizaciones habían recibido críticas.
"Cuando llegué, toda la comunidad estaba frente a mí, hasta algunas personas de pueblos cercanos, en sus ropas tradicionales, bailando y cantando para darnos la bienvenida. Fue abrumador: deben haber estado preparando mi visita durante mucho tiempo."
"Pyalo es una niña tímida –continúa–, tenía unas flores en la mano y su mamá y otras mujeres la trataban de convencer para que me las diera. La bienvenida se completó con una serie de discursos de los oficiales del pueblo, el jefe y todos me agradecían por la ayuda y por haber ido a visitarlos. Luego me llevaron a conocer la escuela y las letrinas que se habían construido con las donaciones que habían recibido."
¿Funciona?
Es fácil encontrar cientos de historias de niños de países en vías de desarrollo que se benefician con este tipo de programas y de personas del primer mundo que los adoptan, pero la evidencia sobre su impacto real es más difícil de conseguir.
Uno de los únicos trabajos de investigación sobre la eficacia de los programas de patrocinio que existen, publicado en 2009 por tres académicos de la Universidad de San Francisco, dice que la respuesta es positiva.
Bruce Wydick, Laine Rutledge y Joanna Chu analizaron cientos de casos de niños patrocinados en Uganda en 1980, en términos de cuánto había mejorado, o no, su situación de educación, salud y trabajo que habían logrado conseguir, en comparación con sus hermanos o hermanas que no habían tenido padrinos del Primer Mundo. El resultado del muestreo fue contundente.
En los casos analizados, los investigadores encontraron que los niños patrocinados habían tenido acceso a un promedio de 2,9 años más de educación formal y habían incrementado las posibilidades de trabajo en un 72 por ciento
"Tal como los administradores de estos programas han reconocido durante décadas, el contacto con un niño individual crea un punto de contacto para convencer a los donantes de ingresos modestos a contribuir con lo que puedan para aliviar la pobreza en el mundo. De hecho, es probable que muchos de estos recursos no se habrían movilizado si no fuera por la habilidad del esponsoreo internacional de niños de crear el compromiso a través del caso de un niño en particular", concluye el documento. En su sitio web, Plan Internacional resalta decenas de casos que demuestran las conclusiones de aquel informe.
Entre ellos está Carlos Aparicio, de Colombia. Cuando tenía nueve años, su familia tuvo que mudarse a Bogotá escapando del conflicto armado que azotaba al interior del país.
Sin dinero, los padres de Carlos tuvieron que asentarse en una villa miseria y vivir en una casa de cartón.
Del otro lado del mundo, en el Reino Unido, Louise, una maestra de matemáticas, escuchó sobre la historia del entonces niño y lo adoptó. Con el dinero, los padres de Carlos pudieron pagar el tratamiento médico que necesitaba para curar una grave infección pulmonar causada por el frio.
Carlos comenzó a ir al colegio, y de allí a la Universidad, mientras trabajaba para ayudar a mantener a su familia. Al terminar la Universidad, consiguió trabajo como traductor en una organización social. Hoy tiene un hijo que estudia Ingeniería y una hija que está en sexto grado.
Los mayores críticos
Pero no todos están de acuerdo con los beneficios del patrocinio de niños. Incluso las críticas llevan décadas. Por ejemplo, en un artículo publicado durante el boom de los programas de ayuda, en 1982, en la revista New Internationalist se detallaban algunos de los problemas: mantener un sistema de dependencia de alguien en una situación económica precaria con alguien con dinero, las diferencias culturales (mandarle una tarjeta de navidad a un niño musulmán, por ejemplo) y la falta de real contacto con los niños (los críticos dicen, por ejemplo, que las cartas de los niños se censuran para que éstos no hablen sobre temas políticos, etcétera). Ademas, afirmaban que el sistema tiende a crear frustración en los niños que esperan recibir más de lo que finalmente recibirán y que los programas generan muchos gastos administrativos.
Organizaciones como Oxfam Internacional (una de las principales humanitarias en el mundo) dicen que no cuentan con un programa de patrocinio de niños porque no ven positivo el enfoque en un individuo. Aseguran que el bienestar de un chico siempre depende del bienestar de sus padres y de su comunidad a nivel más general.
"El esponsoreo está enfocado en el donante, designado para complacer las necesidades de la persona que dona y no del niño patrocinado o de la comunidad en la que vive", explica la activista humanitaria Marianne Elliott en su blog, aunque al mismo tiempo admite que el sistema puede ayudar cuando el dinero donado se utiliza para proyectos que benefician a toda la comunidad.
Algunos dicen que es una forma europea de hacer las cosas y de ver el trabajo solidario. Las organizaciones, por su parte, dicen que las críticas están fuera de época, que los programas actualmente benefician a comunidades enteras y ya no se enfocan en niños particulares.
En el debate sobre el patrocinio de niños es difícil encontrar a un ganador, aunque todos parecen estar de acuerdo en una cosa: mejor es hacer algo que dejar las cosas como están.
- Fotos gentileza Plan International
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