Es el tercer pulmón verde de la ciudad, con 22 hectáreas diseñadas por Carlos Thays. En una de sus canchas se jugó el único partido de fútbol bajo nieve registrado en el país. Tuvo vecinos notables como Astor Piazzolla y el Gato Barbieri. Sirvió como escenario para series y películas de taquilla. Alojó a algunas de las fábricas más importantes de la ciudad. Lo tuvo casi todo, y hubo algo que le faltó.
Para los nacidos y criados en Parque Chacabuco, era moneda corriente: cuando mencionábamos el barrio, nos preguntaban en dónde quedaba. Algunos lo confundían con una localidad del conurbano, y pocas veces servían como referencia la Medalla Milagrosa, la calesita de Tatín o la pileta municipal. Aun cuando no lo hayan visitado, muchos lo conocerán por la fachada de la casa de "¡Grande, Pa!" (Riglos 1200), las calles en "Valentín" (2002, Alejandro Agresti), los interiores del hogar de ancianos en "El hijo de la novia" (2001, Juan José Campanella) o las tomas cenitales del parque en "Despabílate amor" (1996, Eliseo Subiela). Un poco más lejos en el tiempo, la calesita en "Quiero llenarme de ti" (1969, Emilio Vieyra), o el sub-barrio Butteler en "Culpable" (1959, Hugo del Carril).
Del polvorín de Vértiz al parque de Carlos Thays
En 1779, el Virrey Juan José de Vértiz recibió la noticia de una invasión inglesa: de manera preventiva, ordenó la instalación de un polvorín en el área sur del parque. "Reorganizó las milicias, creó regimientos y tomó una serie de medidas militares, entre ellas la del polvorín. La ciudad ya tenía uno en Parque Lezama y depósitos en el Cuartel de Retiro", explica Liliana Dávila, secretaria de la Junta de Estudios Históricos de Parque Chacabuco, integrada por vecinos, barriólogos e historiadores que investigan y difunden su patrimonio y valor histórico. El polvorín fue inaugurado en 1784 y bautizado como "Pólvora de Juan Diego Flores", de acuerdo al nombre de su propietario. La explosión del 26 de enero de 1898 que resonó en toda la ciudad, atribuida a este polvorín, tuvo otro origen. "Fueron tres explosiones en la Fábrica Nacional de Pólvora ubicada en los terrenos que hoy ocupa la facultad de Agronomía y Veterinaria", explica Dávila.
En 1902, la Municipalidad compró el terreno y convocó a Thays para el diseño del parque, creado el 15 de mayo de 1903 e inaugurado en 1909. El proyecto original incluía una pista para carreras pedestres y otra para obstáculos, canchas, juegos para chicos y un tambo en el que los vecinos compraban leche ordeñada a la vista. En la esquina de Asamblea y Curapaligüe había un vivero y, en la subida al parque, sobre Hortiguera, un kiosco biblioteca. "Era como una oficinita de madera. Tenían revistas, libros, historietas. Entregando la cédula, te prestaban los ejemplares: leíamos toda la tarde en los bancos del parque", recuerda Negrita, quien junto a su marido Alberto estuvo al frente de la librería escolar de Santander y Juan de Castro durante 37 años.
Pensado como predio de paseo, el parque era protegido por portones que se abrían cada mañana para permitir el acceso de visitantes y comerciantes (el organillero, el vendedor de barquillos, el fotógrafo ambulante). Uno de sus sectores más convocantes era la "Fuente de los Sapitos" (llamada así por sus surtidores de bronce), alrededor de la cual se instaló, en 1930, el rosedal con más de 3000 variedades. Las esculturas y bustos (Federico Chopin y Domingo Sarmiento) también forman parte de la identidad del parque. La más buscada es la del Yaguareté (1935), obra de Emilio Sarniguet. La gran hazaña de los niños era trepar a su lomo y jugar a ser los amos del parque por un rato. Actualmente, además de las áreas deportivas y de esparcimiento, dentro del parque hay dos escuelas y dos jardines de infantes, y están el Centro Cultural Adán Buenosayres, el Instituto Vocacional de Arte y el Profesorado de Educación Física.
Vecinos notables
Hasta 1958, Astor Piazzolla, Dedé Wolff y sus hijos Diana y Daniel vivieron en Av. Asamblea 1276. "Tuve una infancia muy linda. Mi viejo salía al centro muy temprano a laburar: ensayaba y tocaba con la orquesta. Volvía a la tarde, jugaba conmigo y mi hermana, y a la noche salía a tocar en el tango bar hasta las 3 o 4 de la mañana", recuerda Daniel.
Cerca de su casa vivía el pianista, compositor y director de la Orquesta de Tango de Buenos Aires Carlos García, con quien tomaba clases de piano. "Ir al parque era nuestra mayor diversión. Los fines de semana nos cruzaban a la mañana y podíamos pasar todo el día ahí. Saltábamos a la soga, remontábamos los barriletes que nos traía Nonino de Mar del Plata y jugábamos a la mancha y al Patrón de la vereda. Recuerdo el olor dulce que salía de la fábrica Royal", cuenta Daniel.
En 1945, otro vecino entrañable llegaba al barrio: Julio Lagos. Durante 27 años vivió en el pasaje De las Ciencias 1061. Como si se tratara de la formación de un equipo de fútbol, recita los nombres y apellidos de todos los vecinos de la cuadra. "Fueron parte del principio de mi vocación", justifica. Uno de ellos fue Jorge Pou, cronista volante de la sección de deportes. "Me llevaba al palco de periodistas en la cancha de San Lorenzo: yo era un pibe de 9 o 10 años. Andaba con un teléfono negro de disco, desde el que enviaba el relato del partido. Fue un personaje extraordinario". También recuerda las visitas a la Biblioteca Municipal "Estanislao del Campo" (De las Artes 1210): "Íbamos a hacer sociales, y a hacernos amigos de las chicas". Fue inaugurada en 1945 y hoy cuenta con más de 16 mil volúmenes en papel y soporte digital.
Otros vecinos entrañables: el bandoneonista Eduardo Rovira; el Gato Barbieri y su hermano Rubén (cuyos ensayos podían escucharse desde la calle); Adolfo Salinas, primer locutor de la televisión argentina; Walter Ciocca, dibujante de "Hormiga Negro"; Guillermo Stábile, jugador de fútbol y director técnico de la Selección Argentina; Mercedes Simone, "la dama del tango"; el bandoneonista y compositor Rafael Rossi, y el músico Juan Carlos Baglietto. En el Ex Asilo de Ancianos de la Asociación Francesa Filantrópica y de Beneficencia (Emilio Mitre 688) vivió Alicia Moreau de Justo y en Av. Asamblea 840, Vicente Ostuni dirigió un club de boxeo.
Los sub-barrios: Butteler, Cafferata, Emilio Mitre y Simón Bolívar
Parque Chacabuco es como una caja rusa: dentro de él conviven cuatro sub-barrios, originalmente construidos para obreros. El primero, de 1910, fue proyectado sobre una quinta donada por Azucena Butteler y bautizado con su apellido. Su particular trazado lo vuelve un lugar único en la ciudad: las cuatro diagonales, todas llamadas Butteler, van del 1 al 99 y terminan en la Plaza Enrique Santos Discépolo. Antes era conocida como la "Placita Escondida" y supo ser punto de encuentro entre Discepolín y Gardel.
Otro es el "Cafferata", proyecto de 161 casas baratas presentado por el diputado Juan Cafferata, aprobado por el Congreso en 1915 e inaugurado en 1921. Todas tenían jardín al frente, mosaicos en damero y tejas españolas. En el centro se encuentra la Escuela N° 22 "Antonio A. Zinny". El tercer sub-barrio fue inaugurado en 1923 por la Compañía de Construcciones Modernas, que desarrolló las tradicionales casitas tallarín bajo el nombre "Emilio Mitre". El último, con la tipología del monoblock, fue estrenado en 1953 como "Simón Bolívar": son 42.200 m2 cuya altura se recorta en el horizonte del barrio.
La vida social: el cine, el deporte y los juegos
Las salidas al "Cine Teatro Asamblea" (Av. Asamblea 821), estaban entre las preferidas. Funcionó entre 1926 y 1968, con capacidad para 1200 espectadores. En verano, la ventilación se conseguía gracias a un techo corredizo, que ofrecía un espectáculo adicional a la película: las estrellas a cielo abierto. En la década del 50, una tragedia limitó la asistencia. "Fue en el 53 o 54: apareció un chico ahorcado con un cinturón en el baño", cuenta Carlos Belatti, de la inmobiliaria del barrio. Daniel Piazzolla también recuerda el hecho: "Mi Nonina nos llevaba hasta la puerta y nos iba a buscar a las tres o cuatro horas con sándwiches de milanesa y mandarinas. Cuando apareció el cadáver, colgaron un cartel en el baño: yo no lo podía leer, pero tenía que ver con eso. No volvimos más, no nos dejaban ir". Julio Lagos siguió yendo, pero la experiencia era otra: "Desde ese momento, para nosotros todos los acomodadores eran asesinos. Nos daba miedo ir al baño: íbamos en delegación".
Durante el año, había dos eventos que se celebraban puertas afuera: las fogatas de San Pedro y San Pablo, para la que los chicos juntaban maderas, ramas, hojas y trastos para prender el fuego; y los carnavales, "una especie de romería", según Julio Lagos. "Después de jugar con agua, cerrábamos el pasaje y sacábamos mesas y sillas. Se decoraban las paredes con guirnaldas y se ponían música. Cada familia cocinaba algo para compartir".
Además del espacio recreativo, el parque ofrecía un plan a medida para los más chicos. La calesita de Tatín (Av. Asamblea 1301) fue, es y será un ritual de bautismo para los crecidos en el barrio. Fue fundada en 1963 por Agustín Ravello, quien, junto a su padre (jockey y pintor de calesitas), fabricó en fibra de vidrio los animales que protagonizan el paseo giratorio. Los dibujos fueron hechos por Goyo Mazzeo, autor de "La Pícara Sandrita", "Caburito" e "Historias Tangueras".
El parque era, también, escenario para eventos deportivos: en sus canchas jugaron San Lorenzo y Atlanta, entre otros clubes. "En junio de 1918, tuvo lugar el único partido bajo nieve del que se tiene registro en el país", cuenta el historiador Leonel Contreras. El encuentro fue entre Atlanta y San Isidro, que ganó por dos goles. Entre 1960 y 1970, la pista fue elegida para el Campeonato Sudamericano y los Juegos Pierre de Coubertin.
Industria y consumo: las fábricas, los mercados y el shopping
En Parque Chacabuco hubo cuatro grandes fábricas. Sobre la de galletitas "El Orden" (Av. Carabobo 1142), cuenta Dávila: "Tenía venta al público. Los días que preparaban chocolate, su aroma invadía la zona". La de cocinas y estufas Volcán se encontraba en Av. Cobo 1631 y la de dulces La Gioconda, en Del Barco Centenera 1260. La más recordada es la de postres, flanes y gelatinas Royal (Av. Asamblea 1176), que funcionó entre las décadas del 30 y los 80. Aurelia, vecina que trabajó ahí durante cinco años, recuerda: "Tenía 20 años, me había presentado como secretaria, pero me ofrecieron un puesto para el laboratorio. Hacíamos el análisis del polvo de hornear, control de consistencia y sabor antes del envasado y entregábamos las esencias por peso. Entraba a las 6 am y salía a las 13".
Cuando se fue la Royal, su edificio quedó vacío hasta 1992, cuando se inauguró el primer y único shopping que tuvo Parque Chacabuco: "Unión". En la planta baja estaban Dexter y Hering. En el primer piso, una tienda con productos oficiales de Disney (inédita no solo para el barrio, sino para la ciudad) y en el segundo, un patio de comidas con juegos. Además de escalera mecánica, había un ascensor que era atracción para grandes y chicos: la suspensión tenía forma de Superman, de modo que al subir, daba la impresión de que era empujado por el brazo extendido del superhéroe. En 1999 cerró sus puertas y el edificio volvió al abandono, hasta que en 2003 llegó el hipermercado que fundió la microeconomía del barrio. La promesa de encontrar todo en un solo lugar y el cambio en los hábitos de consumo, deterioraron a los pequeños comercios y almacenes: "Eso nos jorobó mucho en el negocio, porque la gente compraba todo ahí, desde la comida hasta los productos de limpieza", cuenta Negrita.
Lo mismo sucedió con casi todos los mercados. El de Centenera (Av. Asamblea 701), fundado en 1918, tenía 1380 m2: en su esquina se encuentra, desde 1942, un local de Bonafide; los locales a la calle fueron alquilados y el resto, convertido en un garaje. El "Mercado y Frigorífico Moreno" (Tejedor 755), abrió sus puertas en 1925: tenía un gran depósito de quesos en el subsuelo y vendía pollos vivos, que andaban sueltos por el predio. El que sigue en funcionamiento es el Mercado Curapaligüe (Curapaligüe 1017), construido en la década del 40 por las Conferencias Vicentinas: tiene puestos de carne, pescado y verduras, entre otros.
Los cultos: la religión, el club y las pizzerías
Parque Chacabuco tuvo bares y cafés tradicionales, pero, en especial, pizzerías. Al salir del cine Asamblea, el paso por "El Ciclón" era inevitable (en el mismo local estuvo la pizzería de Cavanini). Otra cercana era la de "Los Polacos". Y, en la esquina de Asamblea y José María Moreno, "Pizzicato". En Asamblea y Cachimayo, en donde antes estaba el bar "Covadonga", desde 1987 funciona "Po’polo". Y en la esquina de Emilio Mitre, el bar "El Verde" fue el antecesor de "Don Guido", con elaboración a la vista de pizzas y empanadas.
Con la clásica tipología de almacén con despacho de bebidas, "El Modelo" (1908) conserva su doble entrada: una por Santander 487, la otra en Doblas 1498. El homenaje azulgrana se exhibe en murales, fotos y objetos. Después del 50 y hasta el 68, funcionó en Asamblea al 800 el "Bar Español": "Se podía pedir una Coca, un Cinzano, algún sandwich. Antes fue lechería: servían submarinos y leche en vaso alto", recuerda Licitra. "El Parque" fue otro bar emblemático, sobre Emilio Mitre frente a la estación de subte: café, vermú y sandwichería, sus especialidades.
La autopista 25 de Mayo, inaugurada en 1980, dividió al parque en dos y puso en sombras buena parte del sueño de Thays. De ambas manos, lo primero que se ve a la distancia es el Santuario Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa (Curapaligüe 1185). Es el templo con más vitrales de la ciudad (110 piezas realizadas por Antonio Estruch) y cuenta con un campanario instalado por el padre de Elsa Bornemann, el relojero Wilhelm Karl Henri Bornemann.
En una escena de "Despabílate amor", Soledad Silveira se resistía a una cita con Darío Grandinetti en las afueras de Parque Chacabuco: "Voy poco al centro: tengo todos los negocios acá abajo, entonces no necesito moverme mucho". Y no exageraba. En el barrio teníamos galletitería, bicicletería, kiosco, local de revelado de fotos, video club, relojería, panadería, almacén, fiambrería, carnicería, verdulería, heladería, santería, lencería, casa de ropa, marroquinería, ferretería, biblioteca, calesita, club. Cruzábamos frontera solo por motivos de fuerza mayor: al menos una vez al mes, pedaleábamos hasta Primera Junta o Parque Rivadavia en busca de literatura. Lo único que le faltó a nuestro barrio, y sigue siendo la gran deuda de Parque Chacabuco, es la librería.
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