

Cuando tomó consciencia de la gravedad de lo que se venía, Patricia della Giovampaola disfrutaba de unos cálidos días de relax en Miami junto a su amor, el escritor, editor y periodista francés Jean-Paul Enthoven. Y tan pronto se enteró de que el presidente Donald Trump cerraría las fronteras de Estados Unidos, compró dos boletos para el 13 de marzo (fecha de su cumpleaños) con destino a París, donde ella vive gran parte del año en un espectacular piso frente al coqueto Parc Monceau. "Me hubiera instalado en Punta del Este sin dudarlo, pero acabo de dejar Villa D’Arenberg y el departamento esteño que compré aún no está listo", nos confía Patricia. "Con Jean-Paul no queríamos quedarnos en Miami. Nunca estuvimos enfermos allá y, por lo tanto, no conocemos a ningún médico. Nos sentíamos más en casa y más a salvo en París…", agrega, y así le damos comienzo a esta entrevista.
–¿Cómo vivís la "guerra sanitaria" que le declaró el presidente Macron al Covid-19?
–Con mucha angustia. Todos los días, a las 6 de la tarde, escucho lo que pasa en Italia y es tremendo. Mi hermana Rossella y yo somos de Montepulciano, en La Toscana. Por suerte, las cosas allá no están tan mal como en Lombardía o el Véneto. Mis primos y mis amigos están en cuarentena desde el 10 de marzo y hablamos por teléfono constantemente.
–¿Qué es lo que más temor te da?
–Todo. La enfermedad en sí misma, la gente que está en terapia intensiva, los que mueren. Con Jean-Paul tenemos un amigo íntimo que tiene coronavirus. Está con respirador, en coma inducido. Es terrible.


–Sos una persona muy disciplinada: hacés gimnasia desde hace años y prestás atención a tu dieta desde siempre, factores clave para mantener sano el sistema inmunológico
–Sí, pero nunca se sabe. Siento confianza por todo lo que he hecho, pero no te voy a ocultar que tengo miedo. Todavía no hay estudios claros ni concluyentes sobre el coronavirus. Fijate que desde que empezó la pandemia han dicho que es una gripe más, pero mató y va a matar a una barbaridad de gente. Dijeron que los mayores de 70 estaban en riesgo y resulta que también mueren jóvenes. Creo que nadie sabe realmente qué pasa.
–¿Cuáles son tus estrategias para el aislamiento?
–Tengo un carácter bastante templado y una gran vida interior. Si me tengo que quedar cuarenta días encerrada, lo hago. La verdadera cuarentena, que nació en el 1100 en Venecia a raíz de una peste, era de cuarenta días, no de quince. No me vuelvo loca puertas adentro. Priorizo la salud y por suerte, puedo hacer muchas cosas sola. Mi consejo es bancársela y quedarse en casa.
–¿Cómo es tu rutina diaria?
–Me levanto más tarde que lo habitual porque, la verdad, ¿para qué madrugar? No puedo salir a correr, no puedo hacer nada. Entonces, en vez de levantarme a las 8, me levanto a las 9 y media, que es tardisímo para mí. Tomo el desayuno y me dedico a leer la prensa online, un ritual sagrado para mí. Hago mi toilette, me maquillo un poco y, muy de vez en cuando, voy a hacer las compras, que me estresa bastante. Salgo con máscara, guantes, toda tapada y mantengo dos metros de distancia con cualquier persona que me cruce. Almuerzo y la tarde la tengo reservada para la lectura. A las seis cumplo con mi clase de gimnasia con mi profesor de Punta del Este, vía FaceTime, e inmediatamente después hago un curso de yoga, que es muy relajante. Me aboné a un lugar por Internet. A partir de las 9 me reúno con Jean-Paul. Cenamos y después miramos películas o alguna serie.
–¿Están bajo el mismo techo y se ven solamente de noche?
–Nos viene de manera natural. La casa es grande y él escribe, hace su actividad física. Sería tremendo estar juntos las 24 horas del día, uno no puede estar mortificando a la otra persona con sus propias angustias.


–En Instagram, vimos cómo te hacés tus propios reflejos en el pelo, cómo ordenás la biblioteca…
–¡Los reflejos los hago fantástico! [Se ríe]. Lástima que mis amigas acá en París también están en cuarentena, si no, las recibiría en casa para hacerles la tintura yo misma. Como me gusta, miro y aprendo. Hay cosas, igual, que no me salen fácil, como la manicure, o coser. Tengo conocidas que se compraron una máquina y cosen todo el día.
–¿Qué otros talentos ocultos tenés?
–Me encanta limpiar. Mañana, entre otras cosas, voy a limpiar todos mis placares. ¡Me divierte muchísimo! Está bueno despejar la cabeza, ocuparte de otras cosas y no pensar todo el tiempo en lo tremendo de la situación. En estos momentos, me resulta importante hacer un detox de información. Los primeros días, estaba pegada a la televisión y ahora sólo miro las noticias a la noche.
–¿Te bajonean las noticias?
–¿Cómo no me van a bajonear? Veo tanta gente que muere, que cae enferma, que está en situaciones críticas y esto sin pensar en lo que va a ser la crisis económica… Conversamos mucho con Jean-Paul y tenemos en claro que se viene una crisis mayor a la de 2008 y no sé si no será peor que la de 1929.
–¿Qué se comenta en Francia?
–Acá hay mucho miedo. Miedo de que los hospitales colapsen, de que no haya cantidad suficiente de respiradores… En Francia, la epidemia empezó en el Este, en el límite con Alemania, y ahora está moviéndose hacia París. La ciudad parece desolada, muerta. Va a ser un golpe durísimo para los que viven del turismo.
–¿Qué planes tenés para cuando la vida se normalice?
–No veo la hora de cruzar al parque y gritar de la felicidad, mirando el cielo. Será un grito muy liberador.





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