En plena pandemia reabrieron un hotel boutique en un lugar escondido de la provincia
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Una hostería de nueve habitaciones cerrada desde hace quince años fue el proyecto durante la pandemia de dos amigos: Alejandro Azpiazu y Gregorio Cramer (51) que son amigos desde tercer grado, viven en Buenos Aires pero aman la Patagonia Argentina.
En nuestro país, que todavía tiene muchas maravillas para descubrir, aparece un nuevo circuito Patagónico que los amantes de los viajes deben conocer: ubicado en Santa Cruz, al límite con Chile, se encuentra el istmo de los Lagos Posadas y Pueyrredón, uno color turquesa, otro azul profundo separados por 100 o 50 metros de tierra según el momento. Un lugar mágico, único y donde solo hay una hostería: Lagos del Furioso.
Cuenta la historia que muchos años atrás ese lugar era un centro de acoplamiento de lana ilegal de Chile, cuando lo descubrieron pasó a ser un sitio para la policía fronteriza, dejó de funcionar y quedó solo una casita que la habían bautizado bajo el nombre de 1936, allí un matrimonio construyó una posada que hoy vuelve a cobrar vida por parte de su heredero.
Un lugar remoto en Santa Cruz
Alejandro lleva el rol de anfitrión en la sangre, es que vivió durante 18 años en San Diego donde trabajaba en el área de Marketing de Reef, al ser un lugar lindo de visitar recibía muchos amigos y él se encargaba de llevarlos a pasear y ser su guía turístico. “Acá al ser una hostería de nueve habitaciones lo que hago naturalmente es que yo llevo a la gente a las atracciones que están cerca, cuando vos los llevas ellos están descubriendo el lugar entonces se abren y en esa apertura y agradecimiento de conocer se genera una relación y se arma algo como una familia. Cuando venimos a cenar se genera una charla entre todos, una cosa medio familiar que creo que hace la gran diferencia cuando la gente viene acá, se siente como con amigos que te muestran el lugar”, explica Alejandro que disfruta de esas charlas.
Llegar a Lagos del Furioso no es fácil pero tampoco imposible, es para pacientes y viajeros, “La gente que llega acá es gente especial, no es gente común, tienen cierta intelectualidad por ponerle un nombre, le interesa la Patagonia, se aleja, esta dispuesto a hacer 7 horas de viaje en auto, no es gente que va a un resort”, cuenta Alejandro.
La hostería está ubicada en la península donde se unen dos lagos: Lago Posadas que lo alimentan dos ríos, el Río Tarde y el Río Furioso que tiene tanto caudal de agua que mueve las rocas y hace mucho ruido, este rio trae sedimentos del glaciar lo que hace que el lago sea de color turquesa. En el medio hay un istmo de tierra de 4km de largo, y del otro lado el Lago Pueyrredón (llamado Lago Cochrane del lado Chileno) de un color azul profundo. “Es una locura, de un lado el lago azul y del otro turquesa, uno al lado del otro, eso hace mágico a este lugar, es una atracción en sí misma”, describe Alejandro.
En la otra punta está el pueblo Lago Posadas, un pueblo chiquito de 600 habitantes. A 70 km está Bajo Caracoles, un pueblo de 30 casas sobre la ruta 40 donde la gente carga nafta. Y a dos horas de ahí está el pueblo más importante que es el Perito Moreno.
Abrir contra la corriente
Los padres de Gregorio, Jorge y Ana, fueron quienes, atraídos por la Patagonia, visitaron Los Antiguos y en una hostería de Belgas les recomendaron este lugar escondido y de difícil acceso en ese momento. Al llegar se enamoraron del lugar, no podían creer la belleza y decidieron que era ahí donde querían estar. Entonces compraron una pequeña estancia y viajaban de Buenos Aires. Para poder pasar más tiempo se les ocurrió, hace 27 años, construir una posada de un tamaño que pudieran manejarlo desde su inexperiencia en el rubro, por eso tan solo tiene nueve habitaciones. Hace 15 años por diversos motivos cerraron la hostería, al año siguiente Jorge falleció y no se volvió a abrir.
En los años siguientes entraron varias veces ladrones, “robaban los cubiertos, por ejemplo, había un cuidador pero a 3km. Era una cosa dolorosa, se estaba deteriorando, no podía seguir así, era un fantasma que necesitaban que lo reaviven”, expresa Alejandro.
Y así fue como hace tres años Gregorio y Alejandro fueron de vacaciones, junto a sus familias, a la estancia que está un poco más alejada de lo que era la hostería. Recuerda Alejandro de aquel día en que surgió la idea de ser emprendedores: “Vinimos a ver la posada todos juntos, estaban nuestras hijas jugando a la hostería y yo mirando que estaba todo medio mal, deteriorado. “Che, es una pena, ¿por qué no la abrimos?”, le pregunté. “¿Te parece?”, me respondió. “Y… yo te diría que sí”, pero Gregorio me explicó que no era posible porque el turismo extranjero te requiere que la tengas abierta seis meses y era inviable. ¿Por qué tenemos que hacer lo que dice el turismo extranjero? La abrimos para el turismo local, la tenemos enero y febrero y vemos si nos gusta”, propuso Alejandro.
Gregorio aceptó y se pusieron a trabajar. Había mucho que arreglar y en lo que invertir. Cuando tenían todo listo apareció la pandemia, “Ya estamos jugados” dijeron, y se arriesgaron a abrir igual. Gregorio había vivido como hijo el trabajo de sus padres y tenía idea de cómo hacerlo, Alejandro se encargó del Marketing. “Santa Cruz fue el último en abrir al turismo local. Fue un año especial porque la gente que llegó es gente de mucho recurso que podía viajar en avión o helicóptero, tuvimos una temporada del 30% de ocupación que sirvió para cubrir los costos y motivarnos, era una prueba de fuego de si era una actividad que queríamos seguir más allá de que el lugar es hermoso”, explica Alejandro.
El 27 de noviembre viajaron junto a un chef de primer nivel y su ayudante de cocina para preparar todo para la nueva temporada que durará hasta fines de febrero. Si la pandemia cede la idea es la próxima temporada abrir los 4 meses.
“Uno se merece lo que es capaz de soñar”
Una de las ideas de Jorge fue armar un circuito de estancias donde la gente iba de una en otra recorriendo la zona. Con el tiempo volvió a ser negocio la ganadería y muchas estancias dejaron de hospedar. Al día de hoy algunas aún conservan sus posadas junto con otras que se abrieron, “y con la aparición de Parque Patagonia que es un grupo que compró tierras en Argentina y Chile para convertirlas en Parques Nacionales, se generó un nuevo circuito patagónico donde la provincia de Santa Cruz hizo la ruta 41 que va paralela a la 40 pero más cerca de la cordillera y mucho más interesante, es una ruta muy linda en medio de la montaña,” cuenta Alejandro para quienes deseen conocer otra zona de nuestro país y agrega: “Tenes la Patagonia Suiza que es Bariloche, Villa La Angostura y esa zona, después está la Patagonia de El Calafate, y ahora esta nueva que aún no tiene nombre que tenés la cueva de las manos, el cañón del Río Oro, Los Antiguos y la nueva ruta 41, nosotros estamos como en el centro del circuito y muy cerca de Chile. Ya no es tan complicado llegar, hay rutas que son muy buenas y lindas que son atracciones en sí mismas”.
Alejandro tiene un dicho que es “Uno se merece lo que es capaz de soñar”, y él se soñaba de una forma un poco más libre y no tan corporativa. Están contentos, lo viven como una celebración a la amistad, a la libertad y al desarrollo de nuestro país. “Cuando hablamos con las agencias de turismo nos dicen de lo importante que es que haya un lugar como el nuestro porque los extranjeros quieren algo sofisticado, con comida espectacular, con habitaciones lindas, que sea exclusivo pero de calidad. Es como una contribución también porque ayudás a desarrollar la zona”, cuenta contento Alejandro.
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