¿París rendida a los pies de Buenos Aires?
El fin de semana pasado el cantante francés Benjamin Biolay llenó durante tres noches seguidas la histórica sala de conciertos Pleyel, esa por donde también pasaron desde Miles Davis a Laurent Garnier. Hasta la inauguración del auditorio de la Maison de la Radio en 2014 y de la Filarmónica de París en 2015, ésta era la única sala parisina construida especialmente para la música sinfónica. La acústica es sensacional. Biolay, uno de los músicos más importantes de Francia, presentó en vivo y frente a los 7200 parisinos que fueron a verlo en tres días su último disco, Palermo Hollywood, en el que le canta a Buenos Aires. A los taxis, al invierno que adora, a las mujeres bellas y libres, al ajedrez de Borges, a San Lorenzo, Mar del Plata, Salta, River, Boca, Recoleta. Octavo álbum del músico, esta creación es claramente la concreción de su vínculo con Buenos Aires, ese que nació en 2008 cuando fue a tocar por primera vez a Niceto y que desde entonces nunca dejó de alimentar. Es también, sin dudas, su proyecto más personal desde La Superbe, elegido en 2009 mejor disco del año.
En escena, su compromiso emotivo con la celeste y blanca no dejaba dudas. Vestido de impecable traje negro, estaba acompañado por 25 músicos, entre los cuales seis eran argentinos, como el baterista Fernando Samalea y el percusionista cordobés Minino Garay. Había un bandoneonista, un charanguista y un cantante lírico correntino, además de la actriz Sofía Wilhelmi, convertida en cantante desde que conoció a Biolay en 2012 durante Mariage à Mendoza, la película que el francés Edouard Deluc filmó en la Argentina. Ella lo inspiró y él la convirtió. En medio de ese diálogo artístico franco-argentino, Biolay logró algo histórico: hizo entrar la cumbia en esta mítica sala parisina. El público francés estaba feliz. Samalea golpeaba los platillos, Garay gritaba "cumbiaaaaa" desde el fondo, el resto de los músicos impregnaba la sala con ritmos de cuarteto, cumbia, reggae y bandoneón, Sofía bailaba moviendo las caderas y Biolay era ese poeta melancólico tan francés que de repente parecía estar en el lugar que más le gusta. Lejos de las caricaturas, el cantante le rindió homenaje a Buenos Aires, una ciudad que hace soñar a los franceses, sin caer en el clásico tango for export. Es más: el más tanguero de todos era el mismo Biolay, que al aparecer por primera vez en el escenario con su saco y pantalón, la cabeza medio baja y cierta parsimonia, me hizo por un minuto imaginarlo como un Gardel de los tiempos modernos. Para todos los músicos que lo acompañaron, tocar en la sala Pleyel fue una gran posibilidad y de lo más importante que musicalmente hicieron en este país. El repertorio incluyó el total del último disco y diferentes temas que marcaron al público francés en estos años de carrera. Estas tres fechas anticipan una gira francesa que comienza en noviembre, aunque serán shows más chicos, sin cuerdas y con menos gente en escena. Biolay ya prepara el segundo volumen de este disco. Aún le quedan cosas por decirnos.ß
París