Un edificio que parecía sacado de una novela de ciencia ficción; Enterprisse no fue solo un boliche: fue el epicentro de la movida de los 70, un ícono que dejó una huella imborrable en la vida nocturna de la ciudad
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Uno de los datos más curiosos del ya demolido boliche Enterprisse de Mar del Plata es que el hombre que lo diseñó era fanático de Star Trek. De ahí, la curiosa forma similar a una nave espacial que tenía el local bailable. Era diciembre de 1969 cuando Enterprisse abrió sus puertas en la avenida Constitución. Mar del Plata empezaba a vivir el auge de su vida nocturna y ese edificio, que parecía un plato volador flotando sobre el terreno de la icónica avenida, se convirtió en el corazón de la movida. La estructura, obra del arquitecto Héctor Abraham Gulle, autor de más de 500 obras en el país y de varias casas del barrio marplatense de Los Troncos, rompía esquemas. Inspirado por su pasión por la ciencia ficción, Gulle creó algo único.
“Mi viejo era fanático de Star Trek”, cuenta a LA NACION Grisel Gulle -hija del arquitecto- quien hoy lidera una investigación sobre el legado del boliche. Enterprisse no solo era un boliche, era una experiencia. Desde el primer momento, la arquitectura radial, los vitrales temáticos y la iluminación envolvían a los visitantes en un ambiente casi irreal. Nadie salía indiferente. Hasta que no se inauguró, nadie entendía qué hacía ese plato volador ahí.
Enterprisse se posicionó rápidamente como un lugar de referencia. En la entrada, los clientes eran recibidos por un robot futurista que daba la bienvenida extendiendo los brazos. Era un ícono que capturaba la atención de todos los transeúntes. Allí, las noches eran un espectáculo en sí mismas, con luces que giraban al ritmo de la música y un sonido envolvente que hacía vibrar a todos.
Dice Grisel: “Sé que Enrique Fiorentini estaba involucrado junto con un grupo de inversores. La empresa que los nucleaba se llamaba Constitución SRL. Los dueños principales eran Porfirio García, Enrique Fiorentini, Alessio Valentinuzzi, Rafael Rivera y Humberto Del Río”.
Estos empresarios decidieron apostar por un concepto innovador que trascendiera los estándares de los boliches de la época. La inversión inicial, que en su momento ascendió a 150 millones de pesos, no solo implicaba una suma considerable, sino también una visión que estaba adelantada a su tiempo. El concepto era crear algo único, un lugar que no fuera solo un boliche, sino una obra arquitectónica, una experiencia.
Ese diseño no fue casual. Gulle quería algo que representara el futuro, al igual que los inversores. Fue así que le dieron carta blanca para trabajar “a gusto y piaccere”. La firma de planos estuvo a cargo del ingeniero civil Raúl C. Remaggi.
En una crónica de La Capital, publicada el 28 de noviembre de 1969, se anunciaba con entusiasmo la inauguración de este peculiar boliche. El artículo subrayaba lo sorprendente de que en solo 120 días se hubiese completado una obra que abarcaba 1000 metros cuadrados. El mismo texto destacaba que la construcción se distinguía por “un atrayente juego de niveles” que seguían un trazado radial, dando forma a dos pistas de baile rodeadas por arcos en estructuras concéntricas. Los enormes arcos que cubrían las pistas de baile simulaban una cúpula futurista. Los vitrales temáticos y el uso innovador de la tecnología, como el «cicem» (un artefacto que combinaba música con luz), ofrecían un espectáculo visual que sumaba al ambiente.
Durante la década de 1970, Enterprisse se convirtió en un símbolo de modernidad y glamour. El lugar tenía algo especial. En los blogs con fotos antiguas de Mar del Plata, los nostálgicos lo recuerdan con cariño, como un ícono de la ciudad. Era una parada obligada para quienes buscaban algo diferente, algo que no podían encontrar en ningún otro lugar. No era solo un local bailable, sino también un espacio de encuentro, donde se cruzaban jóvenes, muchos de ellos, del ambiente de las artes.
El boliche fue testigo de innumerables historias y anécdotas. Enterprisse se destacó no solo por su arquitectura, sino por la gran cantidad de eventos que se realizaban en sus pistas. Durante esa etapa, fue escenario de eventos icónicos como la elección de Miss Siete Días (donde Graciela Alfano se consagró como reina) y las famosas fiestas de la Estudiantina. Otras figuras, como Roberto Goyeneche y Les Luthiers, también visitaron el local.
La Avenida Constitución, donde se encontraba Enterprisse, era en ese entonces el epicentro de la vida nocturna en Mar del Plata. Compartía protagonismo con otros boliches emblemáticos como Sobremonte, Banana y Zum Zum, creando un circuito que atraía tanto a locales como a turistas. Era conocida como “la avenida del ruido”, un apodo que resumía perfectamente el bullicio y la energía de las noches marplatenses. Las luces de neón iluminaban las fachadas. Para muchos, las noches en Enterprisse comenzaban con largas filas para entrar. Allí, los visitantes intercambiaban risas y miradas mientras esperaban su turno para ingresar.
A pesar de su éxito, Enterprisse no estuvo exento de desafíos. En los años 80, el boliche cerró temporalmente, pero volvió a abrir en 1985 bajo la dirección de Casimiro Luque, un empresario cordobés del rubro de las gaseosas. Con una inversión significativa, se modernizó el espacio, incorporando tecnologías de última generación para la época.
Así, Enterprisse volvió a la vida. Uno de los avances más notables fue la incorporación de un sistema de audio e iluminación computarizado, que representaba lo último en tecnología para la época. Además, introdujo los rayos láser de 10 colores que atravesaban las pistas de baile, creando un espectáculo visual que acompañaba la música. La reinauguración de Enterprisse en 1985 fue un evento destacado en la ciudad.
Hacia los 90, Enterprisse empezó a sentir los efectos del cambio de época. La vida nocturna en Mar del Plata tenía mucha más actividad que antes pero la avenida Constitución ya no era el único centro de atención. Nuevos boliches en otras zonas de la ciudad comenzaron a ganar protagonismo, y el modelo de discoteca masiva empezó a ser reemplazado por propuestas más pequeñas y exclusivas.
A comienzos del 2000, Enterprisse cambió de propietario nuevamente, esta vez bajo un grupo empresario conformado por marplatenses, bahienses y porteños. Bajo esta nueva dirección, el boliche dejó de ser solo un local bailable y amplió su oferta de entretenimiento, convirtiéndose en un centro de diversión más completo. Se adoptó el nuevo nombre de Tazz y, además de las pistas de baile, se incorporaron canchas de bowling, juegos y un menú de comidas ligeras. Esta transformación tenía como objetivo atraer a un público diverso, no solo a quienes buscaban una noche de baile, sino también a aquellos que querían disfrutar de otras actividades sociales.
Pero la crisis de 2001-2002 fue el golpe definitivo para Tazz. A pesar de los esfuerzos por reinventar el espacio, la situación económica del país afectó gravemente al boliche, que terminó cerrando definitivamente sus puertas. El edificio, que alguna vez fue un centro de la vida nocturna marplatense, quedó abandonado durante años. Se convirtió en un refugio para jóvenes de la calle y personas en situación de vulnerabilidad, que lo utilizaron como lugar para dormir. El contraste entre su pasado de lujo y su actual estado de abandono era un reflejo de los cambios profundos que había experimentado la ciudad. Muchos marplatenses nostálgicos seguían soñando con que el boliche reviviera y recuperara su rol en la vida nocturna de la ciudad. Sin embargo, en 2007, la estructura fue demolida, y con ello, un símbolo de la modernidad y el glamour de la época quedó reducido a escombros.
El cierre marcó el fin de una era para Mar del Plata. La estructura permaneció en pie durante algunos años, pero con el tiempo cayó en el abandono. Lo que alguna vez fue un símbolo de modernidad y glamour, terminó siendo un edificio olvidado, cubierto de grafitis y rodeado de maleza. “Cuando mi papá se enteró de la demolición, se le cayeron las lágrimas. Lo que lloró ese hombre… no te lo puedo explicar”, dice Grisel.
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