La tecnología cambió nuestra manera de consumir, de educarnos y hasta de enamorarnos. La política, sin embargo, se resiste al cambio. La gesta de un grupo de geeks que quiere entrar en la Legislatura y cambiar las reglas.
Atardecer de un viernes frío de junio de 2013, en un salón del segundo piso de una casa vieja de San Telmo, a una cuadra de la plaza Dorrego, hay una hilera de muchas pequeñas mesas, una al lado de la otra, que todas juntas forman, por la teoría de la Gestalt pero también porque están bien pegadas, una mesa larga. El salón es angosto, y las mesas y las sillas ocupan casi todo su ancho. A un costado hay una barra con vasos y botellas de Cinzano, Fernet Branca y Campari. En un rincón hay dos parlantes apilados, sin uso. Hay una puerta que lleva a una cocina y, al fondo, una terraza con parrilla. La parrilla está vacía, hoy no habrá asado, pero en el aire se respira el olor de la carne al fuego que viene de los restaurantes de la zona. Son las siete de la tarde, y la escena remite a la previa de una fiesta privada de un grupo de amigos, pero son los preparativos para un plenario en la sede de campaña del Partido de la Red, un partido político creado por fundadores de empresas de tecnología que quiere cambiar el modo en que las personas se relacionan con la política.
Todavía es temprano para la reunión, que, como todos los viernes desde hace varios meses, comenzará puntual a las siete y media, y solo están los dueños de casa, Esteban Brenman y Florencia Polimeni, además de Gastón Silberman, creador de
Proyecto Cartele y autor del libro Sin cortinas. Esteban es el fundador de Guía Óleo, y Florencia, su mujer, es ex legisladora porteña por el PRO, y esta en realidad no es su casa, sino la planta alta del local de productos vintage Cualquier Verdura, que Esteban abrió con su hermana Violeta.
Antes de empezar, y mientras Florencia prepara varios vasos de Campari, Esteban me cuenta que empezó un año sabático hasta junio de 2014, que lo usará para el ocio creativo –para tratar de hacer lo menos posible, en definitiva–, aunque este viernes está un poco molesto porque, si bien dejó sus negocios en manos de sus socios –además de Guía Óleo, dirige la agencia de marketing online Dos Monos–, tuvo que ocuparse de algunos asuntos, y protesta en voz alta que los años sabáticos son los padres. Florencia revolea los ojos y le pide que no se queje, mientras Gastón enciende su Mac Book Pro para chequear la fecha del próximo partido de Manu Ginóbili con los Spurs. Con el basquetbolista argentino no sólo los une cierta admiración, sino una buena relación que llevó a que Manu hace poco tuiteara –es uno de los argentinos con más seguidores– una fuerte recomendación para acercarse a la propuesta del Partido de la Red : "Me pareció MUY interesante. Lo recomiendo. Espero consigan las adhesiones que faltan para participar de las elecciones", escribió.
Cuando está por comenzar la reunión, hay cerca de cuarenta personas, casi todos menores de treinta años, la mayoría hombres. Aunque cargan con el prejuicio de ser un grupo de emprendedores cool de Palermo, no hay abundancia de gadgets ni nada que se parezca a los personajes de la serie The Big Bang Theory. Si bien el impulso inicial del Partido de la Red lo dieron emprendedores 2.0, al partido lo integran empresarios, politólogos, publicistas, sociólogos y programadores web. Hasta que empiecen a hablar, nada diferenciará a este grupo de una clásica reunión de amigos de clase media porteña. Cuando comiencen, en cambio, se notará enseguida la diferencia entre un grupo de amigos y una agrupación política: entre ellos se llaman "par", en reemplazo del "compañero" peronista.
Sobre la larga mesa ensamblada, hay varias computadoras portátiles, gaseosas, cervezas y algunos snacks. En la punta se sienta la par Florencia, que será la presidenta de la sesión. A su lado está Santiago Siri, el par Santiago Siri, impulsor de la idea junto con Esteban y Florencia, y apoderado del partido, por lo que pasará gran parte de las próximas cuatro horas y media firmando cientos de fichas de afiliación para presentar a la Justicia Electoral: necesitan cuatro mil para ser reconocidos como partido. Antes de empezar con la reunión, el ambiente está excitado. Muchos aplauden y gritan "vamoooo", se dan aliento, se palmean, como si estuvieran en un túnel y fueran a salir a la cancha. De algún modo están por salir a la cancha. Entonces el par Mariano Lopata, que es psicólogo, propone que antes de empezar a hablar hagan un ejercicio de relajación: cierren los ojos, pide, respiren profundo y digan "ommm" tres veces. El ambiente se silencia por completo.
Ommmmmmmmm.
Ommmmmmmmm.
Ommmmmmmmm.
El Partido de la Red nació hace un año de una conversación entre Santiago Siri y Esteban Brenman. Santiago venía de participar del Foro Económico Mundial, de donde volvió con una frase en su cabeza que no sabía exactamente qué quería decir, pero que creía que valía la pena desarrollar: "hay que hackear la política". Traducido a la mentalidad de las personas que desarrollan negocios de tecnología, hackear la política significa meter internet dentro de la política, una de las instituciones de las sociedades modernas sobre las cuales el negocio 2.0 no pudo hacer pie aún, como sí lo hicieron en la industria de símbolos, el arte y los medios de comunicación.
"¿Qué pasaría –se preguntaron Siri y Brenman– si enchufáramos internet en la política y le diéramos cierto poder a la gente para que tome algún tipo de decisión?" De esas charlas, a las que fueron sumando personas con experiencia política, como Florencia, Agustín Frizzera (sociólogo, asesor en la Legislatura porteña), Pía Mancini y Martín Galanternik, politólogos, entre otros, surgió la idea de crear un partido político que vincule a las personas de manera directa con la política mediante internet. Así es que crearon el Partido de la Red , un partido político alimentado por una plataforma online donde las personas podrán votar a favor o en contra de un proyecto de ley. El resultado mayoritario de esa votación online será un mandato directo para el o los legisladores del Partido de la Red , que deberán votar en el recinto legislativo de la manera en que se lo ordenen los usuarios de la plataforma. El software que permitirá este mecanismo de participación es un desarrollo del Partido de la Red que se está haciendo sobre código abierto y costará, cuando esté terminado, cien mil pesos en horas de programación, dinero que es aportado, junto con el resto de los gastos del partido, por sus miembros. El primer objetivo del partido es meter uno o más diputados en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires en las próximas elecciones de octubre, cuando debutarán electoralmente. Para meter un legislador necesitan alrededor de 50 mil votos.
La propuesta del Partido de la Red es un regreso a los modos de la democracia directa, tal como la ejercían los antiguos griegos –los ciudadanos libres decidiendo sin intermediarios los asuntos de la vida de la ciudad–, aunque, al estar impulsada por las posibilidades de internet, se llama "democracia directa electrónica". A simple vista parece haber una contradicción entre el progreso que implica internet y el regreso al tipo de democracia que ejercían en el siglo V antes de Cristo, pero entre ambos hay una coincidencia, y es la ausencia de intermediarios entre las personas y el sistema, que es, si se quiere, la gran revolución de internet. Miremos lo que sucede, por poner un ejemplo, con la compra online, que permite que las personas compren directamente a los dueños de los productos sin intermediarios. Si la cadena de comercialización se está acortando, acercando al consumidor al producto y bajando los costos, lo que el negocio de internet se está preguntando es por qué no acortar también los mecanismos de la representación política acercando al ciudadano a la instancia donde la política toma una decisión. Si hay compra directa, ¿por qué no puede haber democracia directa? Expresada así, la simplificación es peligrosa, porque votar no es comprar y, sobre todo, porque votar es darle a otro el poder de decidir sobre uno mismo. Los miembros del Partido de la Red saben que su software de plebiscitos online es más que un algoritmo, y por eso este viernes frío de junio van a discutir mucho sobre el poder. Aunque no lo van a decir en esos términos.
El orden del día es que los pares tomen una decisión sobre una función del software. Esta función consiste en que las personas que están logueadas y registradas en la plataforma, y por tanto habilitadas a votar, puedan cederle su voto a otro miembro de la red al que consideren más capacitado. Un ejemplo: si una persona no sabe sobre urbanismo y no puede decidir si un proyecto de ley es bueno o es malo para sus intereses, le cede su voto a otro usuario del sitio en el que confía por sus conocimientos en ese tema. Este modelo de representación online se llama "democracia líquida" y está muy presente en partidos similares al Partido de la Red de otras partes del mundo, como el Partido Pirata, que tiene varios legisladores en diferentes parlamentos de Europa, y el Partido X, de España.
Entre los miembros del Partido de la Red, hay visiones encontradas sobre este punto, y eso es lo que deben debatir hoy. Un grupo considera que, si una persona se loguea, cede sus votos en un delegado y se olvida de la plataforma, es una forma válida de participar. El otro grupo sostiene lo contrario. Piensa que participar es interactuar activamente con la plataforma y considera que las personas que cedieron su voto a un tercero deben conocer qué es lo que va a votar y decir si están o no de acuerdo con ese voto, para, en todo caso, revocar o confirmar su adhesión a ese delegado. Detrás de las funciones del software, lo que están discutiendo, en realidad, es qué es lo que el Partido de la Red va a definir como participación política de los ciudadanos y si van a habilitar, y hasta qué grado, la presencia de punteros políticos 2.0, los delegados, que aglutinen voluntades y que tengan, por eso, cierto poder por sobre otros.
El debate desnuda lo que parece ser la principal interna del Partido –una interna natural, conflictiva pero no rupturista–, que es la diferencia entre los pares que vienen de las ciencias duras, los emprendedores de negocios de tecnología, los nerds, para ser malos y un poco absolutos, y los pares que vienen de las ciencias sociales, los más politizados. El grupo que esta noche propone el método de delegación simple –loguearse, ceder el voto y ya– es el nerd. Quiere hacer un software amigable y entendible, para que eso genere masa crítica de usuarios. "No nos creamos que podemos transformar de un día para el otro la conducta de las personas sobre la participación política", dicen. Entre ellos está Santiago Siri: "Mantengámoslo simple", pide. El otro grupo, en cambio, alerta sobre el peligro de que, a costa de buscar usuarios, se contradiga la naturaleza del partido, que es que las personas decidan activamente sobre los temas públicos participando por medio de la plataforma. "¿Qué tipo de educación cívica estamos proponiendo si dejamos que las personas, con sólo loguearse, ya den por resuelta su participación política?", responde Martín Galanternik.
Esta diferencia entre aquellos que piensan en las funciones del software y los que piensan en las implicancias políticas del software está originada también por la falta de debate –intencionada– sobre posturas ideológicas. Por su naturaleza, pero también por decisión propia, el Partido de la Red se define como un partido de método más que como un partido ideológico. "Nosotros creemos que hay una falsa apreciación de la ideología. Se llama ideología al etiquetamiento muy rudimentario de un partido político o de una persona. Yo me siento con vos a charlar, te pregunto dos o tres cosas sobre política y, como estás de acuerdo con la Asignación Universal por Hijo, te digo: ‘Ah, sos K’. Ya te etiqueté. Y la verdad es que es muy básico eso. Creo que tenemos que salir de esas etiquetas. Es mucho más ideológico decir que yo quiero que más personas tengan decisión sobre los temas legislativos. Eso es muy ideológico", me dice Esteban unos días antes de este encuentro en San Telmo, en una charla en su empresa Dos Monos. Completa Gastón: "La ideología es que entre muchos decidimos mejor. La mejora del sistema es poder participar de manera permanente".
La discusión es fuerte y bien argumentada. Se les nota a los miembros del partido el ejercicio de la retórica que vienen teniendo desde hace varios meses, y sobre todo es una discusión leal, sin golpes bajos y bastante ordenada. Florencia Polimeni, por su experiencia en la gestión legislativa, modera la sesión y cronometra las exposiciones en su iPhone. Organiza la discusión, arma la lista de oradores y educa sobre lo que se puede y lo que no se puede hacer en un debate político: no se puede dialogar, no se puede interrumpir sin permiso del expositor, para proponer un cambio metodológico en la discusión hay que hacer una moción de orden, y esa moción de orden debe ser votada a mano alzada y aprobada por mayoría. Muy pocos de los pares tienen experiencia en debates políticos, mucho menos en la creación de un partido, y por eso Florencia es necesaria: en el único momento en que se ausentó, por unos minutos, el debate se desmadró.
Por eso es firme Florencia, tiene una voz fuerte y clara, y hace valer con energía el mandato de presidente del debate que le dieron los integrantes del partido. No permite desviaciones y se preocupa porque todos tengan su tiempo para opinar. Eso enoja por momentos, sobre todo, a los más veteranos, muchos de ellos dueños de sus propias empresas –moderadores de sus propios debates– acostumbrados a tomar decisiones y a ser menos contemplativos con las opiniones ajenas. Pero todos la respetan, y los enojos duran poco y se terminan con una sonrisa y un abrazo, incluso el enojo de Esteban, su marido, el único que tuvo el exabrupto de carajearla porque le impedía hablar: permisos de la vida conyugal. Si existen dudas sobre la naturaleza del Partido de la Red , al que muchos califican rápidamente de ser la "antipolítica", se terminan con los mecanismos de su debate interno, democrático y participativo, similar a cualquier reunión de comisión legislativa o asamblea sindical. En esa decisión de tomar los modos de la política y construir sobre eso algo nuevo, radica lo más interesante de su propuesta. "No vamos a venir a cambiar modos de hacer política probados desde hace cientos de años", dice Agustín Frizzera.
Pero luego de dos horas y media, el debate sigue empantanado. Las dos posturas que confrontan esta noche son muy radicales: hagamos un software simple, dicen los nerds; eduquemos en participación política, dicen los políticos. Sobre la mesa, las bolsas de papas fritas están vacías y queda poca bebida y poca energía, pero nadie se va. Algunos piden una moción de pizza. Florencia avisa de la improductividad de no acercar posiciones. "Consensuar es tener la capacidad de correrse del pensamiento inicial", dice. Esteban, que en el último rato estuvo bastante callado, escribió en su Mac una lista con los argumentos de cada posición y encontró que podía haber puntos de acuerdo. Florencia propone, entonces, un cuarto intermedio para que una comisión formada por los nerds y los políticos llegue a una propuesta conjunta. Todos aceptan.
No es casual que el debate sobre qué entiende el Partido de la Red como participación política de los ciudadanos les demande a sus miembros tanta energía y tanto tiempo. Sin decirlo abiertamente, todos tienen claro que la intervención directa de los ciudadanos en los asuntos que debe decidir la política tiene sus virtudes, pero también tiene riesgos. Este enroque en la relación del representante y su representado, en el que el rol del legislador se reduce a obedecer un mandato social, así como puede incrementar la responsabilidad de los ciudadanos, también puede equilibrar hacia abajo la calidad de vida de la sociedad.
Cuando le conté a Marcelo Leiras, doctor en Ciencia Política y director de la Maestría en Administración y Políticas Públicas de la Universidad de San Andrés, la propuesta del Partido de la Red , reflexionó que el problema del mandato vinculante, en el que la gente vota y el legislador obedece, es que impide la construcción de una voluntad superadora de los intereses de los ciudadanos. "La representación política es más que traducir una voluntad ya constituida. Es armar una voluntad colectiva que tenga en mente los intereses de quienes representa, pero que no considera que esas opiniones son vinculantes necesariamente", dice.
En algún punto este déficit está presente en el armado del Partido de la Red, y por eso están desarrollando un think tank llamado Democracia en Red, integrado por especialistas en áreas como educación, transporte o salud pública, que servirá como motor de propuestas de políticas públicas. "Se alimentará de las ideas que aparecen en la plataforma, las evaluará y las transformará en una idea para que nuestros legisladores propongan y para que la gente las vote", explica Gastón.
Esto no resuelve, sin embargo, lo que para Leiras es el principal problema de las propuestas de democracia directa: a los ciudadanos modernos les gusta hacerse representar y preferirían, dice, no tener que ocuparse de vigilar activamente a sus legisladores. En el célebre discurso De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, pronunciado en 1819, el filósofo y político Benjamin Constant defendía al sistema representativo de esta manera: "El sistema representativo no es otra cosa que una organización por medio de la cual una nación descarga sobre algunos individuos lo que no puede o no quiere hacer ella misma". Constant apuesta en ese discurso por una democracia representativa como la mejor forma de hacer compatible la independencia individual con la participación política.
A esta idea se contrapone la interpelación explícita del Partido de la Red de que la gente se involucre y participe para compartir junto con los dirigentes la responsabilidad de gestionar una comunidad. "Es hora de empoderarnos cada vez más, de tomar responsabilidad por las cosas, para que, si después salen mal, sepamos que fuimos nosotros los que las decidimos", dice Esteban. En esta idea hay mucho de espíritu de época. En los últimos años, el mandato de participar, involucrarse, pasó de ser una de las tantas alternativas de vida posible, tan válida como no participar, a funcionar como legitimador de la crítica de las personas hacia los asuntos públicos: sólo aquel que participa, dice esta lógica, está habilitado para cuestionar. La afrenta del diputado del Frente Para la Victoria Andrés Cuervo Larroque al periodista de la televisión pública Juan Miceli cuando éste criticó el uso de pecheras partidarias en las inundaciones de La Plata ( "te invito a que vengas a ayudarnos; te espero hoy acá cuando termine el noticiero" ) es un ejemplo de esa distorsión. También es cierto que la existencia de una propuesta metodológica para que los ciudadanos vigilen a sus políticos es el reflejo de que las instituciones democráticas que deberían controlar y eventualmente sancionar a las personas que pasan por la gestión pública no están funcionando.
Esto no significa que el Partido de la Red esté apuntando al ciudadano con intenciones de militancia directa en un partido político. Entre la participación y la no participación en política ellos han identificado a otro sujeto a medio camino, amasado al ritmo de las redes sociales. La necesidad de opinar sobre los asuntos públicos nunca estuvo aplacada, menos en un país donde la política cíclicamente empuja a los individuos a alentar o resistir los discursos de época, pero la opinión sí está revalorizada por la amplificación que logra gracias a Twitter y Facebook. Posibilitadas de decir, escuchadas, retuiteadas, "megusteadas" por sus seguidores, las personas juegan a influir y a ser influidas, transformándose en una suerte de militante de sí mismo, que opina e influye pero que se resiste a la burocracia partidaria. En ese gris trabaja el Partido de la Red, en convertir la opinión hiperdisponible en Internet en una acción política concreta, sin que por eso las personas deban entregarse a la militancia activa.
Quince minutos después la comisión anuncia que acercó sus posiciones, y el cuarto intermedio se levanta. El clima está más distendido: el descanso y el consenso relajaron las posiciones, y el diálogo empieza en un tono distinto. Cada orador resalta ahora el valor de los lazos que están construyendo y de que estén un viernes a las doce de la noche hablando de política. La comisión llegó a un acuerdo: el software permitirá que las personas se logueen y deleguen sus votos, pero a los seis meses el sistema les pedirá que ratifiquen su adhesión a los delegados que eligieron para que votaran en su lugar. Además, cada vez que el delegado vote, al usuario le llegará un aviso para que avale o no esa votación. Si no lo responde, se toma como un aval implícito al voto del delegado. El consenso no es del todo equitativo: la posición de los políticos perdió terreno, y la plataforma habilitará formas de participación más pasivas de las que ellos desearían. "Hay que aprender a perder", dice Agustín Frizzera. Florencia presenta una moción para que ese día no se vote, para darle tiempo a cada par de reflexionar su posición. Todos aceptan y enseguida empiezan a pensar a dónde ir a comer juntos. Se abrazan. Antes de irse hacen una ronda, se toman de la mano y gritan fuerte, descargándose, el lema del partido: "Que despierte la Red".
El Partido de la Red se presentará en las elecciones legislativas de octubre. Mientras da a conocer su propuesta (puede verse una agenda de presentaciones en www.partidodelared.org y desde ahí seguirlo por las redes sociales), está juntando las cuatro mil adhesiones que necesita para que la Justicia Electoral lo habilite como partido político. Mientras tanto, va perfilando la campaña viral que usará para intentar lograr una banca. No harán, dicen, grandes gastos que comprometan el proyecto a largo plazo ( "Sabemos que en una elección no vamos a cambiar el país", dice Gastón) y tampoco centrarán su campaña en los nombres de sus candidatos, que elegirán más adelante y que serán, de todos modos, secundarios en relación con la propuesta política. De todos sus miembros, dicen, hay por lo menos seis con ganas de ocupar ese lugar.
¿Cuál será la medida para establecer el éxito o el fracaso del Partido de la Red ? No será el resultado de esta elección, que pueden perder –perder sería no ubicar ni un legislador– o, incluso, no alcanzar los requerimientos de la Justicia para ser legitimado como partido. La respuesta la dará el tiempo, aunque con una realidad a su favor: así como la interacción de las personas y las instituciones mediante la red han modificado muchos consumos culturales, también les llegará ese cambio, antes o después, a las formas de representación política. Es difícil pensar que estas nuevas formas de circulación de símbolos –la información en tiempo real, el entretenimiento ubicuo mediante dispositivos móviles– no afectarán a la manera de hacer política. Quizás el futuro nos traiga una forma de política distinta a la propuesta del Partido de la Red . De hecho, es lo más probable. Pero por algún lado había que empezar.